Capítulo 91
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Al volver a su despacho, Bruno se quedó enfadado, sacó el móvil y llamó a Ismael.
—Señor Sánchez, ¿cuándo dispone de tiempo? Quería hacerle una visita, sobre esa propuesta que me dijo antes, lo he pensado y creo que es una buena idea.
Después de colgar el teléfono, la frialdad e impiedad oscurecieron los ojos de Bruno.
(Natalie, voy a vengarme de ti por lo que me has hecho.»
Cuando Natalie llegó al chalet dspués de salir del trabajo, Leonardo estaba en el salón leyendo
unos papeles.
Al oír abrirse la puerta, dejó los documentos y giró la cabeza para mirar a Natalie: -La niñera te ha preparado la cena, que está en la mesa, come tú primero.
La expresión de Natalie era fría. Caminó hacia él y se sentó, diciendo: -No tengo hambre. Antes de que cenemos, deberías explicarme por qué me pediste que yo te ayudara a dar un
baño anoche pero sí que podías bañarte.
Leonardo parecía tranquilo y miró a Natalie: -Aunque podía hacerlo yo solo, era más conveniente que me ayudaras, porque eres mi mujer.
Natalie frunció los labios y dijo fríamente: -¡No te ayudaré a bañarte en el futuro!
Al ver sus orejas enrojecidas, Leonardo sonrió: -Bien.
Después de cenar los dos, Natalie limpió la mesa y lavó algunas frutas y se fue al salón. Quería
comérselas mientras veía la televisión.
Al ver a Leonardo sentado a su lado, Natalie no pudo evitar fruncir el ceño y se preguntó por qué este hombre no tenía que trabajar.
Después de ver la tele un rato, Leonardo se sintió un poco aburrido. Al ver que Natalie estaba especialmente fascinada con la serie, no pudo evitar preguntarle: -¿Te parece tan interesante?
– Si no te gusta, puedes volver a tu estudio y trabajar o hacer otra cosa.
Al ver la mirada indiferente de Natalie, Leonardo quería decir algo, pero de repente sonó el timbre de la puerta.
Natalie se levantó a abrir la puerta y se sorprendió al ver que eran Emiliano y Fausto los que estaban en la puerta. Ambos parecían ansiosos y preocupados.
-¿Han venido a visitar a Leonardo?
Emiliano y Fausto obviamente no esperaban que Natalie estuviera aquí. Se miraban y Emiliano
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No, pasan por favor.
Natalie fue a preparar té después de llevarlos al salón.
Emiliano y Fausto se sentaron en el sofá preocupados.
Leonardo mostraba una expresión gélida, comentando: -Todavía no estoy muerto, no tenéis que estar tan triste.
Emiliano no pudo evitar suspirar y habló: —Leo, ¿de verdad no se le recuperará la pierna?
Cuando Leonardo tuvo el accidente de coche, Emiliano y Fausto estaban de viaje de negocios en el extranjero, y se enteraron después de regresar, así que acudieron inmediatamente.
-No sé, pero no debe haber mucha esperanza, Miguel dijo que estaba herido en el mismo lugar donde se lesionó antes, y esta vez es más grave, básicamente es imposible ponerme de pie de nuevo.
Al ver que Leonardo parecía tranquilo, Emiliano frunció el ceño y dijo: –Voy al extranjero a buscar expertos en esta área, puede que haya esperanza.
Fausto, que estaba callado a su lado, habló de repente: -Leo, ¿recuerdo que la Doctora Luna te curó la pierna antes? ¿Por qué no le pides que te eche un vistazo?
Leonardo frunció los labios y respondió: -Hablaremos de esto.
Aunque Luna le había curado la pierna, él nunca la había conocido, y ni siquiera sabía si era hombre o mujer, y siempre era Natalie la que contactaba con Luna.
Aunque Natalie dijo que encontraría la forma de curarle la pierna cuando se recuperara la herida, Leonardo no esperaba mucho.
Tras un momento de silencio, Emiliano habló: -Leo, ¿por qué esta vez no estás tan preocupado por la lesión de tu pierna como la última vez?
Leonardo estaba a punto de hablar cuando Natalie se acercó a ellos con dos tazas de té.
Puso el té delante de Emiliano y Fausto y dijo con calma y ligereza: -Vuelvo a mi habitación, llámenme si necesitan algo.
Cuando Natalie se marchó, Leonardo dijo sin expresión: -Cuando tuve el accidente de coche, tuve una premonición, y estaba mentalizado de que no puedo ponerme de pie.
Además, no quería divorciarse de Natalie. Si era una oportunidad que permitía que Natalie se quedara a su lado, aunque no pudiera mantenerse en pie el resto de su vida, no le parecía muy mal.
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