Capítulo 551
-¡Por supuesto que no quiero molestarte! -Se veía sincera, Leonardo podría creerla de verdad.
-Hoy he terminado todo mi trabajo y llevo esperándote.
Natalie: -…
Al ver que se callaba, Leonardo sonrió y susurró: -Natalie, un comerciante tiene que cumplir su promesa.
Natalie rechinó los dientes y le miró enfadada: -¿Quién ha dicho que no voy a cumplirla?
-¿Seguro? Pues cambiate de ropa.
Al ver la bolsa que le entregaba, Natalie comprendió por fin que había caído en su trampa.
-Leonardo, ¡lo has hecho a propósito!
Ella lo miró con rabia, pero sus orejas estaban inconscientemente rojas.
Leonardo asintió y admitió sin rodeos: -Sí, eso es lo que me prometiste.
Natalie le arrebató la bolsa de la mano y apretó los dientes, -¡Por la noche!
-Cámbiate antes de cenar.
Le respondió el portazo.
Leonardo miró la puerta cerrada de su habitación, sonrió y se dio la vuelta para marcharse.
Natalie respiró aliviada cuando oyó los pasos que se alejaban fuera de la puerta.
Mirando el vestido halter erótico, se sonrojó y se maldijo por haber sido tan impulsiva al aceptar
ponerse el vestido en la cena de esta noche.
Ahora la flecha tenía que salir. A Leonardo se le ocurrirían más trucos si no se lo ponía esta noche.
Al pensar en ponerse un vestido tan sexy, se sintió avergonzada,
Natalie casi se escondió en su habitación toda la tarde.
Por la noche, después de que la criada se fue tras cocinar, Leonardo subió y llamó a la puerta: -Natalie, vamos a cenar.
Natalie llevaba toda la tarde convenciéndose a sí misma, pero cuando oyó la voz de Leonardo, sintió que era el diablo que la precipitaba a la muerte, y alzó la voz para decir: -Vale, ahora bajo. Ya puedes irte.
-Blen.
Después de que Leonardo se fue, Natalie miró el vestido halter de encaje casi transparente en la cama, a excepción de las zonas sensibles cubiertas por tela blanca, el resto era de encaje transparente, podia
imaginarse como era ella con este vestido.
Después de dudar un momento, Natalie finalmente se puso el vestido halter.
Entró en el cuarto de baño y vio en el espejo su aspecto en ese momento, la cara enrojecida por la
vergüenza y el cuerpo sonrosado por la timidez.
Preferiria morir si salía así.
Se dirigió al dormitorio, sacó un chal del armario, se lo puso, abrió la puerta y salió.
El vestido era corto y apenas le cubría el trasero. Si caminaba rápidamente, se le verían las bragas.
Natalie bajó muy despacio y cuando llegó a la escalera, Leonardo salió de la cocina con dos cuencos.
Su respiración se agitó al ver sus piernas pálidas y esbeltas.
Frunció el ceño al ver el chal en el que se había envuelto Natalie.
-Natalie, no recuerdo que este chal formara parte de nuestro compromiso.
Natalie se sentia muy avergonzada y apretó los dientes: -Leonardo, no pidas demasiado.
Leonardo dejó el cuenco sobre la mesa y se acercó lentamente a ella.
Cada paso de Leonardo hizo que Natalie sintiera que se acercaba el peligro.
-¡No te acerques a mi!