Capítulo 464
-Tadeo, si algo le pasa a mi madre, ¡seguro que te entierro con ella!
Tadeo mostró una sonrisa provocativa, sin importarle lo que dijera Leonardo. -Fue con su coche. ¿Qué tiene que ver conmigo? Quizá se sentía culpable por haber matado a mis padres y por eso se suicidó, ¿no?
El cuerpo de Leonardo irradiaba frialdad, y sus puños colgando a los lados estaban inconscientemente apretados, el ambiente era opresivo hasta el extremo. A Natalie le preocupaba que Leonardo volviera a pegar a Tadeo por impulso, y susurró: -¿Lo llevamos a la mansión?
Tadeo rió fríamente, -¿Quieren llevarme a la mansión? ¡No tienen la capacidad de hacerlo!
Justo cuando terminó de hablar, varios hombres vestidos de negro aparecieron de repente, cada uno con un rostro frío, todos parecían asesinos.
Las caras de Leonardo y Natalie cambiaron al instante, obviamente ambos no esperaban que Tadeo trajera a tanta gente.
Si estaba solo, no debería ser difícil acabar con esa gente, pero no quería que Natalie saliera herida.
El ambiente estaba tenso, como una cuerda tensada al límite que pudiera romperse en cualquier momento.
En este momento, el móvil de Leonardo sonó de repente.
-Señor Ramos, hemos encontrado a la señora… Pero el coche de la señora cayó por un barandilla y se despeñó… Está en coma y una ambulancia está en camino…
De repente, Leonardo se volvió extremadamente serio y su voz era fría: —¡Ahora mismo voy!
Como estaba en silencio, Tadeo oyó la conversación y se rió burlonamente.
¡Si vas ahora, quizá le vea por última vez!
La petulancia y el regodeo en su tono eran evidentes, y la mano de Leonardo que apretaba el teléfono seguía apretándose, empezando ya a ponerse blanca.
Natalie se apresuró a agarrarle del brazo y le dijo con voz fría: ¡Leo, vamos allí primero!
Leonardo se dio la vuelta y subió al coche, pero Natalie no se atrevió a dejarle
conducir y condujo ella misma hacia el lugar a toda velocidad.
Tadeo sonrió más orgulloso y dijo de buen humor: -Volvemos, voy a descansar bien esta noche. Si mi tía ha muerto, es una pena que mi sobrino no vaya al funeral, necesito descansar.
La ambulancia llegó justo cuando ellos, y Natalie apretó la mano de Leonardo al ver a los paramédicos sacando a una Antonia ensangrentada.
Leo, todo va a salir bien…
Leonardo no dijo nada, sólo sus profundos y fríos ojos seguían mirando a Antonia.
Los dos siguieron hasta el hospital, donde Antonia fue empujada directamente al quirófano, y la enfermera se acercó con un formulario de consentimiento de cirugía para que Leonardo lo firmara.
Apretando el bolígrafo, se detuvo antes de firmar, cada palabra parecía requerir
todas sus fuerzas.
Ramón llegó cuando se encendieron las luces del quirófano.
El pánico se apoderó de su rostro y dijo con voz temblorosa: -¿Qué está pasando? ¿Por qué ha habido un accidente en el mismo sitio donde murieron mi hermano y mi cuñada?
Natalie giró la cabeza para mirarle y vio que no había preocupación en sus ojos, sólo pánico y miedo.
Parecía que no le preocupaba en absoluto si Antonia sobreviviría o no, sino sólo si tomarían represalias contra él.
Aunque a Natalie no le gustara Antonia, de momento Ramón le parecía
demasiado egoísta y cobarde.
Llevaban décadas casados y Antonia le había dado un hijo y una hija, pero ahora estaba tan frío.
No se molestó en contarle a Ramón lo sucedido, y se quedó al lado de Leonardo callada.
Ramón se acercó a un lado y se sentó, y dejó de hablar.
Hasta la madrugada del día siguiente, se apagaron las luces del quirófano.
Sacaron a Antonia con tubos por todo el cuerpo, los ojos cerrados con fuerza y la cara pálida.
El médico se quitó la mascarilla y dijo tristemente: -La paciente se ha golpeado
la cabeza, ahora tiene un moratón en la cabeza, así que no sé cuándo podrá despertarse.