Capítulo 447
Se apresuro inmediatamente y llegó al lugar justo a tiempo para ver a Tina saltando desde el tercer piso con la ropa desaliñada.
-¡Tina!
Su respiración se entrecortó, sintió que su corazón era sostenido por una gran mano, y corrió hacia Tina, pero era demasiado tarde.
Tina era como una mariposa rota, volando hacia el suelo.
Corriendo junto a ella, todo el cuerpo de Omar temblaba, y al verla cubierta de sangre, ni siquiera se atrevió a extender la mano y tocarla.
-¡Llama al médico!
El médico no tardó en llegar y, tras hacerle un simple examen, suspiró aliviado y dijo: -La señorita Rojas sólo está inconsciente, pero si tiene algún otro problema o no, tenemos que ir al hospital para que la examinen más a fondo.
Ante eso el rostro de Omar permaneció frío, -¡Traigan a esos tipos aquí!
Pronto, esos gamberros fueron llevados ante Omar.
Los golpearon hasta dejarlos morados, ya no parecían humanos.
Temblaron al ver la mirada fría y sanguinaria de Omar.
Llevaban años en Monteflor, así que por supuesto conocían a Omar.
-Señor García, no sabíamos que era su mujer, nos ordenó Samuel. Por favor, perdónenos esta
vez.
Nada más terminar de hablar, el hablador recibió una patada en el suelo por Omar y escupió sangre, con dos dientes ensangrentados mezclados.
Antes de que pudiera calmarse, Omar le dio un pisotón en el pecho, y al instante el hombre jadeó.
Las tres personas que estaban a su lado vieron su miserable estado, sus ojos se llenaron de horror y empezaron a pedir clemencia.
-¿Qué le han hecho?
Omar los miró con una mirada gélida, como si estuviera mirando a unos muertos.
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Sintieron un escalofrio que les subía por las plantas de los pies, temblando como la paja, y los
mas timidos ya se hablan meado de miedo.
-No quieren hablar? Entonces primero les romperé las piernas y a ver si siguen con la boca tan
cerrada.
Justo después de decir eso, dos de sus hombres se acercaron con martillos, los presionaron directamente contra el suelo y los martillos se estrellaron sin piedad contra sus rodillas.
El sonido de los huesos rompiéndose fue acompañado por un grito, pero Omar simplemente
observó sin expresión, como si fuera algo común.
El dolor que les atravesaba los huesos hizo que casi se desmayaran, mirando a Omar con horror,
como si estuvieran viendo al demonio salido del infierno.
-Te digo… Digo…
-Samuel nos dijo que la jugáramos hasta la muerte, pero ella se resistió tan violentamente que no la tocamos… …Señor García, por favor, déjeme en paz, no voy a hacerlo otra vez…
El rostro de Omar estaba frío, y dijo, palabra por palabra: —¡Es mejor que no la hayan tocado, o
les mato sin duda!
Tras decir eso, Omar se dio directamente la vuelta y se marchó.
De regreso, Omar recibió una llamada del hospital.
-Señor García, lo de la señorita Rojas son todo heridas superficiales, sólo está en shock, se recuperará tras unos días de descanso.
-Bien.
Al colgar el teléfono, el hombre al lado le dijo: -Señor García, ¿y esta gente?
-Mátalos.
Si no hubiera llegado a tiempo, Tina habría muerto esta noche, y esa gente seguiría viva para
causar problemas.
De vuelta en Monteflor, Omar no fue al hospital, sino que se dirigió directamente a la empresa.
Justo cuando salía del ascensor, su secretario se acercó impasible.
-Señor García, su padre está aquí…
Omar con frialdad, -Lo sé.
Empujó la puerta de su despacho con rostro inexpresivo y miró a Patric García, que estaba
sentado en el sofá.
-¿Qué haces aquí, papá?
Se mofó Patric, -¿Te atreves a preguntar?