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Sr. Ramos su multimillonaria osa quere el divorcio Capítulo 176

Capítulo 176

-Pero aún no dije de qué se trata…

Natalie frunció ligeramente los labios y lo interrumpló: -No importa de qué se trate, supongo que no puedo ayudar. Mejor busca a alguien más.

Ahora que se había divorciado de Leonardo, no tenía la intención de volver a involucrarse c los amigos de él.

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Con esas palabras, entró en la villa con Lucía. Después de cerrar la puerta, esta última no pudo contenerse más y se quejó:

-Emiliano me fastidia como una mosca, jde verdad me tiene harta! Hoy volvió a buscarme, i diciendo que quiere que sea la imagen de su nueva línea de productos en su empresa! Si no fuera porque no puedo darme el lujo de enojarlo, ¡ya lo habría mandado a volar!

Al escuchar a Lucía describirlo como una mosca, Natalie no pudo evitar reír un poco.

Emiliano era apuesto, cambiaba de novia con frecuencia y se ufanaba de mantenerse impasible incluso en compañía de mujeres hermosas. Si supiera cuánto le desagrada a Lucía, se

preguntaba cómo se sentiría.

-Pero

ero tomar unas fotos no lleva mucho tiempo. ¿Por qué no agarras la lana que te ponen enfrente? Simplemente ignora a Emiliano y échale ganas, es puro pedo de trabajo.

Sin embargo, Lucía se veía algo incómoda, como si estuviera intentando encontrar las palabras adecuadas. -¿Sabes qué es el producto nuevo de su empresa?

-¿Qué?

-¡Condones!

-Puff!

Natalie escupió el agua que acababa de beber y la miró incrédula, exclamando: -¿Está mal de la cabeza ese tipo?

-Si no fuera porque temo que después invierta en alguna película en la que yo participe, hoy de verdad le habría dado dinero para que se fuera a ver a un neurólogo.

Después de charlar un poco, las dos empezaron a preparar la cena. La madre de Lucía era chef, así que ella también sabía cocinar bastante bien; en comparación, las habilidades culinarias de Natalie apenas alcanzaban un nivel aceptable.

Esa noche, Natalie comió mucho. Tras ayudar a Lucía a poner los platos en el lavavajillas, se estiró en el sofá.

Al ver eso, Lucía se acercó y trató de levantarla. -No te acuestes. Acabas de cenar, necesitas

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-Está bien.

Con eso,

ellas salieron y se dieron cuenta de que Emiliano ya se había ido.

Caminaron alrededor de las calles del vecindario y volvieron a casa pasadas las ocho de la noche.

Natalie subió a ducharse, y justo cuando iba al estudio a trabajar, recibió un mensaje de Leonardo.

[Mañana iré por ti.]

Aquellas cuatro palabras llegaron sin sentido, dejándola fruncir el ceño.

Después de reflexionar, no recordó ninguna razón para encontrarse con Leonardo en un futuro cercano, por lo que decidió no responder y fue directamente al estudio.

Mientras tanto, en un reservado VIP del club nocturno más grande de Monteflor.

Varios estaban jugando al Texas Hold’em, pero era obvio que Leonardo y Emiliano no estaban concentrados.

Habiendo ganado varias rondas seguidas, Fausto lanzó sus cartas al centro de la mesa y dijo con irritación: -Ya no juego. Todos ustedes parecen haber perdido la mente, y no me genera ninguna satisfacción ganarles.

Leonardo tomó su celular y se levantó, indicando: -Salgo a fumar.

Fausto le dedicó una mirada y bromeó:

Desde hace un rato, has revisado el celular más de

veinte veces. ¿Estás esperando un mensaje de Matilda?

Leonardo se quedó atónito por un momento, pero rápidamente recuperó su habitual frialdad y respondió: – No.

Fuera del reservado, se dirigió al final del pasillo, sacó su celular y abrió WhatsApp. La pantalla todavía mostraba el mensaje que había enviado a Natalie hace una hora y que ella no había respondido.

Eso lo trajo un fastidio inexplicable, y de repente lamentó haberla dejado ir tan fácilmente.

No había dormido bien en el tiempo transcurrido desde que Natalie se mudó de El Palomar. No se acostumbraba a no verla por las mañanas antes de ir a trabajar, ni a la oscuridad que lo esperaba todos los días cuando regresaba a casa todos los días.

-¿Me necesitas?

No fue hasta que escuchó una voz indiferente desde su celular que Leonardo se dio cuenta de que había marcado su número en algún momento.

Al no obtener respuesta, Natalie frunció el ceño y dijo impacientemente: -Si no hay nada, voy a colgar.

Con eso, ella se disponía a finalizar la llamada cuando la voz gélida del hombre se escuchó al

otro lado.

¿No viste el mensaje que te mandé?

Natalie hizo una pausa por dos segundos antes de responder: -Sí, lo vi.

-Entonces, ¿por qué no me respondiste?

-Pensé que lo habías enviado por error.

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