Capítulo 147
-¿Qué quieres decir?
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—Cuando tu pierna se cure, nos divorciamos, ¡y eso sería beneficioso para ambos! Si no quieres hacerlo, jentonces voy a pedir al tribunal el divorcio!
Leonardo apretó los dientes y, con los ojos muy abiertos, gritó: -¡Natalie, no te atrevas!
Natalie se rio con despreocupación. -¿Por qué no me atrevería? Si no quieres curarte la pierna y te entregas a la autodestrucción, es tu asunto, ¿por qué yo debería sacrificar toda mi vida por ti? Puedes enloquecer, pero no me hagas problemas a mí.
Después de decir eso, se dio la vuelta y se fue directamente.
Una vez fuera del Grupo Ramos, Natalie reflexionó un momento y decidió llamar a Josefina.
Tras contarle que Leonardo renunciaba a tratarse la pierna, ella condujo de regreso a la villa.
Después de bañarse, se preparaba para la cena cuando Leonardo entró exasperado en el salón.
-¿Por qué le dijiste a mi abuela que no quería seguir el tratamiento en mi pierna?
Natalie dejó el tenedor, se encontró con sus ojos y respondió serenamente: -Tarde o temprano ella lo sabría. ¿Hay alguna diferencia entre decírselo ahora y más tarde?
Leonardo estaba lívido, luchando por reprimir su ira.
-¡Muy bien! Natalie, no esperaba que fueras tan impresionante.
Natalie sonrió ligeramente y agregó: -Si no sigues el tratamiento, no tengo razón para quedarme aquí. Esta noche me mudaré.
-¡Inténtalo si te atreves!
-¡Puedes ver si me atrevo o no!
Leonardo respiró profundamente y, cuando recuperó la calma, dijo fríamente: -Bueno, puedo seguir el tratamiento en mi pierna, pero con la condición de que no nos divorciemos.
Natalie rodó los ojos, comenzando a impacientarse. -Leonardo, seguir el tratamiento o no es tu propio problema. Si usas eso como condición para amenazarme, sólo conseguirás que te desprecie.
¡Tú…!
Al ver la expresión de rabia en Leonardo, Natalie no tuvo ganas de seguir comiendo, por lo que se levantó y soltó: –Como quieras. Al final, no soy yo quien no podrá caminar. Cuando eso suceda, y Matilda te abandone como hace tres años, te lo habrás buscado,
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Dicho eso, se fue a la habitación a empacar sus cosas.
Mientras estaba a punto de terminar, Leonardo entró.
-Te prometo que seguiré el tratamiento en mi pierna, así que no puedes irte.
Natalie puso los ojos en blanco, tiró la ropa bien doblada sobre la cama y se quejó: –¿Por qué no dijiste eso antes? Es tu pierna la que necesita tratamiento, pero esperas que otros te lo pidan. ¡Eres un loco!
Leonardo no tuvo respuesta.
Después de ese incidente, la vida cotidiana de los dos volvió a su apacible rutina.
Pronto fue el cumpleaños de Josefina.
En esos días, ninguno de los dos había vuelto a mencionar cómo deberían hacer para regalarle a Josefina en su cumpleaños, pero ambos sabían que era imposible hacerlo juntos.
Ese día, Natalie salió temprano del trabajo y fue a la tienda para recoger el rosario budista que había reservado con meses de anticipación antes de dirigirse a la Mansión de Armonía.
Josefina originalmente no quería una gran celebración, pero ese año cumplía setenta años, y a petición de Ramón y Antonia, al final había invitado a varias celebridades del mundo empresarial de Monteflor.
Cuando Natalie entró en la sala, ya estaban presentes muchos invitados.
Antonia, que estaba hablando con Matilda en ese momento, la notó de un vistazo, pero puso cara larga y apartó la mirada, fingiendo no haberla visto.
Natalie no le dio importancia y se acercó a saludar a Josefina.
La anciana, al verla, sonrió cariñosamente. -Natalie, por fin has llegado. Pensé que te habías olvidado de mi cumpleaños.
Natalie sonrió y, entregándole una hermosa caja de regalo, dijo: -¿Cómo podría olvidarlo? ¡ i
Feliz cumpleaños, abuela!
Josefina la recibió, la abrió y cuando vio una pulsera de cuentas budistas dentro, su sonrisa se volvió aún más brillante.
-Es verdad que entiendes mejor que nadie mis gustos. Me encanta este regalo, ¡gracias!
Al ver cómo Josefina se ponía las cuentas de inmediato, la multitud comprendió la importancia de Natalie para ella.
-A propósito, ¿dónde está Leo? ¿Por qué no vino contigo?
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