Capítulo 482
Cira y Gerardo retrocedieron casi al mismo tiempo, uno retrocedió y el otro se puso de pie, creando distancia, pero sus miradas se dirigieron instintivamente una a la otra.
Unos segundos de silencio espontáneo añadieron un toque de ambigüedad a esa habitación perfumada con aroma a azahar.
Cira vio cómo la garganta de Gerardo se movía ligeramente, y de repente esa ambigüedad adquirió una forma más concreta.
En su mente pasó un recuerdo de la escuela secundaria, cuando fue a buscarlo para que le ayudara a repasar antes de un gran examen. Fueron juntos al aula de música, donde no había nadie más.
Ella estaba resolviendo problemas mientras él estaba leyendo concentrado, con las pestañas ligeramente inclinadas creando sombras sobre sus párpados. La perfilada cara juvenil parecía casi irreal. De repente, sin pensarlo, se acercó para besarlo.
Antes de que pudiera llegar, él le agarró la barbilla impidiéndole avanzar más. Sus ojos seguían en el libro, pero una sonrisa traviesa se formó en su boca: -¿ Me buscaste para repasar solo por esto?
Su primer beso, burlado de esa manera, hizo que sus orejas se calentaran. Inmediatamente volvió la mirada al libro, enfadada y avergonzada.
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¡Fue un accidente! ¡Solo iba a coger una goma de borrar, y tú te la llevaste jugar! trató de contraatacar, intentando a recuperar la compostura-. ¿Por qué te llevaste mi goma?
―
Gerardo dejó el libro y la miró con una sonrisa irónica, luego se acercó a ella de repente. En ese momento, ella tuvo una fuerte premonición de que él iba a devolverle el beso, pero ella ya estaba demasiado avergonzada.
Cira le lanzó el libro y le dijo que quería ir al baño, luego se fue apresuradamente.
Esa vez no fue un accidente, pero ahora ya era diferente.
Gerardo le preguntó casualmente: -¿Qué querías decirme hace un momento?
Cira señaló el difusor de aceites esenciales: Reconocí este olor. Anteriormente, en la ciudad Aguavilla, me abandonaron en el bosque salvaje y esa misma noche en que me rescataron, la secretaria de Ramón me prestó su humidificador con este aceite esencial agregado para ayudarme a dormir. También era este olor.
Lo que ella quería preguntar era: -¿Compraste el mismo aroma por casualidad, o…?
Gerardo fue directo: -Ella es mi gente.
Era exactamente como esperaba.
Cira apretó los labios: -¿Por qué la dejaste darme eso?
Gerardo dijo: -Porque también me preocupaba si habías resultado herida en el bosque salvaje. No sabes que en ese momento también fui a buscarte al bosque, estuve a punto de aparecer frente a ti.
Estar a punto, significaba llegar tarde por un paso, exactamente un paso detrás de Morgan.
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La voz de Gerardo se volvió más profunda a medida que la noche se oscurecía: En ese momento, no querías verme. Fui al hotel a buscarte y te disté la vuelta para irte, así que tuve que asegurarme de que estuvieras profundamente dormida para poder entrar en tu habitación y verte.
Cira rápidamente conectó los puntos: -Por eso Morgan dijo esa vez que alguien había estado en mi habitación, pero yo no lo sabía… ¿Se encontraron ustedes dos entonces?
Gerardo afirmó levemente.
Cira finalmente entendió por qué al día siguiente se encontró con Morgan en el primer piso del hotel, la expresión de él se volvió tan sombría cuando pasaron en la puerta giratoria.
Ese hombre, no era de extrañar que estuviera tan celoso de Gerardo. Si lo vio entrar a su habitación, sería raro si no se ponía enfadado.
Pero esa vez ella siguió a Gerardo directamente. ¿No se pondría aún más furioso?
Cira inconscientemente tocó su anillo de matrimonio.
Gerardo bajó la cabeza: ¿Hay alguna otra pregunta? Si no, es mejor que te vayas a dormir temprano.
Cira agarró su mano: Si tienes que ir a Seralia por algún motivo, déjame bajar en el puerto más cercano. Si no hay puerto, cuando lleguemos a Seralia, por favor, organiza que alguien me lleve de vuelta a Sherón.
-¿Quieres volver a Sherón? -frunció el ceño Gerardo-. ¿Vas a buscar a
Morgan? ¿No crees en lo que te he dicho?
Cira le respondió: -Sí que lo creo.
Gerardo le preguntó: -Entonces, ¿por qué quieres volver a Sherón?