Capítulo 0404
Cira escuchó voces masculinas graves conversando al doblar la esquina y se dirigió bacia allá.
Luego vio a Morgan y Francisco de pie, hombro con hombro, fumando cada uno su cigarrillo, pareciendo ser muy conocidos por la forma en que interactuaban.
Al oír sus pasos, ambos hombres se giraron simultáneamente.
Francisco, sabiendo que Cira estaba allí para encontrar a Morgan, asintió
cortésmente en señal de saludo antes de entrar.
Morgan apagó su cigarrillo y se acercó a ella preguntando: ¿Qué te trae por aquí?
Cira, un tanto perpleja, preguntó: -¿Conoces a Francisco?
Con desinterés, Morgan respondió: -¿Recuerdas a aquel señor Núñez con quien jugaste a las cartas en el crucero?
Lo recuerdo.
Ese día, en la mesa, estaban el magnate de capital de riesgo de la ciudad de Xoán, Osiel Sánchez; el magnate de capital de la ciudad de Sherón, Morgan Vega; el magnate inmobiliario de la ciudad de Bernat, Fermín García; y el magnate tecnológico de la ciudad de Karim… ¿Núñez?
Sorprendida, Cira levantó una ceja. ¿Era ese Núñez de Francisco?
Morgan retiró unos mechones de cabello de su rostro, tocando su suave piel con la yema de sus dedos, su mirada se intensificó: -Francisco es el primo del señor Núñez.
–
Cira de repente lo entendió todo: ¿Le pediste a Francisco que no le dijera a la familia Zavala que Estela solo sería condenado a prisión suspendida?
Por eso te digo que, aceptes o no el acuerdo, tengo formas de asegurarme de que salgas ilesa.
Cira se dio cuenta de que él había hecho mucho por ella en secreto, como traer un médico del extranjero para su madre y plantar un infiltrado en la familia Zavala desde hace tiempo.
Morgan se inclinó ligeramente, alineando su mirada con la de ella.
Su voz magnética, intencionadamente más lenta y grave, resonaba en sus oidos como un violonchelo, tirando de sus cuerdas del corazón: -¿Entonces,
reconciliación?
Inconscientemente, Cira retrocedió: Ya he aceptado el dinero.
Con una risa suave, Morgan replicó: -Ya que has sido tan audaz conmigo, ¿ temes a la familia Zavala? Rompe el acuerdo.
Era irrazonable, pero la esquina de los labios de Cira se curvó en una sonrisa.
Al verla finalmente sonreírle de nuevo, la garganta de Morgan se movió, y deseó besar ese leve hoyuelo en su mejilla.
Cira, al verlo inclinarse, retrocedió instintivamente.
Morgan no consiguió su objetivo, pero tampoco se retiró, mirándola fijamente con una intensidad inconfundible en sus ojos.
Esa mirada era demasiado directa, y la frase que había dicho la noche anterior: Realmente te quiero, volvió a su mente. No había sentido mucho en ese momento, pero ahora, combinado con esa mirada, hizo que se le erizara la piel. Para un hombre, especialmente uno con el que había compartido intimidad en múltiples ocasiones, esa mirada llena de deseo era demasiado directa y agresiva, y Cira no pudo soportarlo y huyó: …Ya terminé, me voy primero.
Morgan sonrió y le siguió, metiendo las manos en los bolsillos: Voy contigo.
Él la seguía de cerca, su sombra se superponía a la de ella. Cira, sin saber por qué, recordó ciertas superposiciones anteriores y, sintiéndose amenazada, se giró para empujarlo.
-No me sigas, vuelve a la ciudad de Sherón.
Morgan agarró su mano, atrayéndola hacia él. No usaba perfume, pero el fresco aroma a Zavalave y su hormona masculina madura la rodeaban: Si tú estás aquí, yo estaré aquí.
Cira sabía sus intenciones y apretó los labios: -No planeo reconciliarme contigo.
Tranquilo, Morgan respondió: Aún no he empezado a perseguirte en serio, ¿ cómo puedes estar tan segura de que no terminarás en mis brazos?
Sin saber qué responder, Cira se soltó de su agarre y aceleró el paso.
Sin embargo, seguirla le dejó algo mareada. Al llegar al estacionamiento, recordó que no tenía coche y se giró para tomar un taxi, pero Morgan la agarró con una mano mientras con la otra desbloqueaba su Maybach: Sube a mi coche.
No.
-Solo un rato.
-No.
-Vamos, será cómodo.
Se dio cuenta tarde de que estaba siendo coqueteada, Cira lo miró furiosa, mientras la risa de Morgan resonaba en el estacionamiento.
Al final, Cira no tuvo más remedio que subir al coche debido a su insistencia.
Y ceder ese paso solo significó que él se volviera aún más audaz.
Subir al coche significaba entrar al hotel juntos, entrar al hotel significaba entrar a la habitación juntos, entrar a la habitación significaba besarse, tocarse, que ella le llamara Morgi.
Cira no podía esquivarlo, solo podía cubrir su boca:
…No hables más.
Morgan no era de los que hablan mucho durante esas actividades. Levantó sus piernas sobre su cintura, rozando su frente contra la de ella y otras partes también, mientras Cira miraba con los ojos llenos de emoción.
En ese momento, ella realmente no quería continuar, siempre sintiendo que sus avances eran trampas, y quería rechazarlo, pero ya era demasiado tarde.
No había protección en la habitación, por lo que Morgan tampoco tomó precauciones.