Capítulo 0368
Luis giró inmediatamente la cabeza.
Tras una pausa, se ¿
Co detrás de la oreja y levantó la vista hacia él:
tú y la secretaria López… se han reconciliado?
Morgan sostenia un vaso de cristal, con la base apoyada en la palma de su otra mano, y respondió con un tranquilo sí.
Luis preguntó: -Entonces, ¿por qué…?
La mirada de Morgan se endureció por un instante.
Luis detuvo su pregunta.
Pensando un poco, como si hubiera entendido, soltó una risita y se recostó casualmente en el respaldo de la silla, No es de extrañar que digan que el dolor es el mejor maestro… Vale, ya entiendo, me encargaré de ello.
Cuando llegó el servicio de habitaciones con la comida, Luis estaba a punto de ver qué había de bueno, pero Morgan lo interrumpió: -No pedí tu parte.
Luis, entre risas y quejas, dijo: ¡Vale! Soy como un viejo buey, solo trabajo sin comer, buscaré algo yo mismo.
Morgan tomó las llaves del coche que Luis había lanzado descuidadamente sobre la mesa al entrar, y se las lanzó: -Ten cuidado.
Luis movió la mano en señal de entendimiento, saliendo de forma relajada y despreocupada, echando una mirada intencionada o no a la dirección de la habitación al cerrar la puerta.
Una vez cerrada la puerta, su actitud despreocupada se desvaneció, su expresión era indescriptible. Se quedó quieto un momento, encendió un cigarrillo y comenzó a bajar las escaleras fumando.
Morgan dejó el vaso de agua y se dirigió hacia la habitación.
Cira, de pie al lado de la cama mirando a su alrededor, lo vio entrar y se detuvo un momento antes de preguntar: -¿Dónde está mi ropa de ayer?
-La envié a la tintorería.
Morgan se acercó, rodeó su cintura con un brazo, su mano cayendo justo donde la camisa apenas la cubría, su mirada oscura: Sin ropa, ¿no me llamaste? ¿Así
saliste?
Cira, llevada por sus emociones la noche anterior, actuaba con naturalidad, pero ahora, despierta y a plena luz del día, no se sentía tan cómoda con esa intimidad.
Frunció los labios; —No sabía que Luis también estaba aquí, ¿los interrumpf?
Morgan bajó la cabeza para buscar sus labios: No me gusta que otros te vean así.
Cira tenía un aspecto frío y distante, siempre lucía serena y racional.
Solo al despertar, sin guardias, con una mirada confundida, parecía un ciervo perdido, provocando en él un fuerte impulso de hacer algo.
El aliento de Morgan le causaba a Cira un torbellino de emociones, intentó esquivar su beso de lado: ¿No es él tu amigo?
-Ni siquiera eso está bien. No te escondas.
Cira vaciló un momento, pero fue atrapada por su beso.
Lo siguió retrocediendo unos pasos hasta quedar apoyada contra el armario, con las muñecas de ambas
forzada a inclinar los sujetadas por la suya por encima de su cabeza,
forzada a inclinar la cabeza hacia atrás para recibirlo.
Había usado loción después del afeitado, el aroma fresco de menta invadía sus fosas nasales, dándole la sensación de que todo su ser estaba impregnado de su esencia.
Morgan levantó el dobladillo de su camisa y echó un vistazo, sus ojos se oscurecieron aún más: -Realmente no llevas nada.
No encontré nada que ponerme -Cira sintió su mano, jadeó
involuntariamente y luchó por liberar sus manos para empujarlo, pero no tuvo éxito, balbuceando apresuradamente. -Morgan, espera, tengo hambre, necesito
comer.
La voz de Morgan era húmeda: -Yo también tengo hambre.
Claramente, no hablaban del mismo tipo de hambre.
Cira, temiendo que él se emocionara y pasara a más, se apresuró a decir:
a decir: -No he
comido en tres comidas.
Morgan finalmente retiró su mano, miró sus dedos y murmuró con desdén: -Sí que tienes hambre.
Cira estaba segura de que ese hambre tampoco era el suyo.
Algo enfadada, se soltó con fuerza.
Esta vez él no se aferró a ella, la soltó siguiendo el movimiento, fue al baño a lavarse las manos, y de paso sacó unas bragas desechables y una bata de baño para que se pusiera primero,
Cira había buscado por todas partes y no había encontrado la bata de baño, resultó que estaba en el armario del baño.
Arreglada y salida, no vio a Luis, sabiendo que se había ido, mientras Morgan ya había colocado la comida enviada por el servicio de habitaciones en la mesa.
Cira tocó el borde del plato, estaba un poco frío, pero no dijo nada, pensó en comerlo así.
Morgan la miró y, sorprendentemente, entendió su intención, llevó la comida a la pequeña cocina y la calentó en el microondas.
Ella estaba, en cierto modo, sorprendida.
Antes él no solía observarla tanto ni tomar la iniciativa de hacer estas cosas.
Mientras Morgan esperaba, se apoyaba casualmente en el gabinete.
Hoy vestía inusualmente colores cálidos, un suéter de cuello redondo de color beige claro, de corte casual, la línea de los hombros cayendo en el lugar correcto de los brazos, dándole un aire joven y moderno, suavizando su habitual aura inaccesible y distinguida.
Al fin y al cabo, solo tenía veintiocho años, pero su posición elevada y su poderoso aura a menudo hacían olvidar su edad.
De repente, Morgan dijo: Osiel te suspendió, vuelve a el grupo Nube Celeste, te he estado esperando.