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Reconquistando a Mi Encantadora Secretaria Capítulo 317

Capítulo 0317

Cira había terminado su tratamiento intravenoso a las ocho y poco de la mañana y decidió que no tenía sentido quedarse en el hospital. Planeaba regresar al hotel para descansar y arreglarse antes de ir a la oficina por la tarde.

Justo cuando estaba levantando las mantas para levantarse, escuchó en la puerta una melosa y extravagante: -Honey.

Cira frunció el ceño, presintiendo que algo no iba bien, y echó un vistazo detrás de la cortina: ¡tal como sospechaba, era Fermín!

Fermín también la vio y su sonrisa se amplió: -Secretaria López, ¿ya te has levantado? Perfecto, te he traído el desayuno. Cómetelo mientras está caliente.

Traía consigo varias bolsas, que colocó sobre la mesita: -No sabía qué te gustaba, así que compré un poco de todo. Elige lo que quieras

Cira lo observó fijamente, algo no cuadraba: -¿Cómo sabía el seño García que estaba hospitalizada?

¿Se lo había dicho Osiel? Ella no le había informado a Osiel en qué hospital ni en qué habitación estaba, ¿cómo pudo encontrarla tan precisamente?

Fermín, pese a ser temprano, estaba vestido impecablemente, con un traje perfectamente planchado. Sus ojos brillaban con una mirada coqueta y divertida dirigida hacia ella.

-El dolor está en tu cuerpo, pero lo siento en mi corazón. Sentí que algo no estaba bien, así que vine.

Cira no estaba de humor para bromas y preguntó seriamente: -¿

Cómo lo supo realmente, señor García? ¿Me está siguiendo o vigilando?

Viendo su expresión severa y genuinamente enojada, Fermín dejó de lado su actitud juguetona, tomó una silla y se sentó junto a su cama.

-Anoche, un amigo mío tuvo un accidente de coche y lo llevaron a urgencias. Te vio allí. Esta mañana me lo contó y vine enseguida. Pregunté en la recepción por Cira y me indicaron tu habitación.

-¿Está claro ahora, Secretaria López? ¿Necesito traer a mi amigo y a la enfermera para que confirmen mi historia?

Aún así, algo no encajaba.

Cira frunció el ceño: -¿Cómo sabía su amigo quién era yo? —y más aún, ¿por qué se lo había mencionado específicamente a él?

Fermín cruzó las piernas, sonriendo con desparpajo: —Porque yo, en todo lo que hago, prefiero ser franco y directo. Todos mis amigos saben que estoy interesado en ti

Cira quedó perpleja: -¿Qué?

Sin inmutarse, Fermín continuó: -Tengo tantas cenas y eventos cada día, y mis clientes y amigos siempre tratan de presentarme mujeres, pero ahora que estoy interesado en ti, debo ser fiel. Así que les dije claramente que estoy persiguiendo a una mujer, a ti. No me creían, así que les mostré tu foto.

Rió y dijo: -Dijeron que no es de extrañar que quiera cambiar mis costumbres por ti, que eres realmente hermosa.

Cira creía que eso era algo que él haría.

Su ánimo se complicó.

Era complejo porque nadie nunca le había dado un estatus tan

abiertamente.

Ni siquiera el estatus de persona que está siendo cortejada.

Exasperada, dijo: -Señor García, ¿podría no ser tan… exagerado? Esto podría causarme problemas.

-No habrá problemas. Si alguien se atreve a molestarte porque te estoy cortejando, haré que se arrepientan de sus acciones –

respondió Fermín, su tono ligero pero con un matiz amenazante.

Cira frunció el labio, intentando decir algo más, pero Fermín ya había tomado un tazón de jugo de soya con huevo y estaba decidido a alimentarla: -Prueba esto, parece que a mucha gente le gusta, debe

ser bueno.

Nunca antes Cira había sido alimentada por alguien y retrocedió instintivamente. Fermín, sin embargo, insistió: -Pruébalo, pruébalo.

-Señor García, Señor García, puedo hacerlo sola -protestó Cira, girando la cabeza, pero Fermín dijo: —No hay problema, cuidar a los enfermos es lo correcto.

Cira se negaba a aceptar: -Realmente puedo hacerlo yo… ¡mm!

Fermín aprovechó la oportunidad y le metió una cucharada en la boca. Cira, que realmente no apreciaba este tipo de contacto físico, miró enojada hacia Fermín, pero en ese momento, vio a otra persona entrar en la habitación.

Era Morgan.

Se atragantó en el acto, y el jugo de soya que no había tragado salió disparado de su boca. Empezó a buscar frenéticamente algo con qué limpiarse.

Morgan también se detuvo en seco.

Cira, en la cama, con los ojos ligeramente enrojecidos y una mancha blanca en la comisura de los labios, lo miraba furiosa, en una escena

que parecía tener un matiz de coquetería y provocación.

Su expresión se ensombreció de inmediato, sus ojos oscuros como el hielo.

Y lo peor era que Fermín seguía sonriendo y dijo: -¿Es para tanto, Secretaria López? ¿No puedes siquiera aguantar que te dé de beber jugo de soya? ¿Cómo vas a hacer cuando te alimente con otras

cosas?

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