Capítulo 0303
Fermín levantó la mano despreocupadamente, y el violinista se retiró respetuosamente. El ambiente se volvió tranquilo, y él dijo: -Andrés es un subordinado de Joaquín..
Andrés era aquel prisionero que, en la cárcel, había peleado con el padre de Cira, provocándole una fractura de pierna e incluso estuvo a punto de recibir un castigo adicional.
Después de recuperarse, Cira preguntó: -¿Cómo sabe usted de Andrés?
-¿Parece que no te sorprende esto? -Fermín observó agudamente y notó que su enfoque no era el correcto, que ella no se sorprendía de que Andrés fuera subordinado de Joaquín. Si no hubiera sabido, su primera pregunta habría sido sobre Andrés, no sobre él.
Cira no se defendió. Ella ya lo sabía.
Desde el principio, había sospechado que había algo extraño e pelea entre Andrés y su padre. Compartió sus sospechas con Isab quien le ayudó a investigar con un amigo guardia de la prisión.
Andrés tenía un compañero de celda con quien se llevaba muy bien y con quien compartía todo. Este compañero vendió a Andrés a los guardias, diciendo que Joaquín había enviado un mensaje para que aprovechara la oportunidad de romper la pierna del padre de Cira.
-Marcelo le rompió la pierna a Joaquín, quien guardó rencor. Pero no podía vengarse ni de Marcelo ni del señor Vega, así que se fijó en ti. La pierna de tu padre no mejorará, lo que, redondeando, hace de Marcelo el principal culpable.
Fermín dijo lentamente: -Es él quien te ha hecho daño
Cira apretó los dedos, sintiéndose perturbada.
En ese momento, se oyeron pasos ligeros. Cira levantó
instintivamente la cabeza y vio a Marcelo a unos metros de distancia.
Estaba sorprendida.
Fermín no se giró, pero sabía que era Marcelo. Se quitó la servilleta y la dejó sobre la mesa, sonriendo: -Aún no han servido la comida. Iré al baño.
Se levantó y les dejó espacio para hablar.
Cira se quedó sentada, viendo cómo Marcelo se acercaba.
Él seguía llevando sus gafas con montura dorada, con la cadena colgando sobre el hombro, tan elegante y refinado como la primera vez que se vieron.
Cira no hizo cortesías falsas. No necesitaba pensar y preguntó: -¿El
señor García te llamó?
Marcelo se sentó y dijo: -Lo siento.
No esperaba que Joaquín fuera a vengarse de su padre.
Cira, al saber que Andrés era hombre de Joaquín, había adivinado algo así.
Sacudió la cabeza y dijo objetivamente: -Fue por mí que fuiste a confrontar a Joaquín. Lo que vino después no es tu culpa, el
verdadero culpable es Joaquín. Ya he encargado a un abogado que prepare la documentación, voy a denunciarlo.
De repente, Marcelo se quitó las gafas.
Era la primera vez que Cira lo veía sin ellas. Sin el cristal que lo cubría, su mirada perdía algo de suavidad y se volvía más penetrante.
Las gafas eran el disfraz de Marcelo. Hoy quería que ella viera al
verdadero él.
Habían viajado juntos desde La ciudad de Sherón, a Ciudad Aguavilla, luego a Ciudad de Xoán.
Él la había ayudado en el yate, acompañándola a disculparse con la enfermera herida. Ella había sido su asistente durante dos meses, ayudándolo a registrar esos complejos datos de ingeniería.
Habían pasado por mucho juntos.
Marcelo la miró, su tono era suave: -Entonces, ¿qué piensas sobre lo
de anoche?
¿Qué pensaba ella de su declaración?
Cira tragó saliva y bajó la vista, evitando su mirada: -Profesor Sánchez, eres el mejor hombre que he conocido, no merezco estar a
tu altura.
Al decir esto, tanto Cira como Marcelo sintieron la misma tristeza y
melancolía.
Pero Marcelo no insistió. Los adultos sabían cuándo parar.
Insistir solo arruinaría la dignidad restante y mancharía los buenos recuerdos, llevando a un final en el que nunca más se cruzarían, lo cual sería aún más lamentable.
Después de un rato, Marcelo dijo: Una universidad en la capital me ha ofrecido una posición. El próximo semestre, ya no estaré en la
ciudad de Sherón.