Capítulo 0216
Cira no sabía de qué estaban hablando, y ambos dejaron de hablar al
unísono.
Ella miró a Morgan, luego a Marcelo sentado junto a la cama,
intentando sentarse.
Como su mano izquierda estaba herida, no pudo apoyarse en el colchón. Marcelo se levantó de inmediato, ayudándola naturalmente a apoyarse en sus hombros y colocando una almohada detrás de su cintura para que estuviera más cómoda.
Su expresión ya era amable y cuidadosa: -¿Cómo te sientes? ¿Duele?
Cira negó con la cabeza: Tomé un analgésico, no duele. ¿Cómo has venido? ¿La lesión de la señorita Sánchez es grave?
Marcelo respondió: -La cirugía salió bien, su anestesia aún no se ha disipado, todavía no ha despertado. Dejé a un cuidador en la habitación, me avisarán en cuanto despierte.
Cira frunció el ceño.
Marcelo adivinó que ella quería que él regresara para cuidar de Emilia y no se preocupara por ella.
Antes de que ella pudiera hablar, dijo: -La habitación de Emilia está en este mismo piso, solo a unos pasos. No me sentiría tranquilo si no viniera a verte.
Dicho esto, Cira tuvo que tragarse sus palabras originales,
cambiando por: -Creo que ni siquiera te pregunté, ¿resultaste herido?
En ese momento, el perro perseguía a Emilia para morderla, y Marcelo no tenía arma. Rescatar a alguien de un perro es difícil sin salir herido, ¿no?
Marceló negó con la cabeza, indicando que no.
Pero su manga accidentalmente se subió, y Cira vio el borde de una venda, quedando sorprendida. Inmediatamente desenrolló su manga, revelando una venda alrededor de su antebrazo.
-¡Dijiste que no! -Cira exclamó, su tono ansioso.
Marcelo tenía una sonrisa en sus ojos, similar a la última vez que ella le preguntó sobre su prometida, diciendo suavemente: -Solo fue un mordisco superficial, una vacuna antirrábica lo solucionará.
Cira no estaba muy convencida: -¿De verdad solo fue un mordisco superficial?
¿Quieres que me quite la venda para que lo veas?
-No es necesario.
Morgan estaba callado, con aire sombrío.
Marcelo tomó la mano de Cira: -Tú también, la próxima vez que quieras hacer lo correcto, asegúrate de protegerte primero.
-Lo sé.
-¿Por qué eres tan curiosa? Querías ver cómo mataron a esa persona, ¿no temes tener pesadillas… o ya las has tenido?
Acertó en el clavo.
Cira asintió resignada.
Marcelo pensativo: -Escuché que comer huevos hervidos puede calmar a alguien después de un susto. Te traeré un par más tarde.
Cira resignada: -Eso es engañar a los niños, ¿no? Eres un profesor universitario, ¿no es inapropiado decir cosas sin sentido?
-La ciencia termina donde comienza el misticismo.
Ellos hablaban como sí nadie más estuviera presente, ignorando completamente a Morgan en la otra cama.
Morgan miraba cómo la mujer que siempre estaba en guardia o cautelosa ante él, y que nunca ocultó su rechazo, hablaba y reía con otro hombre a solo un metro de distancia.
-Cira -llamó con voz grave.
Cira miró hacia él, viendo a Morgan con un semblante frío, apagando la luz de la cabecera: -Necesito descansar, no hagan ruido.
Marcelo entonces dijo: -No es apropiado que un hombre y una mujer compartan una habitación, Cira, te ayudaré a trasladarte a la
habitación de Emilia.
Si pudiera moverse, Cira estaría ansiosa por irse.
Pero Morgan no estaba dispuesto a dejarla ir.
Él sonrió sin humor: -Secretaria López, ¿quieres irte ahora?
El subtexto era que si se iba ahora, él no cumpliría su promesa de
borrar las fotos una vez que ella fuera dada de alta.
–
Cira apretó la manta, conteniendo la respiración: -… No es necesario, mi herida no es grave, solo me quedaré dos días en el hospital, puedo irme pasado mañana, sería demasiado molesto cambiar de
habitación, está bien así.
Marcelo dijo insatisfecho: -Cira.
Cira, contenida: -Profesor Sánchez, mejor ve a cuidar a la señorita Sánchez, ella depende mucho de ti. Si despierta y no te ve,
seguramente llorará.
-Cira -Marcelo enfatizó.
Sus ojos detrás de las gafas se volvieron agudos. Se dio cuenta de que ella estaba siendo amenazada por Morgan.
No era de extrañar que la última vez, cuando Morgan le pidió que se quedara para registrar los datos de la montaña, ella no se negó.
Miró a Morgan con precaución, quien no mostró ninguna reacción emocional, y Marcelo dijo: -Estoy aquí, no tienes que tener miedo. Cualquier cosa que pase, dímelo, puedo ayudarte.
Cira, con una luz tenue en sus ojos, apretó los labios: -De hecho, hay algo que quisiera consultarte.
Marcelo asintió: -Dime.