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Mi Frío Exmarido Capítulo 52

Capítulo 52

*¿Hola?” Una voz somnollenta se filtró por el teléfono y fue entonces cuando Amelia se dio cuenta del cambio de horario entre su ubicación actual y su hogar.

Queria decir que habia marcado por error y dejar que Fausto siguiera durmiendo, pero antes de que pudiera hablar, su padre ya se habla sentado preocupado y le preguntó: “Meli, ¿qué pasa? ¿Por qué llamas tan tarde? ¿Ocurrió algo?”

“No, marqué mal’ Amelia se apresuró a calmarlo, “Lo siento, papá, te desperté.”

“Está bien, mientras no sea nada grave El hombre suspiro aliviado, ya completamente despierto, dispuesto a charlar, “¿Cómo te va por alla? ¿Te estás adaptando bien? ¿Tienes suficiente dinero? ¿Quieres que te mande algo más?”

“No hace falta, papá, tengo suficiente. Aquí me tratan muy bien y los compañeros son agradables, no te preocupes por mí.” Amelia habló con voz suave, tratando de tranquilizarlo. “Más bien asegúrate de cuidarte mientras no estoy y no escatimes en darte gustitos.”

Tranquila, estoy muy bien.” Fausto sonrió, queriendo tranquilizarla, Hoy estuve hablando de ti con tu hermano y tu mamá. Nos preguntábamos cómo estarías, ya que hace tiempo no nos llamabas y aunque pensamos en llamarte, no queríamos molestarte por la diferencia de horario y que afectara tus clases o tu descanso. Y mira, esta noche nos sorprendiste con tu llamada.

La voz envejecida de Fausto se llenaba de felicidad y satisfacción. –

Pero Amelia sintió un nudo en la garganta

Debido a un desacuerdo con su madre y su hermano antes de partir, no había llamado a casa desde que les informó a su padre que había llegado bien, no se había dado cuenta de que habia lastimado los sentimientos de su padre.

¿Mama? Amelia dudo, preguntando en voz baja, ¿Cómo están ella, mi hermano y su esposa?”

“Todos están muy bien, no te preocupes. Cuidate mucho. Fausto respondió con alegría.

“De acuerdo.” Amelia asintió suavemente, notando que su padre estaba de buen ánimo. Después de pensarlo un poco, no pudo evitar preguntarle, “Papá, ¿puedo hacerte una pregunta?”

“Claro, ¿qué sucede? Respondió el hombre.

Cuando me encontraste, Amelia apretó los labios ligeramente, bajando la voz, ¿dije algo sobre mi familia o mi

nombre?”

Fausto se quedo en silencio por un momento y luego preguntó con cuidado: “Meli, ¿por qué preguntas eso? ¿Encontraste a tu familia?”

La alegria en su voz había desaparecido, reemplazada por un tono cauteloso y melancólico.

“No, Amelia notó la tristeza en su voz y se apresuro a consolarlo, “Papá, no pienses mal. Solo fue que hoy me encontré con una compañera que también perdió a su familia y terminamos hablando del tema. Me dio curiosidad y quise preguntarte. No tengo intenciones de buscarlos, no te preocupes.”

“No es que quiera impedirte buscar a tu familia, solo que pensar en que algún día regreses con tus padres y no vuelvas me duele Fausto suspiro, su voz se torno mas baja.

“No va a pasar, papá No pienses tonterias Amelia se sentia un poco culpable, “Solo era curiosidad. No importa lo que pase, siempre seras mi papá.”

Pero su intento de consolarlo no tuvo mucho efecto y lo que siguio fue un suspiro al otro lado del teléfono. Tal vez era la oscura noche lo que despertaba esas emociones tristes o algo más, pero Fausto se sentia evidentemente decaido.

Amelia se sentia arrepentida y lamentaba haber traido el tema a colación.

Desde que recordaba, quizás por una cuestión de seguridad, Fausto evitaba hablar de ese tema. Siempre que mencionaban como la había encontrado, su ánimo decaia instantaneamente, llenándose de melancolia, como si

teriera perderia

Después de que eso sucediera varias veces, Amelia empezó a entender la preocupación de su padre y se esforzaba por no preguntarte sobre su pasado.

Hoy, sin embargo, había dejado que sus pensamientos se desvanecieran y sin querer habla revivido la melancolia de Fausto en medio de la noche..

“Papá Amelia llamó con tristeza, “Realmente solo era curiosidad, no te pongas triste. No estoy buscando a nadie.”

“Es mi culpa,” suspiro Fausto, “la verdad es que buscar a tus verdaderos padres es lo justo. Desde chiquita has sufrido mucho con nosotros, no tengo grandes habilidades y tampoco he podido cuidarte como se debe.”

La emoción de Fausto era como una cascada imparable.

Amelia lo interrumpió con suavidad: “Papá, no digas eso. Ustedes me han cuidado muy bien. Si no fuera por ti y por mamá, no estaria donde estoy ahora. No hables así, por favor.”

“Ay, tu mamá… Fausto volvió a suspirar, queriendo seguir con su lamento, cuando de repente el sonido agudo de la voz de Blanca lo interrumpio, “¿Con quién estás hablando a estas horas de la noche?”

“No es nadie, se equivocaron de número,” respondió sumisamente Fausto, presionando el celular para decirle a Amelia en voz baja, “Ya no hablemos más, adiós. Descansa.”

Pero antes de que pudiera colgar, Blanca le arrebató el teléfono.

La voz aguda y cargada de Blanca resonó al otro lado de la linea: “Ya sabía yo, a estas horas de la noche la única quel llama es esa niña ingrata. Cuando se llevó el dinero actúo toda valiente, ¿no? No quiso saber nada de la familia con tal de devolverle el dinero a ese tal Dorian y si ella no quiere saber de esta familia, pues nosotros tampoco queremos una hija asi. ¡Qué mala suerte!”

Tras gritar, colgó el teléfono de golpe.

Amelia se sintió triste, no sabía si por las palabras de Blanca, por Fausto o por alguna otra razón.

Claramente, Blanca había gritado esas cosas para que Amelia las escuchara.

Cuando decidió devolverle el dinero a Dorian, sabía que su relación con Blanca nunca volvería a ser la misma, pero escucharla decir esas palabras tan claramente todavía le dolia mucho.

Nunca antes había sentido tan profundamente que no tenía un lugar al que regresar, un hogar.

No sabía de dónde venía ni a dónde debería ir.

Si en este mundo había alguien que supiera quién era ella, ese solo podría ser Fausto, quien la había encontrado.

Pero lamentablemente, él no podía darle ninguna información útil.

Era demasiado pequeña en aquel entonces, no podía recordar nada.

Se sentía desamparada y perdida.

Antes, al menos tenía un hogar y podía intentar no pensar en ello, pero ahora sabía perfectamente que no podia regresar a la casa en la que había crecido.

La tristeza se esparció por su corazón y no sabía por qué había hecho esa llamada, como si quisiera romper una barrera que mantenía todo en su lugar.

Las lágrimas caían acompasadas por la tristeza que inundaba su pecho.

Justo en ese momento, alguien tocó a la puerta.

“Amelia,” la voz grave de Dorian resonó a continuación.

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