Capítulo 42
“No te preocupes, ve a descansar,” le dijo, volviéndose hacia alla “La cocina está llena de humo, no es buen lugar para
“No hay problema. Ya estoy acostumbrada a cocinar, el olor na me molesta.”
Amelia se dirigió hacia el fregadero donde estaban los ingredientes, tomó la zanahoria y el pelador de la tabla de cortar y estaba a punto de ayudar, cuando Dorian se giró, le quitó la zanahoria y el pelador de las manos,
“Escúchame, ve al salón o vuelve a tu habitación a descansar,” le dijo Dorian. “En este momento, deberlas priorizar el descanso, no hacer esfuerzos físicos.”
Su voz no era alta, y su tono no era agresivo, pero había un matiz de firmeza que no admitia rechazo.
Amelia no había olvidado que Dorian se había vuelto frío de repente en el camino de regreso cuando mencionaron a Amanda. Aún se estaba acostumbrando a sus cambios de humor, asi que asintió levemente y con un “uh-huh dudoso, se fue. Pero no se sintió bien yendo directamente a su habitación a esperar la cena, asi que se sentó en el sofá del
salón.
Dorian estaba solo en la cocina, ocupado. Ya se había quitado parte del traje al entrar en la casa, pero no había tenido tiempo de ponerse ropa de casa, todavía llevaba la camisa blanca y los pantalones negros del trabajo, lo que contrastaba con la cocina llena de humo y olores.
Era un hombre alto, de más de un metro ochenta, con una figura perfectamente proporcionada, hombros anchos y piemas largas, sus músculos estaban definidos. La camisa blanca y los pantalones negros le daban un aire de distinción y austeridad, como si en cualquier lugar donde se parara se convertiria en una obra de arte, e incluso, cada movimiento suyo desprendía un atractivo hormonal irresistible.
Amelia nunca negó que estaba fisicamente atraída por Dorian, especialmente cuando él volvia de trabajar tarde y justo cuando ella apagaba la luz para dormir, él llegaba con ganas y sin quitarse el saco, se inclinaba para besarla. En esos momentos, mientras la besaba, se quitaba el saco y los botones con una mano, su camisa blanca y planchada se arrugaba con los besos profundos y los músculos de su pecho se intuían a medida que se desabrochaban los botones. En esos momentos, Dorian dejaba de ser el hombre frío y distante para convertirse en alguien lleno de deseo y sensualidad.
En ese aspecto, eran casi perfectos.
Ya fuera por fuerza, técnica, paciencia o algo más, Dorian era un maestro en esas artes.
Y para Amelia, su atracción por él se duplicaba en esos momentos.
Le gustaba el Dorian apasionado, la forma en que la miraba, su respiración inadvertida y su ternura, todo lo hacia palpitar con deseo.
Ese Dorian con su mirada llena de ternura y deseo parecía tener las mismas pasiones y deseos que cualquier otra persona, no como el hombre trabajador, estricto y distante, que la hacía sentir como si estuvieran separados por
montañas inalcanzables.
Lástima que ese aspecto del hombre no se viera muy a menudo.
Como si sintiera su mirada, Dorian, que estaba ocupado, de repente se volvió.
Amelia no tuvo tiempo de esquivar y sus ojos chocaron con los oscuros ojos de Dorian.
Él vio el leve pesar y la nostalgia en sus ojos.
Arrugó ligeramente el ceño, su mirada se profundizó en los ojos de ella.
Amelia se sintió un poco avergonzada por haber sido descubierta e incómoda, desvió la mirada.
Dorian frunció aúrt más el cerio, dejó lo que estaba haciendo y camino hacia ella.
“¿Qué pasa?, preguntó él, con la voz calmada y grave que siempre tenia.
Capitalo 42
Amelia sonrió levemente y negó con la cabeza: “Nada, solo me acordé de algo.”
“¿De qué?”, preguntó, parado frente a ella.
Era alto y estaba de ple; Amelia estaba sentada, y con Dorian parado frente a ella, de repente sintió una presión
dominante.
Ella simplemente negó con la cabeza: “De verdad, no es nada. Continúa con lo tuyo, no te preocupes por mí
Dorian no se fue, se quedó allí de ple, mirándola fijamente, como queriendo profundizar más.