Capítulo 386
Serena se asustó con el gesto de Fabio y se acurrucó instintivamente en los brazos de Amelia, sin atreverse a mirarlo, pero también temiendo que su mamá fuera maltratada, aunque no podía evitarlo.
Amelia la abrazó más fuerte y le dio palmaditas en el hombro mientras le susurraba al oído: “No tengas miedo, mi vida.” Fabio observó la ternura con qué protegía a Serena y fijó su mirada en Amelia.
“¿Quién es esta niñita?“, preguntó, yendo directo al grano.
“La hija de una amiga.” La voz de Amelia era fría, después de responder, intentó irse con Serena en brazos.
Pero Fabio no se lo creyó y dio un paso adelante para detenerla de nuevo.
“Imposible, tú no tienes tiempo para andar cuidando a la hija de otra persona. Esta pequeña tiene un carácter que es igualito al tuyo.” Dijo Fabio, echando un vistazo a Serena y luego volviendo a mirar a Amelia con una pregunta en su voz, “¿Es tu hija?”
Ella apretó los labios sin responder.
“¿Cuándo tuviste una hija?“, insistió Fabio, su mirada moviéndose incesantemente entre Serena y Amelia.
No le respondió y trató de pasar por su lado para irse.
Pero ella no era rival para la altura y corpulencia de Fabio y menos aun cargando a una niña. No había dado dos pasos cuando Fabio la detuvo agarrándola del brazo.
“¿Quién es el papá de la niña?”
Fabio ya había enfriado su expresión y adoptando el rol del hermano mayor comenzó a reprender a Amelia, “¿Cómo puedes ocultarle a la familia un asunto tan importante como tener una hija?”
Amelia no quería discutir con Fabio delante de Serena.
Lo miró con serenidad: “Hermano, lo que tengamos que hablar, lo hacemos en privado. Ahora tengo un asunto urgente y debo irme, ¿podrías hacerme el favor de apartarte?”
Beatriz también se acercó rápidamente a Fabio: “Sí, lo que sea se puede hablar después, no asustes a la niña.”
“¿Cómo vamos a hablar en privado?” Fabio también se enojó, “No contestas las llamadas, no vuelves a casa. No sé cuánto tiempo llevas en Arbolada sin siquiera avisar.”
Su voz alta hizo que los turistas cercanos se giraran curiosos hacia ellos.
Amelia, preocupada por no asustar a Serena, la apretó contra ella y luego miró a Fabio, todavía muy calmada: “Hermano, no es que yo no quiera volver a casa, es que ustedes no me dejaron volver. Por favor, no tergiverses las cosas, si sigues insistiendo, voy a llamar a la policía.”
Dicho eso, Amelia sacó su teléfono, lista para llamar a las autoridades.
Fabio tuvo que soltarle el brazo.
Ella se fue con Serena en brazos.
Fabio, mirando a Serena, recordó su encuentro casual con Dorian y preguntó de repente: “¿Ella es la hija de Dorian?”
Pero Amelia no se detuvo ni un segundo, como si no hubiera escuchado, siguió caminando con expresión inmutable hacia el centro de visitantes con Serena en brazos.
Sin embargo, Fabio estaba cada vez más convencido de su teoría, como si hubiera descubierto un gran secreto, la siguió de cerca, indignado y buscando confirmación:
“¿Es o no es hija de Dorian? La edad de esta niña solo puede significar que ya estabas embarazada cuando te fuiste de Arbolada, solo puede ser hija de Dorian. ¿Su familia sabe algo de esto? Esto es demasiado, te esforzaste para darle una hija y ellos te abandonan así, voy a confrontarlos ahora mismo…”
“¡Fabio!”
00:20
Capitulo 386
Amelia lo llamó con voz firme.
Su hermano se calló de golpe.
Dorian, que estaba en la puerta trasera hablando por teléfono, frunció el ceño y se volvió instintivamente, viendo a una Amelia sin expresión y a un Fabio intentando agarrar su brazo.
Los turistas ya habían formado un círculo alrededor, mirando con curiosidad y cuchicheando entre ellos, pero como parecía un asunto familiar, nadie se atrevió a intervenir.
Dorian rápidamente le dijo a la persona al teléfono: “Lo siento, tengo un asunto que resolver ahora, Yael se pondrá en contacto contigo.”
Colgó el teléfono y se apresuró hacia Amelia.
Amelia ya se había girado a enfrentar a Fabio y no vio a Dorian acercándose.
Serena alzó la vista y rápidamente llamó a Dorian, gritando: “¡Papá!”
Su voz era clara y ansiosa.
Fabio, por instinto, levantó la cabeza y al ver a Dorian acercándose, se quedó sorprendido. Pero ya Dorian se había detenido frente a Amelia y extendió sus brazos hacia Serena, quien estaba en sus brazos.
Su hija, también con cariño, se volvió hacia Dorian y mientras se dejaba abrazar, le dijo con nerviosismo: “Papá, este señor no quiere dejar, que mi mamá se vaya.”
“No te preocupes, Serena“, le tranquilizó Dorian con voz suave mientras la abrazaba.
Fabio los observaba asombrado y confundido.
Una cosa era sospecharlo, pero ver a Dorian en persona lo dejó en shock.
Amelia no miró a Dorian, solo se dirigió a él diçiendo: “Llévate a Serena y espera un momento.”
Luego, sin más, agarró a Fabio del brazo y lo arrastró hacia afuera.
“Papá, ¿qué le pasa a mamá?” Preguntó Serena, mirando preocupada a Dorian.
“Tu mamá tiene que hablar con tu tío un momentito,” explicó Dorian, consolándola con ternura. Luego, bajando la voz,
le dijo: “Serena, quédate con tu madrina y Yael un rato, ¿si? Voy a buscar a mamá y luego vuelvo por ti, ¿está bien?”
“Está bien.”
Como siempre, Serena asintió obediente.
Dorian, con el corazón apretado, le acarició la cabeza y la llevó de vuelta con Frida y Yael.
Ambos estaban aburridos, tomando licuados y jugando con sus teléfonos. Al ver que Dorian regresaba solo con Serena, Frida frunció el ceño: “¿Y Meli?”
“Tiene que hablar con su hermano“, explicó Dorian.
“¿Su hermano?” La voz de Frida se agudizó. “¿Qué hace él aquí?”
“Supongo que vino con su hija y se encontraron.”
Dijo Dorian y al dejar a Serena en un asiento, añadió: “Por favor, cuiden de Serena, voy a buscar a Amelia.”
Frida asintió rápidamente: “Ve, ese hombre no es nada fácil, me preocupa que Meli no pueda manejarlo.”
Dorian asintió y después de asegurarse de que su hija estaba bien, salió en busca de Amelia y Fabio, pero la dirección en la que habían desaparecido ya estaba vacía.
Beatriz todavía estaba allí con su hija esperando.
“¿A dónde se fueron?” Dorian preguntó a Beatriz.
Ella también parecía desconcertada: “Supongo que se fueron por allá, no estaba prestando atención.”
Sin decir más, Dorian sacó su teléfono, marcó un número y se dirigió hacia donde Amelia había desaparecido.
09:39
Amelia llevó a Fabio a un rincón apartado antes de soltarlo.
Fabio, sin esperar a que ella hablara, ya estaba protestando: “Así que ella es la hija de Dorian. ¿Ustedes se casaron en secreto de nuevo o qué?”
“¡No!”
Con una respuesta rotunda, Amelia se giró hacia él: “Mi hija es solo mía y no tiene nada que ver con nadie más. Ni con Dorian, ni con la familia Ferrer. Así que no empieces con tus ideas locas.”
¿Qué ideas locas puedo tener yo? Si acaso, estoy pensando en tu bien,” Fabio se defendió indignado. “¿Cómo puedes decir que no tienen nada que ver? ¿Eres tonta o qué? Una mujer se arriesga y sufre mucho para dar a luz un hijo y al final no solo no reclamas derechos de herencia, ni siquiera pides manutención, luego dices que no tienen nada que ver. ¿No piensas en ti misma? ¿No piensas en tu hija? Si no te agarras de Dorian ahora, ¿qué pasará si él se vuelve a casar y tiene más hijos? ¿Qué va a pasar si le deja todo a los hijos de su nueva esposa? ¿No se sentirá mal tu hija? Siendo también su hija, ¿por qué debería vivir peor que los hijos de la otra mujer? ¿Realmente piensas en el bienestar de tu hija?”
“¡Eso también es asunto mío!“, exclamó Amelia con frialdad, “No necesito que nadie intervenga en mi vida en nombre de lo que piensen que es mejor para mí. Hermano, desde hace dos años, cuando mamá me echó de la casa, ya no tengo nada que ver con ustedes. ¿Entiendes que no tenemos ninguna relación? Te lo suplico, ¿podrías dejar de meterte en mi vida?”
Amelia se estaba quebrando mientras gritaba. Esos dos años en los que a sus espaldas buscaban a Dorian y a su familia, volvieron a invadir su mente, dominando todas sus emociones.
Ellos no la amaban. Por eso podían ignorar sus sentimientos y su situación, sin reparos buscaban a la familia Ferrer para sacar provecho bajo la excisa de ser parientes.
Eduardo y Cintia tenían prejuicios contra ella. No importaba cuán calmadamente les explicara que ella no tenía nada que ver con la situación o cuán enfáticamente se enfrentara a Blanca y Fabio al discutir y amenazar, ellos solo pensaban que estaba haciendo un teatro.
Despreciada y con la desconfianza de su familia política, también era ignorada por su propia familia que insistía en seguir su camino, Amelia conocía demasiado bien esa sensación de impotencia. Justamente porque Dorian tampoco tenía sentimientos por ella, había decidido divorciarse con determinación.
Para este tipo de problemas de intereses causados por ella, marcar una línea clara con Dorian era la única solución.
Blanca y Fabio eran un par sin vergüenza pero se preocupaban por las apariencias.
Por un lado, tras el vínculo matrimonial se sentían parte de la familia Ferrer, actuando como si no hubiera límites, tomando como suyas las posesiones de la familia Ferrer.
Pero una vez que perdieran ese vínculo del matrimonio, se sintieron sin derechos, avergonzados de pedir favores como antes.