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Mi Frío Exmarido Capítulo 366

Capítulo 366

“¿Qué dijo el médico?“, interrumpió Dorian, echando un vistazo al quirófano todavía iluminado.

“Siguen intentandolo“, susurró Fabiana. “La situación se ve complicada“.

Rufino no pudo evitar mirar preocupado a Dorian.

Este último miró lentamente hacia el quirófano, pero no dijo nada más, su rostro quapo no revelaba ningún sentimiento.

Cintia ya no podia contenerse y fuera de control, se abalanzó sobre Dorian y comenzó a golpear su camisa: “¿En qué te ha fallado tu papá para que ahora lo presiones tanto por una mujer?

Los presentes no pudieron evitar dirigir sus miradas hacia Dorian, con un dejo de reproche en sus ojos.

Él simplemente se quedó quieto, dejando que ella lo empujara, su nuez de Adán subiendo y bajando con fuerza.

Rufino y los demás rápidamente se adelantaron para separar a Cintia de él.

Finalmente, Dorian la miró: “Cintia, me preocupa mucho lo de mi papá, pero no es que el más débil siempre tenga la razón. Se trata de una chica viviendo su vida tranquilamente, sin molestar a nadie, pero ustedes la ven con malos ojos y se empeñan en oprimirla y acosarla por diversión Luego, cuando se encuentran con una resistencia y se lastiman, vienen a culparla por no haberse dejado pisotear. El mundo no funciona así, por favor no confundas las cosas.

Cintia se quedó sin palabras, incapaz de responder, solo podia llorar y cuanto más lloraba, más triste se sentía, murmurando cosas como “si algo le pasa a mi esposo, yo tampoco quiero seguir viviendo“.

Los demás se apresuraron a consolarla.

Otro pariente no se pudo resistir y le susurró: “Oye, Dorian, Cintia también está preocupada por tu papá y ha hablado sin pensar. Déjaselo pasar, ¿si?

Dorian la miró y no respondió.

El llanto de Cintia se calmó gradualmente con el consuelo de los demás.

El pasillo estaba tan silencioso como la muerte.

Nadie hablaba, todos esperaban ansiosamente.

Eduardo generalmente no se destacaba, pero siempre había sido generoso y bondadoso con la gente de su circulo, por lo que tenía una buena reputación.

Su sarcasmo solo se dirigía a aquellos que despreciaba.

Dorian también miraba en silencio la puerta cerrada del quirófano, apoyado ligeramente contra la pared, inmóvil.

Rufino le dio una palmada reconfortante en el hombro: “No va a pasar nada“.

Él asintió levemente y sin decir una palabra, se levantó para caminar hacia el final del corredor.

Había una ventana allí.

Dorian se detuvo frente a ella, de espaldas a todos, su silueta alta y erguida parecia inexplicablemente melancólica a

contraluz.

Nadie se atrevió a acercarse,

Rufino preocupado, se acercó y se detuvo junto a él, mirándolo: “¿Estás bien?”

Dorian asintió levemente, sin decir una palabra.

Rufino no sabía en qué estaba pensando.

Su rostro atractivo y profundo estaba muerto en silencio, algo que su amigo nunca había visto antes.

No sabía si Dorian se estaba culpando a sí mismo o estaba preocupado, o algo más.

Tampoco sabía exactamente cómo Dorian había presionado a Eduardo, pero por lo que habian dicho Fabiana y Cintia,

Capitulo 366

obviamente tenía que ver con Amelia.

Rufino sintió dolor de cabeza, era realmente frustrante y exasperante.

No sabía qué tipo de personaje era el padre de Dorian, tan obstinado y áspero, haciendo lo que queria, sin escuchar razones y con un temperamento que podía llevarlo al hospital por un estallido de ira.

Podía entender por qué el abuelo de Dorian no había querido lidiar con él.

Era como una muñeca de porcelana, no se podía gritar ni tocar, solo ser venerado, así que la única opción era dejarlo in para que se enfrentara a la vida por si mismo.

Pero en ese entonces, Eduardo, como hijo, tenia algunas consideraciones hacia su padre, sin atreverse a rebelarse.

Ahora que era su turno de ser padre, quería mantener su autoridad aunque no tenía la capacidad.

“Esto no tiene nada que ver contigo“, dijo Rufino, dándole una palmada en el hombro. “No tienes que culparte“,

La respuesta fue otro casi imperceptible asentimiento.

“No le digas nada de esto a Amelia“, dijo Dorian después de un rato, su voz sonaba ronca.

Rufino asintió con una sonrisa confiada: “Claro, tranquilo.”

Tras una larga espera, las puertas del quirófano se abrieron al atardecer, iluminadas por las primeras luces de la noche. “Doctor, ¿cómo está mi esposo?” Cintia se acercó rápidamente, preguntando con ansiedad.

Dorian también se giró para mirar al médico.

“La operación fue bastante exitosa; hemos controlado el sangrado. Sin embargo, el punto de la hemorragia es bastante profundo y debemos estar atentos a la posibilidad de un segundo sangrado en las próximas veinticuatro horas,” explicó el médico.

“¿Entonces todavía hay riesgo para su vida?“, preguntó Cintia con urgencia.

“El pronóstico dependerá de cómo su cuerpo absorba el hematoma y si hay o no un segundo sangrado. Las próximas veinticuatro horas son críticas, dijo el médico.

“Está bien, gracias, doctor.” Dorian, mirando a Eduardo siendo trasladado fuera del quirófano.

“No hay de qué.”

El médico se despidió, siguiendo al equipo que llevaba al paciente.

Eduardo fue llevado a la unidad de cuidados intensivos.

En la cama del hospital, su rostro estaba pálido y sin rastro de color, muy distinto al hombre vital que había estado en la oficina esa misma mañana.

El resto de los presentes, al ver que Eduardo ya había sido trasladado a cuidados intensivos y que su estado parecía estabilizarse, comenzaron a despedirse de Cintia y Dorian con palabras de consuelo, poco a poco se fueron.

La familia Sabín fue la última en irse.

Manuel todavía estaba impactado por el giro de los acontecimientos. Esa misma mañana, Eduardo había hablado con él, vibrante de energía, ahora yacía en la UCI, luchando entre la vida y la muerte. “Sabes, a veces la vida me parece tan sin sentido. Un momento estás perfectamente bien y al siguiente, caes sin más. La vida es tan frágil.”

De regreso al auto, Manuel no pudo evitar reflexionar en voz alta.

“No es cuestión de destino, fue su hijo con su terquedad por una mujer lo que lo llevó a esto,” intervino Fabiana, buscando su móvil en su bolso con frustración, sin perder la oportunidad de criticar. “No hubiera pensado que ese hombre tan frío, es un romántico sin remedio. Empujar a su propio padre a ese estado por una mujer, es porque le falta un tornillo. En este mundo, los lazos familiares son lo más fuerte que hay.”

Lorenzo que conducía, la miró por el espejo retrovisor al escuchar sus palabras: “No juzgues sin conocer toda la historia. No te metas en asuntos ajenos.”

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“Pero si solo estoy diciendo la verdad,” respondió Fabiana, sin convencerse del todo.

Manuel siempre defendia a Fabiana y no pudo evitar reprochar a Lorenzo: “Tu hermana solo está expresando su opinión, no ha dicho nada fuera de lugar.”

Lorenzo prefirió no continuar la discusión.

Manuel apoyo a Fabiana: “También creo que Dori se pasó esta vez. Si los padres se oponen al matrimonio es por alguna razón, al final solo quieren lo mejor para sus hijos.”

“Exactamente abuelo,” respondió Fabiana, asintiendo. “Aunque Amelia me parece una buena persona, no hay humo sin fuego. Debe haber algo por lo que los señores Eduardo y Cintia se oponen. Pero hay que admitir que ella es astuta, evita enfrentamientos directos con sus suegros y deja que su exmarido se encargue. Así, si hay problemas, no recaen sobre ella. Eso es algo que se podría aprender.”

“La chica no parece ser tan calculadora,” replicó Manuel, frunciendo el ceño. “La he tratado un par de veces y me pareció agradable, fácil de tratar.”

“Yo fui su compañera de clase por dos años y ni siquiera me atrevo a decir que la conozco,” murmuró Fabiana, continuando su búsqueda frenética en su desordenado bolso. “¿Dónde está mi móvil?”

Era un bolso grande y desorganizado, lleno de papeles y objetos variados que rara vez ordenaba. Al no encontrar su móvil de inmediato, comenzó a sentir pánico y alborotada, sacó todo lo que tenía dentro, colocando archivos y demás en el asiento vacío a su lado.

Manuel, sentado a su lado, no pudo evitar reprenderla por el desorden: “¿Por qué tiras todo así? Deberías ser un poco

más ordenada.”

Manuel se afanó en recoger las cosas que Fabiana había dejado regadas por el suelo cuando, entre el desorden, encontró una hoja de papel arrugada. No pudo evitar regañarla con un tono que mezclaba cariño y reproche: “Ni siquiera puedes deshacerte de un simple papel, ¿de quién habrás heredado ese carácter tan ahorrativo?”

Sin esperar respuesta, Manuel tomó el papel entre sus manos.

Fabiana reaccionó recordando de qué se trataba y con un tono de urgencia exclamó: “¡No lo tire!”

No alcanzó a terminar la frase cuando Manuel ya había desplegado la hoja y su expresión, antes serena, se transformó en una mezcla de sorpresa y emoción, sus manos temblaban al sostener el papel.

Óscar, que observaba la escena con curiosidad, percibió la conmoción de su padre y le llamó con preocupación: “¿Papá?”

Mientras tanto, Lorenzo, que manejaba, echó un vistazo a través del espejo retrovisor y preguntó con un tono de inquietud: “¿Abuelo?”

Manuel, con los ojos brillando de emoción, giró el papel hacia Fabiana y con voz temblorosa le preguntó: “Amandita, ¿hiciste este diseño para tus abuelos?”

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