Capítulo 358
Dorian no le prestó atención a las miradas de los demás, dio sus instrucciones y con el rostro impasible, salió de la oficina.
En lo que había sido un espacio tranquilo, de repente se armo un alboroto, con todos intentando echar un vistazo a la hija del presidente de la compañía.
La puerta del despacho de Dorian estaba abierta y Serena estaba sentada en el sofá, trenzando el cabello de una cabeza de maniqui con una expresión de seriedad en su bonito rostro.
“Qué hermosa, qué tierna“, alguien dijo, iniciando los comentarios. “Esa niña sí que es hermosa“.
¿Quién será la esposa del Sr. Ferrer?“, preguntaron otros con envidia. “Qué suerte tiene, no? Un esposo guapo, adinerado y una hija bellisima“.
“De seguro que es hermosa también, agregaron entre risas.
Los murmullos y las discusiones captaron la atención de Serena, quien dejó de trenzar y miró hacia la puerta, sorprendida al ver a todos los trabajadores curioseando. Un poco desconcertada, dejó de trenzar y los vio
“Hola, pequeña“, la asistente mas cercana a la puerta fue la primera en saludarla con la mano.
Serena respondió al saludo con un gesto confundido, con una voz bajita y educada dijo: “Hola, señora
Su adorable reacción arrancó más suspiros de admiración entre la multitud, pero nadie se atrevió a acercarse y molestar a la hija del presidente.
Yael tosió suavemente para interrumpir la admiración del grupo: “Vuelvan al trabajo, ¿acaso ya olvidaron cómo es cuando les toca un regaño?“.
La multitud se dispersó rápidamente como aves asustadas.
Serena, aún más confundida y sin entender por qué todos la miraban, se quedó sentada sin recibir explicación alguna. Yael, con voz suave, le animo: “Serena, sigue jugando, si necesitas algo, llamame”
“Está bien“.
Y con esa respuesta obediente y comprensiva, volvió a concentrarse en su tarea.
Dorian fue al departamento de recursos humanos y recogió las capturas de pantalla y los registros de llamadas del altercado entre Eduardo, Cintia y Amela antes de ir directamente a la oficina de Eduardo.
El asistente estaba en la oficina exterior y al ver a Dorian entrar, se levantó de inmediato: “Sr. Dorian“.
“Vengo a ver al Sr. Eduardo“, dijo Dorian sin detener su paso y se dirigió directamente a la oficina de Eduardo.
El asistente se apresuró a intentar detenerlo: “Déjeme anunciarlo“.
“No hace falta“.
Sin siquiera mirarlo, Dorian agarró el pomo de la puerta y la empujó con fuerza para abrirla.
Eduardo estaba en su oficina, con las piernas cruzadas y hablando por teléfono, cuando la puerta se abrió de golpe. Se levantó de un salto sorprendido, y al ver a Dorian con el rostro inexpresivo, se quedó atónito. Su mirada inquisitiva pasó de Dorian al asistente que lo había seguido.
El asistente, con un tono de voz ligeramente nervioso, dijo: “El Sr. Dorian entró por su cuenta“.
“Entiendo, puedes retirarte“, dijo Eduardo y después de decir “Te llamo luego” colgó el teléfono y se dirigió a su hijo.
Dorian se acercó al escritorio y con un golpe, dejó caer los documentos sobre la mesa de Eduardo.
Su padre echó un vistazo y reconoció las capturas de pantalla de Cintia y él bloqueando a Amelia en la puerta de la sala de descanso. Su expresión cambió ligeramente, pero aún asumió una postura de superioridad al dirigirse a Dorian: “No
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la busqué, fue un encuentro casual“.
“Entonces, mala suerte para ti. El mundo es muy grande y tuviste que encontrarte con ella“, dijo Dorian con la cara inexpresiva “¿Recuerdas lo que dije? Ustedes dos tienen alrededor del 15% de las acciones de la empresa. Cada vez que busquen a Amelia, recuperaré 5 puntos porcentuales hasta que no quede nada“.
Dijo eso mientras levantaba los documentos que habia tirado sobre la mesa y dejó caer las capturas de pantalla del incidente en la sala de descanso: “¡Una vez!”
Luego lanzó los registros de llamadas sobre la mesa: “Dos veces!”
“Y en cuanto a la tercera vez, levantó la vista y lo miró fijamente, “fue el diecisiete de este mes, alrededor de las once y cincuenta de la mañana, en el vestibulo del primer piso de la empresa“.
Eduardo frunció el ceño y dijo con un tono irritado: “Ella bajó a buscarme, ¿qué tengo que ver yo con eso?”