Capítulo 307
Amelia estaba en el cuarto de Dorian aburrida y sin saber qué hacer.
Frida le habia enviado un mensaje, diciendo que Yael seguia pegado a ella y que iba a tardar en volver.
Ella ya le habla avisado a Marta y le pidió que le dijera a Serena que volvería más tarde.
La chiquilla era comprensiva y tranquila, siempre que Amelia le avisara con tiempo, no se ponía inquieta y se divertia
mucho con Marta
Amelia era de esas personas que no podían estar quietas.
No le gustaba mucho estar en el celular y si se aburia, preferia pasar tiempo con Serena, leer un libro o hacer diseños. Estar sola en un cuarto ajeno como ahora, la hacía sentir incómoda
Dorian estaba en la biblioteca de al lado en una reunión y no queria molestar buscando libros.
Recordó el diseño que aún no habla terminado y estaba considerando si valia la pena intentar trabajar en él desde su celular, cuando su teléfono sono.
Era un número desconocido.
Por costumbre, colgó.
Pero el teléfono volvió a sonar.
Confundida, contestó.
“Niña, ¿Elisa te ha llamado?” Apenas contestó, la voz preocupada de Manuel se escuchó al otro lado.
“No, ¿qué pasa?” Amelia frunció el ceño.
“Acabo de llevarla a pasear y me empezó a subir la presión, no podia caminar bien. Nos sentamos a descansar y de repente se soltó y desapareció,” explicó Manuel, ansioso. Aunque Elisa sufria de demencia senil, tenia más energia que él y normalmente era muy cuidadosa. Era la primera vez que se escapaba asi.
“Tranquilo, no se preocupe, intentó calmarlo Amelia. “Dijo algo antes de irse?”
“Desde que colgó contigo no dejaba de decir que queria hacerte un caldo de pollo para llevarte al hospital. Creo que tal vez fue a buscarte, esperaba que te hubiese llamado.”
Amelia revisó su teléfono de nuevo: “No, no me ha llamado.”
“No sabe dónde vives, ¿dónde podría buscarte?” Manuel golpeaba el suelo con su bastón, impaciente,
De repente, a Amelia se le ocurrió algo. Recordó el día que conoció a la anciana en el parque infantil.
“Creo que sé dónde puede estar. Voy para allá ahora mismo. No se preocupe, dijo Amelia rápidamente. “Ustedes también sigan buscando por si acaso. Les llamo si la encuentro.”
Después de colgar, salió de la habitación para avisarle a Dorian, pero escuchó su reunión en el cuarto contiguo, notando que estaba llena de tensiones
Penso que Dorian estaria ocupado con algo importante y decidió no interrumpir.
Así que le envió un mensaje por WhatsApp: “Tengo un asunto que atender y me iré antes. Parece que estás en una reunión importante, asi que no quise molestarte. Te avisaré cuando llegue a casa.”
Tomó un taxi hacia el parque infantil y justo en el lugar donde habia encontrado a la anciana la vez pasada, vio a Elisa dando vueltas, confundida.
“Abuelita.”
Amelia la llamó y se acercó para sostenerla.
Al ver a Amelia, la confusión y ansiedad en el rostro de Elisa se transformaron en alivio y felicidad, mezcladas con un poco de culpa y tristeza: “¿Dónde andabas? Te he estado buscando por todas partes, me preocupé por no
encontrarte.”
15-25
“Estoy aquí, ya volví,” Amelia la tranquilizó con una voz suave y llamó a Manuel para avisarle..
Al poco tiempo, la familia Sabin llegó apresuradamente, agradeciendo a Amelia por su ayuda.
Cuando intentaron llevarse a Elisa, la anciana se aferró a Amelia, preocupada por la herida en su frente, insistiendo en llevarla al hospital y cuidarla en casa con un buen caldo de pollo.
Aunque Amelia sabía que la viejita solo la veía como una imagen de Amanda, no podía evitar sentirse amada y cuidada por la atención desinteresada de la señora. Después de consolarla, finalmente logró convencerla de volver con la familia Sabin.
muy
Manuel y los padres de Amanda también notaron el cariño especial que la abuelita sentia por Amelia, y tenian una m buena impresión de ella.
“Chica, si tienes tiempo, ¿podrías venir más seguido a visitar a Elisa?” Manuel le hizo esa petición un poco apenado, “Podemos pagarte un sueldo si quieres. Desde que ella enfermo, nunca habia mostrado tanto cariño y dependencia por alguien. Ella realmente te quiere.”
“Gracias, dijo Amelia en voz baja, “pero quizás no sea muy conveniente.”
Manuel se mostró un poco decepcionado, pero aun así sonrió y dijo: “No te preocupes.”
Ella respondió con una sonrisa educada, pero no pudo evitar mirar de reojo a la viejita.
La abuelita no parecia entender de qué estaban hablando y se veía un poco triste, pero cuando Amelia la miró, le sonrió con mucho cariño y le dijo: “No te preocupes, Meli. Si no quieres volver a casa, te visitaré cuando pueda.”
Amelia sintió un nudo en la garganta.
Asintió ligeramente: “Está bien.”
La abuelita parecia muy feliz con la promesa de Amelia y finalmente estuvo dispuesta a irse tranquila con Manuel y los demás.
Amelia los vio subir al coche y alejarse, luego tomó un taxi hacia su casa.
Quizás por la culpa que sentía hacia la señora, Amelia tenia un sentido de urgencia por terminar esa obra de arte.
Queria entregarsela personalmente a Elisa.
Ya no le importaba si la familia Sabin la quería o no.
Solo quería que la abuelita fuera feliz
Con esa urgencia en su corazón, Amelia llegó a casa, revisó que Serena estuviera dormida y se encerró en la oficina.
Dorian la llamó unos minutos después de que llegara a casa.
“¿Por qué te fuiste sin decir nada?”
Preguntó con voz grave, como si acabara de terminar una reunión.
“Un amigo tuvo un problema y vine a ayudar. Estaba cerca de casa, así que aproveché para volver,” explicó Amelia en voz baja, “Vi que estabas ocupado y no quería molestarte, así que solo te dejé un mensaje.”
“Si, lo vi, dijo Dorian, “Ya llegaste a casa?”
Si, respondió ella con un suave asentimiento, “Ya estoy en casa, no te preocupes.”
“¿Te sientes mal de alguna manera?“, preguntó él.
“No, ya no,” dijo Amelia suavemente, “Estoy bien, no te preocupes.”
Dorian asintió y miró hacia afuera por la ventana del coche; aún era temprano.
“Voy a ir a verte.”
Dijo y ya estaba caminando hacia la puerta.
Amelia escuchó el ruido de las llaves y rápidamente lo detuvo: “No hace falta, volví a casa para trabajar. Si vienes, not tendré tiempo para atenderte.”
15.25
Amelia le envió una foto de su escritorio con el ordenador: “De verdad, tengo que trabajar, por eso me apuré en volver” Dorian frunció el ceño al instante: “¿Por qué te carga Rufino de trabajo un fin de semana?”
“No es por el señor Rufino, Amelia se apresuró a aclarar, “Es algo mio.”
Dorian recordó el borrador del diseño en la computadora de Amelia, aquel diseño que habia pasado la noche entera perfeccionando, debla ser un proyecto muy importante para ella.
“Entorices recuerda descansar, no iré a molestarte,” aconsejó Dorlan, “Todavía tienes una herida en la cabeza, no te acuestes muy tarde.
Le diré a Rufino que te dé medio día de enfermedad mañana, no te apresures a ir a la oficina, agregó Dorian
“Está bien.”
Amelia respondió suavemente y colgó el teléfono,
Habiendo completado el diseño en general, el trabajo de perfeccionamiento fue mucho más sencillo.
Pero, trabajando a tharchas forzadas, Amelia estuvo ocupada hasta casi las dos de la madrugada, hasta que imprimió el borrador inicial del efecto visual. Solo entonces pudo respirar aliviada.
Cuando regresó a su habitación, Serena ya estaba dormida.
Se lavó rápidamente y se acostó.
A pesar de que Dorian le habia pedido la mañana libre, al día siguiente Amelia llegó puntual y a tiempo para fichar en el trabajo.
Serena se habia levantado tempranito con Amelia, compartiendo con ella un desayuno, con arepas y huevos revueltos, antes de que la llevara hasta la puerta. Al despedirse, la niña le extendió con esmero los tacones, con una expresión tan adorable que Amelia casi no pudo contener la risa
“En casa tienes que hacer caso a tu madrina ya tu tia, si?” Amelia le dijo con voz suave mientras la abrazaba.
La pequeña asintió con seriedad “Si”
No se le olvidó que Amelia tenia un golpecito en la frente y señalando la herida, dijo con su vocecita dulce: “Mami, ten cuidado de no tocarla.”
“Está bien, amor” contestó con una sonrisa, dándole un beso antes de dejarla ir para dirigirse al trabajo.
Serena se quedó en casa con Marta
Pasadas las nueve, como era costumbre, Marta se preparó para llevarla a jugar fuer
La niña, siguiendo la rutina, agarró su botellita de leche y su bolsa de pañales para salir con ella
Antes de salir, Marta solia subir al piso 15 para ordenar la oficina de Amelia.
Serena la acompañaba como siempre..
Mientras Marta organizaba como de costumbre, Serena, que se aburria fácilmente, miraba a su alrededor con sus grandes ojos curiosos. Al ver los bocetos iniciales del diseño que Amelia había dejado sobre la mesa, se puso de puntillas para alcanzarlos.
“¡Ay! Los dibujos de mami.”
Reconoció al instante que eran los diseños de Amelia y se emocionó.
“Los llevare al señor bonito.”
Murmurando para si misma con determinación, Serena metió cuidadosamente los bocetos entre su botellita y los pañales.
Recordaba la última vez que en la oficina de Dorian, un hombre se había llevado los dibujos de su mamá y el señor bonito no había tenido la oportunidad de verlos. Ella quería asegurarse de que esta vez no se los perdiera.