Capítulo 259
Rufino pillo a Rafael echándole un vistazo al compendio de restaurantes en Arbolada y no pudo evitar soltar una risita:
“¿Qué haces curioseando esas cosas, eh?”, preguntó con una sonrisa burlona. “Tenía la impresión de que no te gustaba comer fuera.”
Rafael y el se conocían desde hace años y Rufino tenía una buena idea de las preferencias de Rafael.
Desde pequeño, la familia de Rafael había sido bastante acomodada y él siempre había sido meticuloso con su hogar y su alimentación, optando por comidas ligeras y saludables, principalmente caseras,
No le llamaban mucho la atención los platillos de los restaurantes, siempre se quejaba de que eran demasiado grasosos, además nunca le interesó la escena gastronómica de la ciudad.
“Solo estoy echando un vistazo.”
Respondió Rafael con una sonrisa, sin levantar la vista, absorto en las descripciones de las imágenes.
Rufino se rio entre dientes, pensando que Rafael estaba aburrido de esperar y no le dio más importancia, volviendo su atención a los diseños que tenía entre manos.
La atención de Rafael seguía fija en el compendio.
Las primeras páginas estaban llenas de recomendaciones de locales de comida popular, como fondas de carnes, antojitos, taquerías y cevicherías, todas con un estilo similar, bullicioso y ruidoso.
Mientras pasaba las páginas, su ceño se fue frunciendo cada vez más, hasta que llegó a la sección “Sabores Latinos” y sus ojos se suavizaron al encontrarse con el estilo de las imágenes.
Recordaba que Amelia tenía un gusto especial por el estilo latino, especialmente aquel que tenía un toque de tranquilidad.
Ella era de naturaleza tranquila y siempre había preferido lugares serenos y pacíficos.
Era perfecto para ella.
Y también para él.
Justo cuando Rufino terminaba de revisar, levantó la vista y vio a Rafael absorto en la pantalla. No pudo evitar
preguntar:
¿Qué tanto piensas?”
“Nada.”
Negó con la cabeza sonriendo, apagó la pantalla y miró a Rufino. “¿Ya terminaste? ¿Qué opinas del proyecto?”
“¿Qué voy a opinar yo? Todo lo que sale de tus manos es una joya,” se rio Rufino, cerrando el proyecto y preguntándole, “Por cierto, ¿Amelia ya lo vio?”
El hombre asintió: “Sí, lo revisamos y modificamos juntos, lo traje para ti justo después de imprimirlo.”
Rufino estaba sorprendido: “¿Ella tenía ánimos para eso?”
Pensó que Amelia estaría algo afectada, pero se rio y sacudió la cabeza. Parecía que ella no se dejaba influenciar tan
fácilmente.
Su vida y su trabajo, de hecho, no se veían afectados.
Al igual que Dorian, era alguien implacable.
Solo era cuestión de si era dura consigo misma por naturaleza o simplemente era que ya no le importaba.
Rufino no podía descifrarlo.
Rafael notó el cambio en la expresión de Rufino y entendió el subtexto en sus palabras, pero no le gustaba la insinuación implícita de que Amelia debería estar afectada por Dorian.
“No deberias meterte en eso.”
St.
Dijo con franqueza, como siempre había sido su costumbre..
Esas palabras habian estado en su mente durante la reunión, pero había logrado contenerse hasta ahora.
Rufino lo miró instintivamente.
La mirada de Rafael éra tranquila y seria, reflejando su sincero cuidado hacia Amelia.
El también frunció el ceño ligeramente.
“Rafael,” se puso de pie, con un tono igualmente serio, “siempre has sido más astuto que yo. Tú ves más claro que nadie la situación real entre ellos dos.”
“¿Y qué si es así?” La expresión de Rafael no cambió por las palabras de Rufino. “Hay cosas por las que hay que luchar o nunca sabrás el resultado. Hay que intentarlo para saber si funcionará o no, sin importar el final, al menos no lamentarás no haberlo intentado.”
La seriedad en sus palabras sorprendió a Rufino.
Lo observó por un momento y luego se rio: “Tienes razón, pero…”
Cambio el tono de su voz: “Conociéndola por tantos años, ¿cómo es que nunca habías intentado nada? No puedo creer que hayas aguantado tanto tiempo.”
La curiosidad le ganaba, no podía entender cómo se podía reprimir el afecto por tanto tiempo.
“La universidad era el mejor momento para enamorarse, cuando tenías tiempo y pasión,” añadió con un toque de
nostalgia.
“Era demasiado joven,” Rafael no pudo evitar sonreír, pero su sonrisa se desvaneció rápidamente, con un toque de nostalgia y autocrítica, “Gustar es gustar, pero enfrentando el fin de la etapa universitaria y sabiendo que no seguiríamos en la misma ciudad, era más razonable pensar. Me dije que el amor a distancia no dura y no quería malgastar mi tiempo en una relación sin futuro, así que opté por enfocarme en mi carrera.”
Pero jamás imaginó que después de años de arduo trabajo, al volver a verla, aún se le aceleraría el corazón.
“¿Y qué pasó en esos dos años en Zúrich?”, preguntó Rufino, “Ambos estaban lejos de casa, en la misma ciudad y en la misma clase, sin nadie más en quien confiar. De hecho, era el momento perfecto para que surgiera el amor.”
Rafael solo sonrió y negó con la cabeza, sin decir nada.
Era cierto, había pensado en ello.
Pero las arraigadas tradiciones que llevaba en el alma aún ejercían su influencia.
Ella había estado casada antes.
Y en su corazón aún había cabida para otro hombre.
Pretender que eso no le importaba era imposible.
Así que se esforzó al máximo por contenerse, manteniendo la distancia con Amelia como siempre lo había hecho.
Sin embargo, con el paso de los días y los meses compartiendo aulas, mientras más tiempo pasaban juntos, más la entendía y más profundo era su cariño por ella.
Le tomó dos años evaluar qué pesaba más: sus sentimientos hacia Amelia o el hecho de que ella había estado casada antes. Al final, tuvo que admitir que, más allá de preocuparse por su pasado, lo que realmente le importaba era ella misma.
La vida es larga y uno se encuentra con muchas personas, pero encontrar a alguien que realmente te conmueva es difícil.
Después de tantos años, la única que había logrado mover su corazón y dejarle con ese sentimiento de arrepentimiento era Amelia.”
Por eso no quería perder la oportunidad nuevamente.