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Mi Frío Exmarido Capítulo 223

Capitulo 223

Xavier asintió y se acercó para persuadir a Dorian de que lo acompañara a tratar su herida.

“Gracias, yo me haré cargo.”

Dijo cortésmente, sin mirar a Xavier, sus ojos oscuros aún fijos en Amelia, sin mostrar signos de retroceder.

Rubén no pudo evitar mirar a Amelia y sugerir: “Meli, tal vez deberían hablar de todos modos. La mano de Dorian…”

Se interrumpió, incapaz de evitar una mirada preocupada hacia la palma aún sangrante de Dorian.

Amelia mordió su labio inferior y desvió la mirada, rehusándose a ver su mano herida.

“Todos aqui somos adultos, capaces de asumir la responsabilidad de nuestras acciones.”

Dijo ella.

Intentó liberar su muñeca con más fuerza, aún sin éxito.

Dorian la miró con una expresión complicada, su rostro frio y sereno.

Recordaba que aunque Amelia no era muy apegada a él, si él tenia incluso un pequeño rasguño, ella se preocuparía

como si fuera el fin del mundo, nunca sería tan indiferente como lo era ahora.

No habia querido ganarse su simpatia con una herida; el vaso roto había sido un accidente, un momento de pérdida de

control emocional.

Pero la frialdad de Amelia lo dejó desolado por dentro, aunque se negaba a creer que ella pudiera ser tan indiferente. Agarró su muñeca con más fuerza, obligándola a mirarlo.

“Mirame.”

Rafael, por instinto, dio un paso adelante para intervenir: “No tienes derecho a tratarla asi.”

Dorian ni siquiera lo miró: “Lárgate!”

Capitulo 224

Capítulo 224

Rubén y Javier se apuraron en separar a Rafael, temiendo que la situación se sallera de control.

“Tranquilos, podemos hablar esto, aconsejo Rubén.

Amelia no quería que su presencia arruinara la celebración, asi que se giró hacia Dorian: “Dorian, acaso necesitas que te confirme que tengo novio para que me dejes en paz?”

Los oscuros ojos de Dorian se tornaron fieros de repente y el agarre en su muneca se apretó bruscamente, para luego relajarse al notar el ceño fruncido de Amelia.

Con una voz anormalmente calmada, dijo: “Amelia, me estas forzando.”

“El que está forzando las cosas eres tú,” respondió ella, mirándolo fijamente sin intención de ceder.

La tensión entre ellos preocupaba a Rufino, especialmente al ver la mano de Dorian sangrante. Temia que la lesión empeorara si no atendian pronto la herida, sin saber si el vidrio habia penetrado profundo.

“Ya, basta, podemos hablar de esto después. Todos somos del mismo equipo y no vamos a huir. Mejor ve a curarte esa herida, intercedió Rufino, intentando apartar a su amigo.

Pero Dorian, con su mano herida, lo apartó, salpicándole la cara de sangre en el proceso

Al ver la sangre en la cara de Rufino, Amelia cambió su expresión, echando un vistazo a la mano lastimada de Dorian y luego desviando la mirada, decidida a ignorarlo.

Rufino, viendo que Amelia estaba decidida a no ayudarlo, se acercó a Dorian y le susurró al oido: “¿Qué estás haciendo? Todos nos están mirando.”

Dorian no le hizo caso, manteniendo su intensa mirada sobre Amelia.

“¿Así que hoy no hay manera de que te vayas conmigo?”, preguntó.

Amelia dijo suavemente: “No.”

Dorian insistió: ¿Y si te obligo a irte conmigo?”

“No puedes forzarme, Dorian, su voz era suave, “deja de actuar asi, esto no te caracteriza.”

“¿Y qué sería característico de mi?”, preguntó él. “Amelia, ¿realmente me conoces?”

Ella apretó los labios sin responder.

“He cedido muchas veces por ti,” continuó él, su voz también se suavizo

Pero esta vez, estaba decidido a no ceder.

Aunque sabia que lo que ocurría entre ellos parecia una farsa.

“¿Quieres que yo también use esas tacticas para forzarte?”, preguntó Amelia en voz baja, agarrando con fuerza una copa sobre la mesa.

Dorian cambió su expresión abruptamente, casi instantáneamente, su mano herida sujetó la muñeca de Amelia, quien, por el dolor, soltó la copa que Dorian, con su otra mano, atrapó al vuelo.

Dorian soltó una risa amarga, aunque sus ojos no mostraban diversión. “Amelia, en asuntos de dureza, nunca podré superarte

Cada vez, sabes cómo presionar mis debilidades Me rindo.”

Libero su muñeca.

En su muñeca quedó una marca roja de sangre.

Amelia miró la marca en su muñeca, conteniéndose de mirar la mano de Dorian y en su lugar se dirigió a Ruben, quien

a observaba preocupado.

“Lo siento, profesor, dyo ella con una voz suave, ‘le menti, yo estuve casada con Dorian, pero nos separamos porque

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