Capítulo 116
Amelia se quedó mirando el objeto durante largo rato, extendlendo la mano con lentitud para tomarlo y colgarlo de la punta de su dedo, perdiéndose en sus pensamientos.
A pesar de no poder recordar nada relacionado con esa pulsera, su ánimo se tranquilizaba inexplicablemente cada vez que la observaba, surgia incluso un leve atisbo de nostalgia.
Blanca notó a Amelia ensimismada con la pulsera y no pudo evitar regañarla: “Ni bien llegas y ya estás ahí, embobada con esa vieja pulsera. Han pasado muchos años, ni sabemos de dónde salió, si quiera si está limpia.”
Amelia la ignoró y se dirigió a Fausto: “Papá, ¿te acuerdas quién me dio esta pulsera?”
El hombre negó con la cabeza, confundido: “No tengo idea. Cuando te encontramos, estabas agarrando esa pulsera tan fuerte que no la podiamos quitar de tu mano.”
Hubo un destello de tristeza en la mirada de Amelia, pero se recompuso rápidamente y sonrió sin añadir más. Guardó la pulsera en su mochila y se dispuso a salir
“El cuarto, Amelia echó un último vistazo a la habitacion, luego miro a Fausto, “se lo puedes dar a Lea. Me voy, cuidate mucho y cualquier cosa me llamas, dijo Amelia.
Fausto parecia melancólico: ¿No te quedas a cenar? Hace años que no compartes una comida con la familia”
Blanca frunció el ceño, a punto de estallar.
Amelia hizo como si no la viera y solo sonrió a su padre: “No puedo, tengo una cena de trabajo con un cliente esta noche, será para la próxima.”
Después de despedirse de Fausto, bajó sin demorarse más y tomó un taxi.
Rufino le habia enviado la dirección del restaurante y ella indicó al conductor que se dirigiera al lugar.
Rufino había indicado la hora y dirección tanto a Amelia como a Dorian. Ella había respondido con un “está bien”, pero
él no había contestado.
Rufino llegó primero al restaurante y al no verlos, supuso que aún no habían llegado.
Recordando que Dorian no había respondido al mensaje, decidió llamarlo: “Te envié la dirección para cenar, ¿podrás llegar a tiempo?”
“Sí, respondió una voz serena, que no venía del otro lado del teléfono, sino justo detrás de él.
Sorprendido, se volteó y lo vio acercándose. Guardó su teléfono y sonrió: “Pensé que no habías visto el mensaje.”
“Estaba en una reunión.
Dorian se sentó casualmente, tomando los planos del proyecto de diseño arquitectónico del resort de estilo tradicional que estaban sobre la mesa, los hojeó sin mucho interés y luego preguntó: “¿La diseñadora todavía no llega?”
“Está en camino, debería… Rufino iba a decir que pronto llegaría cuando vio a Amelia apresurándose hacia ellos y le hizo señas, “Amy, ipor aquí, por aqui!”
Dorian siguió la dirección de la voz y vio a Amelia avanzando a través de la multitud hacia ellos.
Ella no se percató de Dorian, estaba centrada en Rufino que le hacia señas de pie: “Lo siento, había tráfico.”
Mientras hablaba, se acercaba y, al extender la mano hacia la silla, se detuvo al ver a Dorian mirándola calmadamente.
Dorian simplemente se quedó mirándola, ladeando un poco la cabeza en silencio.
Rufino se adelantó con una sonrisa: “Permiteme presentarte, este es Dorian, el presidente del Grupo Esencia y nuestro cliente en el proyecto del resort de estilo tradicional.”
Luego señaló a Amelia para presentarla a Dorian: “Y ella es nuestra jefa de diseño, Amy, su nombre en español es
Amelia.
Ella interito hablar, pero se encontró sin palabras, solo mirando a Dorian con una expresión compleja.
El se puso de pie y le extendió la mano: “Mucho gusto.”
Amelia vaciló, mirándolo a los ojos, pero no extendió la mano..
Rufino estaba un poco confundido y le llamó suavemente a Amelia: “Amy?”
Ella le echó un vistazo y luego dirigió su mirada hacia Dorlan.
Dorian la observaba tranquilamente, con la palma de su mano extendida en el aire, en un claro gesto de cortesia empresarial
Amelia contempló aquella mano firme y segura, dudó un momento, pero finalmente también extendió la suya.
Mucho gusto.