Capítulo 33
Después de que Gabriela se fue, Anita rápidamente mandó a un sirviente a comprar las medicinas que aparecian en la receta.
Luego llamó por teléfono a su suegra, Laura Lazcano, para comunicarle la buena noticia.
Al escuchar el suceso, Laura acudió de inmediato, “Anita, ¿es cierto que Tomás puede ser salvado? ¿Dónde está esa doctora? ¡Quiero conocerla!”
Con Laura, también llegó su sobrina, Karina Lazcano.
Los padres de Karina habían fallecido cuando ella era muy joven, por eso ella había crecido junto a Laura.
Como Laura e Iván no tenían hijas, habian tratado a Karina como si fuera su propia niña durante todos esos años.
Anita explicó: “La Srta. Yllescas ya se fue, pero volverá dentro de una semana.”
Laura preguntó con incertidumbre: “¿De verdad esa Srta. Yllescas puede curar a Tomás?” Después de tantos médicos sin esperanza, Laura se preguntaba si una mujer podría tener esa habilidad. Laura estaba ansiosa.
Anita pidió a un sirviente que trajera un frasco de vidrio.
“Mira esto.” Dijo Anita.
Dentro del frasco había algo de color rojo sangre, con filamentos transparentes moviéndose en su interior.
Karina se quedó paralizada por un momento, y un destello de luz pasó rápidamente por sus ojos antes de agarrar la mano de Anita con miedo y dijo, “¡Ay! ¿Qué es eso? ¡Es aterrador!”
Laura también se sobresaltó, sintiendo escalofrios por todo su cuerpo.
Anita explicó: “Esto es el parásito que estaba dentro de Tomás. De hecho, siempre estuvimos equivocados, Tomás no estaba enfermo, sino que estaba infectado por un parásito. La Srta. Yllescas dijo que son muy astutos y que los instrumentos normales no pueden detectarlos.”
Karina entrecerró sus ojos, su mirada se oscureció pensando, ¿quién era realmente esta Srta. Yllescas?
Laura, incrédula, dijo: “¿Quieres decir que esos parásitos estaban en el cuerpo de Tomás?”
Anita asintió.
El temor se apoderó de Laura.
Mirando aquellos parásitos, se sentía aterrorizada, incapaz de imaginar el tormento que sufrido todos esos dias.
su hijo habia
Al ver así a Laura, Anita rápidamente intentó tranquilizarla: “Mamá, no te preocupes demasiado, ahora que hemos encontrado la causa, la Srta. Yllescas seguramente podrá curar a Tomás.”
Karina también la consoló diciendo: “Prima tiene razón, tía, no se preocupe tanto, mi primo seguramente se recuperará.”
**
. Al llegar a Gabriela encendió su teléfono y dio de baja su antigua cuenta de WhatsApp y otras
casa.
redes sociales, creando nuevas cuentas desde cero.
Por la tarde, fue a trabajar.
Jorge, como de costumbre, estaba sentado en la barra haciendo sus tareas y al ver llegar a Gabriela, la saludó: “Hola, ya llegaste.”
“SI,” respondió Gabriela con un gesto de cabeza.
Jorge notó el teléfono nuevo de Gabriela y le preguntó: Compraste un teléfono nuevo?”
“Sí, lo compré hoy.” Dijo Gabriela.
“¿Qué tal si agregamos nuestros WhatsApp? Te escaneo.”
Gabriela dudó un momento, pero le pasó el teléfono y dijo, “Está bien.”
“Listo, solo tienes que aceptar.” Dijo Jorge.
En poco tiempo, Jorge recibió un mensaje de que su solicitud de amistad había sido aceptada.
El perfil de Gabriela mostraba una flor desconocida, y su estado de WhatsApp era una linea de poesia: “Este corazón, donde se halla tranquilo, es mi hogar,”
Jorge frunció el ceño ligeramente.
Gabriela no habia terminado ni la secundaria, ¿podria entender el significado de ese verso?
¿Qué era eso?
Parecía una falsa pretensión de conocimiento.
¡Fingir saber sin entender!
¡Qué hipocresía!
No era de extrañar que Linda no la quisiera.
Jorge frunció el ceño, apagó su teléfono y continuó con sus tareas.
Alrededor de las siete de la noche, una anciana mendiga entró al local.
Estaba vestida con ropas desgastadas y su cabello plateado, se apoyaba en un bastón y caminaba encorvada lentamente entre las mesas.
En esos tiempos, con tantos estafadores, la gente suele ignorar a los mendigos.
Pero al ver a esa anciana, a Gabriela se le aguaron los ojos.
Ella veía en ese anciana la sombra de su abuela de otro mundo.
En su vida pasada, sus padres murieron temprano, y fue una abuela, sin ningun lazo de sangre, quien la crió. Si no fuera por esa abuela, ella ya habría fallecido.
Capitulo 34
Capítulo 34