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La Heredera del Poder Capítulo 32

Capítulo 32

El personal de la tienda saludó y él llevó a Gabriela a la casa de su sobrina.

La sobrina de Álvaro tampoco era una persona común, vivia en una villa en un barrio acomodado, con varios empleados a su servicio.

*Tio Álvaro, ha venido.” La anfitriona era muy hermosa, de unos veintisiete o veintiocho años de edad, pero con ojeras bastante pronunciadas.

Álvaro continuó: “Anita, esta es la doctora Gabriela de quien le hablé, Gabi, ella es mi sobrina Anita Albarracin,”

Anita entonces miró a Gabriela, que estaba al lado del dueño de la farmacia, con una expresión de

sorpresa en sus ojos.

Era una chica muy bonita, pero parecía un poco joven….

¿Sería realmente capaz de curar a alguien?

Gabriela tomó la iniciativa de saludar a Anita, “Hola, mi nombre es Gabriela Yllescas, puedes llamarme Gabi.”

“Encantada, Gabi, por favor toma asiento.” Anita ordenó a un empleado que sirviera algo de beber.

Gabriela se sentó, tomó un sorbo de su bebida y dijo, “Llévame a ver al paciente.”

Anita dudó por un momento antes de decir, “Está bien.”

Aunque la joven parecia inexperta, había sido traída por el tio Álvaro, y no queria desairarlo.

Anita condujo a Gabriela al dormitorio.

Era una habitación grande, impregnada con el olor del desinfectante.

No era precisamente agradable.

El hombre estaba tan delgado que estaba casi desfigurado, yacia en la cama sin mostrar signos de

vida.

Gabriela se sentó al lado de la cama, colocó su mano en la muñeca del hombre, y se concentró profundamente.

Después de un rato, Gabriela soltó la muñeca del hombre y levantó la vista hacia Anita y preguntó, “Sra. Albarracín, antes de enfermarse, ¿su esposo había viajado a alguna región tropical?”

Anita se quedó atónita por un momento, luego asintió, “Si, fuimos a Wakanda.”

Gabriela asintió, “Eso lo explica todo, su esposo tiene una enfermedad muy rara llamada sindrome de Al Saaidi, que generalmente es dificil de transmitir a los humanos y que se propaga principalmente a través del consumo de carne cruda, y solo se da en regiones tropicales.”

“¿Al Saaidi?” Preguntó Anita.

Gabriela explicó, “En resumen, es una enfermedad parasitaria, con no más de tres casos conocidos en todo el mundo.”

“Si es un parasito, ¿por qué no se detectó en el hospital?” preguntó Anita.

Gabriela respondió: “Porque el parásito Al Saaidi es filiforme y transparente, y es especialmente astuto,

Capitulo 32

una vez que infesta un cuerpo humano, se integra en la carne y la sangre, y con la tecnología actual, es muy dificil de detectar.”

Esa enfermedad era común en el mundo de Gabriela, tan común como un resfriado.

Pero Gabriela no entendia por qué, en esa realidad, también había personas infectadas.

“Si no me cree, puedo demostrárselo.” Gabriela levantó la cobija y presionó algunos puntos en el pecho. del hombre con su mano izquierda.

“Puf!” El hombre que yacía en la cama se sentó de repente y vomitó una bocanada de sangre al suelo, antes de desmayarse de nuevo.

Anita se sobresaltó y comenzó a gritar, “Tomás! ¡Tomás!”

Gabriela continuó: “Sra. Albarracín, cálmese, mire al suelo.”

Anita bajó la vista al suelo y se palideció al instante, “¿Qué es esto?” Preguntó ella.

En la sangre roja, había varios parásitos transparentes y largos retorciéndose, era una vista bastante aterradora.

“Es el cuerpo del parásito Al Saaidi.” Respondió Gabriela.

En comparación con el propietario de la farmacia y Anita, quienes estaban aterrados, Gabriela era la imagen de la tranquilidad.

“¡Srta. Yllescas! ¡Por favor, salve a mi esposo! ¡Sálvelo!” El título que Anita usó cambió de Gabi a Srta. Yllescas, lo que representaba su confianza en Gabriela.

“Sra. Albarracín, tenga la seguridad de que haré todo lo que esté en mis manos.” Dijo Gabriela de forma

cortés.

“¿Tendrán papel y pluma aquí?” preguntó Gabriela.

“¡Sí, claro!” Anita se apresuró a mandar a alguien por ellos.

Gabriela se inclino para escribir una receta, se la pasó a Anita y dijo, “Toma el medicamento según esta receta, y regresaré en una semana para hacer un seguimiento.”

“¡Perfecto, perfecto!” Anita recibió la receta, se puso tan emocionada que casi se pone de rodillas, “Srta. Yllescas, si usted cura a mi esposo, será la bienhechora de nuestra familia entera.” Dijo ella.

Gabriela rápidamente ayudó a levantar a Anita diciendo, “Sra. Albarracín, podemos esperar a que su marido esté recuperado para los agradecimientos.”

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