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Dulce Disparo al Jefe Cachorro Enamorado Capítulo 790

Capítulo 790

Marisol se sentia como si estuviera sentada sobre espinas, cada segundo que pasaba era una tortura.

Pensaba que era una cita solo entre ella y Antonio, pero él insistió en traer a Jacinta. Si ese era el caso, Marisol realmente admiraba la compostura de Jacinta por mantenerse tan elegante bajo esas

circunstancias

Jacinta le negó con la cabeza, diciéndole suavemente, “No te preocupes, yo también acabo de llegar. Este lugar está muy cerca del teatro donde terminó mi última función, así que llegué relativamente rápido. Ya pedidos cafés, vean qué les gustaría tomar. El capuchino de aquí es muy bueno, ¡deberían probarlo

Antonio frunció el ceño y golpeó la mesa con los dedos, diciendo, “Agua o un jugo estaría bien“.

Después de que el camarero trajo dos jugos y les entregó los menús, Jacinta los recibió pero no los abrió, en vez de eso, levantó la vista hacia Marisol con una disculpa en sus ojos, “Lo siento, parece que tendremos que esperar un poco más, hay otra persona que debe llegar.

En realidad, estaba mirando solo a Marisol.

Sorprendida, Marisol no esperaba que la velada fuera a convertirse en una reunión de cuatro personas, ¿habia alguien más?

Inconscientemente, miró hacia la mesa de Jacinta, pensando que los dos cafés eran para Antonio y ella. Parecía que había otra persona…

Girando la cabeza, Marisol miró a Antonio con una expresión de asombro.

Antonio apenas la miró de reojo y continuó hojeando perezosamente el menú, a veces levantando la vista para preguntarle al camarero sobre las recomendaciones del chef.

Justo cuando Marisol no tenia idea de qué estaban tramando, Jacinta de pronto miró hacia la entrada y se puso de pie.

“¡Genial, ya llegó!”

Le dijo sonriendo, y luego agitó la mano hacia la dirección de la entrada.

Pronto, un hombre con traje y corbata apareció en su campo de visión. Parecía de la misma edad que Antonio, guapo y con un aire de elegancia. Sus movimientos mostraban que había vivido en el extranjero durante años, y cuando se acercó y llamó a Jacinta, tenía un fuerte acento neoyorquino.

La atención de Marisol estaba completamente capturada por este hombre que apareció de repente, porque parecía ser más que un conocido para Jacinta, tal vez incluso intimo…

Ella no pudo evitar sentirse desconcertada.

Al lado, Antonio se acercó a su oido, “Él es el prometido de Jacinta“.

“¿Qué dijiste?” Marisol se sorprendió.

Miró a Antonio incrédula, preguntándose si había oído mal. Al verlo con las cejas arqueadas y una actitud relajada, Jacinta ya se habia vuelto a sentar y le presentaba al hombre con una sonrisa, “Marisol, déjame presentarté a mi prometido, ¡Jason!”

“Hola, Marisol“, le dijo el hombre conocido como Jason, extendiendo su mano por encima de la mesa.

Marisol le extendió la mano con una expresión aturdida, “Hola, Sr. Jason“.

Todavía no habla procesado todo, su rostro se veía rigido y seguia sujetando la mano de Jason sin soltarla.

Hasta que Antonio, con una cara sombría, le tiró de la mano para recuperarla, Marisol volvió en si y vio la sonrisa incómoda pero cortés en el rostro de Jason.

Tragando saliva, comenzó a hablar, “Ustedes…”

“Estamos saliendo juntos, pero Jason hace poco me propuso matrimonio y acepté“, le dijo Jacinta mirando a su prometido y luego levantando la mano derecha para mostrarle a Marisol el anillo de compromiso en su dedo anular, “¡Este es mi anillo de compromiso!”

Bajo la luz cristalina del restaurante, el gran diamante brillaba con un brillo deslumbrante.

Al igual que la primera vez que lo vio, Marisol sintió un ligero mareo, pero no por el anillo en si, sino por las palabras que Jacinta acababa de decir. Ella siempre había pensado que el anillo de diamantes era un regalo de Antonio….

Jacinta le preguntó con una sonrisa, “Marisol, ¿no vas a felicitarme?”

“¡Felicidades!” Marisol se pasó la lengua por los labios secos.

Tomó el jugo que tenía a mano y bebió un gran sorbo para calmarse.

Esa comida bien podria ser la más extraña que Marisol había tenido, pero solo para ella. Los otros tres se mostraban tranquilos y naturales, interactuando con facilidad, hablando no solo de lo bien cocido que estaba el bistec, sino también de otros temas que parecían haber discutido en más de una ocasión previa.

Marisol también masticaba su bistec, pero no podía evitar que sus ojos se desviaran hacia enfrente.

En ese momento, Jacinta se quitó la servilleta de las rodillas y se levantó, preguntándole, “Marisol, quiero ir al baño, ¿me acompañas?”

“Claro…” Marisol asintió con hesitación.

Dejó su servilleta al lado del plato y se levantó de su silla, siguiendo a Jacinta hacia el baño.

El baño estaba en el rincón más alejado del restaurante. Al entrar, justo una madre y su hija salian, dejándolas solas. Después de utilizar el baño y volver a encontrarse frente a los lavabos, Marisol abrió el grifo y se lavó las manos.

Una intuición le decía que Jacinta no la habia llevado al baño solo por compañía, seguramente tenía algo importante que decirle

Efectivamente, mientras Marisol se secaba sus manos, Jacinta comenzó a hablarle, “Marisol, hay algo que no he podido sacarme de la cabeza, y hoy, finalmente tengo la oportunidad de aclarartelo en persona. ¡Lo siento!”

¿Tú…? Marisol estaba atónita.

Ya había adivinado que Jacinta, quería hablarle, pero no esperaba una disculpa de entrada. Frunciendo

el ceño con confusión, le preguntó, “Señorita Jacinta, ¿por qué te disculpas conmigo?”

“Porque…” Jacinta parecía incómoda, como si le costara hablar, “jel acuerdo de divorcio que estaba en la maleta de Antonio fui yo quien lo puso!”

Marisol se quedó paralizada con el papel en la mano, “¿El acuerdo de divorcio lo pusiste tú?”

“¡Si!” Jacinta asintió, admitiéndolo.

Marisol miró a Jacinta, estaba atónita, procesando lo que le había dicho.

Sus recuerdos empezaron a encajar y se aclararon. Recordó que el dia que acompañó a Gisela y a Nina al médico, y se encontraron con Antonio que había vuelto de su viaje de trabajo antes de lo previsto, fue Jacinta quien la llevó a casa. Después, la maleta la había sacado Jacinta del maletero del coche.

No era de extrañar que Antonio le hubiera preguntado sobre eso la noche anterior. Entonces…

“Realmente lo siento, lamento haber hecho algo asi,” Jacinta hablaba con un tono lleno de remordimiento, “Aunque tu matrimonio con Antonio sea por un acuerdo con fecha de expiración, puedo ver que él no quiere divorciarse de ti. Además, hay algo más que tal vez te haya hecho dudar, y no me avergüenza decirlo, pero hubo un tiempo en el que pensé en suicidarme.”

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