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Dulce Disparo al Jefe Cachorro Enamorado Capítulo 758

Capítulo 758

Antonio mostró una mirada de confusión. “¿Qué día es hoy?”

“¡Tu cumpleaños!” Jacinta le dijo sin rodeos.

“¿Mi cumpleaños?” Antonio se quedó pensativo y luego miró el calendario.

La fecha que mostraba era, de hecho, su cumpleaños. Había estado tan ocupado con las cirugías y con el reingreso de su abuela al hospital que los días se le habían pasado en un abrir y cerrar de ojos. O quizás, desde su divorcio, su vida se había vuelto monótona.

“¡Lo sabía, sabía que te habías olvidado!” Jacinta le dijo al ver su expresión, entendiendo de inmediato. Tras una pausa y con cierta vacilación, le preguntó, “Antonio, he notado que has estado un poco decaído últimamente, ¿quieres que invite a algunos amigos para celebrar y animar las cosas?”

Antonio desvió la mirada del calendario y negó con la cabeza. “No, gracias.”

Al escuchar la respuesta, Jacinta asintió sin insistirle más. “Está bien, entonces me voy.”

“Está bien.” Antonio forzó una sonrisa.

Después de que Jacinta se fue, Antonio se quedó solo en su oficina, sentado en su silla, con las puntas de los pies tocando el suelo y mirando hacia la ventana, observando las nubes flotantes en el cielo con sus ojos encantadores medio cerrados.

“Toc, toc.”

Alguien tocó la mesa con los dedos.

Marisol, sorprendida, giró la cabeza y vio a Gisela agitando su termo. “Marisol, has estado con la cabeza en las nubes por casi veinte minutos, ¿en qué piensas?”

“En nada,” le respondió, regresando su mirada a la pantalla del ordenador, donde el calendario mostraba “hoy es dieciséis…”

“¡Claro! Es martes, ¿hay algo especial?” Gisela parecía confundida.

Marisol murmuró, “No, es solo que…”

“¿Solo qué?” Gisela estaba perpleja.

Marisol sonrió sin responderle.

Solo que… jera su cumpleaños!

Cuatro años atrás, cuando recién se habían casado, él también había celebrado su cumpleaños.. Aquella vez, ella había faltado a la cita debido a una entrevista…

Viendo que Marisol no le respondía, Gisela se encogió de hombros y cambió de tema. “Marisol, ¿tienes planes para este domingo?”

“Sí, ¿qué pasa?” Marisol levantó la vista.

“La cita que te mencioné, ¿te acuerdas?” Gisela hizo una pausa antes de continuar, “Si estás libre el domingo por la noche, vamos a cenar juntas, y también estará el chico con el que estoy saliendo. ¡Puedes ayudarme a ver si es una buena persona!”

Marisol asintió. “¡Claro!”

sonrió y la apuró. “¡Deja de soñar despierta! Termina de editar ese artículo, que en una hora nos vamos, o nuestro jefe se va a enojar otra vez.”

Las dos dejaron de charlar y se concentraron en su trabajo.

Después del trabajo, Marisol regresó a su casa. Su apartamento estaba vacío, su amiga Violeta no estaba en casa y aún no había vuelto. Marisol se quedó mirando el calendario sobre el aparador.

Dudaba si enviarle un mensaje de felicitación…

Las palabras de Rodrigo en la cafetería aún resonaban en sus oídos. Aunque para Antonio no era más que un pequeño favor, un gesto de cortesía por los tiempos en que habían sido esposos, ella sentía que debía agradecerle.

Y a pesar de que ya estaban divorciados, un mensaje de cumpleaños de una exesposa a su exmarido debería ser algo natural, ¿no?

Marisol se acurrucó en el sofá con su teléfono en la mano, editando y borrando el mensaje “Feliz cumpleaños” varias veces, debatiendo si enviarlo o no. Justo entonces, el teléfono sonó con el nombre “Antonio Patán” en la pantalla.

Se sobresaltó tanto que el teléfono se le cayó al suelo.

Después de recogerlo, Marisol respiró profundamente y se lo llevó a su oído. “¿Hola?”

La voz baja y lánguida de Antonio resonó. “Marisol, hoy es mi cumpleaños.’”

“Oh…” Marisol fingió calma.

“¿Lo olvidaste?” La voz de Antonio sonaba un poco molesta.

Marisol no le respondió, solo balbuceó, “No, no… ¡Feliz cumpleaños!”

De repente, ella escuchó que Antonio le dijo, “¿No crees que decir esas cosas en persona sería más sincero?”

Marisol frunció el ceño, sin entender a qué se refería con eso.

Mirando fijamente la pantalla apagada de su móvil, justo cuando estaba confundida, escuchó un ruido proveniente del vestíbulo. Alguien estaba girando una llave en la cerradura y, acto seguido, la puerta de seguridad se abrió con un tirón.

Marisol abrió los ojos, sorprendida.

Un hombre apareció ante su vista, con una llave entre los dedos de una mano y un cigarrillo encendido en la otra. A medida que inhalaba y exhalaba, el humo blanco del cigarro se dispersaba.

Iluminado por los rayos del atardecer que entraban por la ventana, el humo parecía crear una escena de ensueño, y los rasgos del hombre se veían aún más cautivadores.

Marisol se levantó de golpé del sofá y, señalándolo, exclamó, “Antonio, tú…”

Casi se había olvidado que él también tenía una llave de la casa.

Antonio se inclinó, sacó unas zapatillas de hombre del zapatero con una practicidad que mostraba costumbre, se lás puso y caminó hacia el interior con una mano en el bolsillo. Al ver su mirada de sorpresa, levantó una ceja y le preguntó con pereza, “¿No me vas a dar la bienvenida?”

“¿Qué haces aquí!” Marisol tragó saliva rápidamente.

Antonio no le respondió, simplemente siguió caminando por el salón con el cigarrillo en la boca, se

dirigió hacia el dormitorio, luego pasó por el estudio que se había convertido temporalmente en otra habitación de invitados, y también por el comedor y la cocina, incluso entró en el baño.

Sus ojos encantadores y pícaros inspeccionaban todo a su alrededor, como si no quisiera perderse ningún pequeño detalle.

Marisol, siguiéndolo, le preguntó con el ceño fruncido, “Antonio, ¿qué estás buscando exactamente?”

“Estoy viendo si hay rastro de algún otro hombre aquí,” le respondió Antonio, apagando el cigarrillo que ya estaba al terminarse en la papelera y luego sonrió satisfecho, concluyendo, “Bien, ¡no hay más nadie!”

Marisol, algo molesta, le replicó, “¡Solo Violeta y yo vivimos aquí, cómo va a haber algún otro hombre!” “¿Rodrigo ha estado aquí?” Los ojos de Antonio se estrecharon de repente.

“I

Marisol apretó los labios.

El rostro apuesto de Antonio se acercó de repente a ella, con una mirada profunda, “Marisol, te estoy haciendo una pregunta. ¿Has dejado que él venga?”

Marisol retrocedió instintivamente un paso y lo negó con la cabeza, “¡No!”

Ella y Rodrigo no se veían a menudo, siempre se encontraban por alguna razón en específico y la mayoría de las veces era fuera de casa, excepto las dos veces que la llevó a casa, nunca había entrado al edificio.

Desde su divorcio, ella vivía solamente con su amiga Violeta, que había regresado del extranjero, y los únicos hombres que habían estado allí eran probablemente el Sr. Castillo, que estaba amnésico en ese momento, y Nono si se le puede incluir.

Marisol vio que Antonio se había acercado al dispensador de agua, tomó un vaso de papel y se agachó para llenarlo.

El sonido del agua cayendo era como si dos pequeñas ranas saltaran en sus sienes. Respiró profundamente y se acercó para pedirle que se fuera, “Antonio, hoy es tu cumpleaños, te deseo mucha felicidad, salud y larga vida. Ya te lo dije en persona, ¿lo dije con suficiente sinceridad, verdad? ¿Podrías irte ahora, por favor?”

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