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Dulce Disparo al Jefe Cachorro Enamorado Capítulo 729

Capitulo 729

La puerta del ascensor se abrió despacio, y Marisol salió de ella como si recién despertara de un trance.

Buscaba en su bolsillo por un rato, y al sacar las llaves, oyó una voz masculina y profunda diciendo de repente, “Marisol,

a donde fuiste tan tarde y por qué regresas a estas horas?”

Marisol levantó la vista, sorprendida, y vio a alguien de pie delante de la puerta de seguridad.

Antonio estaba apagando el cigarrillo que tenia en la boca, y cerca de sus zapatos habla varios cigarrillos, sin saber cuando habia llegado o cuánto tiempo habia estado alli.

Marisol señaló hacia él y preguntó algo bastante tonto, “¿Cómo que estás aqui?”

“Esta es mi casa, si no estoy aqul, ¿dónde deberia estar?” Antonio la miró desde arriba con un aire de justificación.

“¿Por qué no entraste?” Marisol parpadeo.

Antonio replico con impaciencia. “Esperando por ”

Marisol tragó saliva, atónita, y dijo, “Pensé que esta noche…”

“¿Pensaste que?” Antonio arqueó lentamente las cejas.

Por supuesto, penso que él no volveria esta noche, que se quedaría en el hotel acompañando a su Jacinta….

Con una sonrisa forzada, Marisol se giró y dijo, “¡Nadal”

Apresurándose a pasar por su lado para abrir la puerta, justo cuando la desbloqueo y entró, sintió un calor en su hombro; Antonio la habla abrazado por detrás.

Tan cerca de él, el aliento de Antonio rozaba su cuello, diciendo, ‘Sra. Pinales, percibo celos aqui,”

“¡No estoy celosa!” Marisol reaccionó con tanta fuerza que casi brinco.

Inmediatamente después de hablar, deseo poder morderse la lengua; era obvio que estaba confesando sin querer. Como era de esperarse, los ojos encantadores de Antonio estaban llenos de una sonrisa astuta, y con un tono burlon dijo, “Claro, no estás celosa, solo se volcó un barril de vinagre en casa.”

“No entiendo de que hablas,” murmuro Marisol, y se apresuró a entrar.

Después de un baño relajante el frio en su cuerpo se esfumo y comenzó a sentirse cálida, Secándose el pelo, justo al sentarse en la cama, Antonio llegó de la cocina con una toalla alrededor de la cintura, trayendo una taza de agua calien y dos pastillas rojas y blancas.

¿Qué es esto?”

Marisol levantó la mirada y lo vio sonreir, “Veo que llegaste con la nariz roja, toma estas dos cápsulas para el resfriado, si no, mañana estarás peor y necesitarás suero.”

“¡Entendido!” Se quedó atónita por un momento y luego tomó la taza,

Mientras bebla el agua y aprovechaba para disimular su sonrisa, vio la mano derecha de Antonio, que ya no tenia manchas de sangre después de la ducha, pero estaba tan hinchada que no podia cerrarse en un puño. No sabla si era intencional o no, pero vio cómo fruncia el ceño y aspiraba aire frio con dolor.

Marisol se contuvo, pero al final no pudo evitar levantarse y dirigirse al gabinete.

Al abrirlo, encontró un botiquin en la parte inferior, lo tomó y se acercó a él Se sentó al borde de la cama, tomó su mano derecha y con un algodón impregnado de alcohol y un ungüento, comenzó a limplar sus heridas con cuidado.

Mientras aplicaba el ungüento, Marisol frunció el ceño, “Con esa hinchazón, supongo que no podrás sostener el bisturi, ¿verdad?”

“Mmm,” Antonio también frunció el ceño, pensativo, “Tendré que cambiar turnos con un colega y atender consultas por un tiempo.”

Marisol nunca habla visto a un hombre lastimarse los puños en una pelea, y solo de ver sus nudillos rotos sentia dolor. Levanto la vista hacia el “Antonio. ¿te duele? ¿Debo ser más suave?”

“¡Es solo una pequeña herida!” dijo Antonio con desgano,

Aloir eso, Marisol enfrió su mirada y, a propósito, presionó el algodón directamente sobre la herida. Antonio, tomado por sorpresa, gritó de dolor, Sra. Pinales, estás intentando asesinar a tu esposo!”

“Te lo mereces, por pelear!” replicó ella con una mueca.

Sin embargo, aunque sus palabras parecian firmes, sus manos se movian delicadamente sobre la piel, aplicando la pomada con cuidado y luego soplaba suavemente para facilitar la absorción.

Cuando levanto la mirada sintió la mano de Antonio en su cabeza. Tras una pausa, él dijo. “Jacinta sólo ha bebido demasiado esta noche!”

“Ah,” respondió Marisol en voz baja.

¿Intentaba él justificarse…?

Antonio froto su cabello con fuerza, desordenando sus suaves mechones, y con una sonrisa triunfante en los labios dijo. “Si no hubieras salido corriendo del hotel primero, ¿por qué tardaste tanto en regresar? ¿Sabes cuánto tiempo te he esperado?”

Despues de salir del hotel habia conducido a casa a toda velocidad.

Para su sorpresa, no habia luces encendidas. Al entrar y ver todo apagado, supo que Marisol aún no habia vuelto. Intentó llamarla, pero su teléfono estaba desconectado. Sin hallarla, decidió esperar en la entrada, pensando en llamar a la policia si no llegaba pronto.

Marisol tenia el cabello desordenado, y al tratar de arreglarselo, quedó cautivada por los ojos profundos y serios de Antonio, que ya no mostraban burla. Quedo sin palabras, perdiéndose en su mirada.

Tosió incómodamente y luego trunció los labios, diciendo, “Estaba caminando.”

“¿De noche, paseando con fantasmas?” Antonio la miró con escepticismo.

Marisol rodo los ojos y dijo con reticencia, “Simplemente pensé que la noche estaba hermosa, hacía mucho que no caminaba, asi que fui a pasear. Me detuve a descansar en una plaza y luego me encontré con… con…”

Se detuvo abruptamente, dándose cuenta de lo que estaba a punto de revelar.

“¿Te encontraste con quién?” Los ojos encantadores de Antonio se estrecharon.

“Nadie,” respondió Marisol rascándose la cabeza.

Antonio se apoyo en su brazo cerca de ella, su torso desnudo se inclino hacia Marisol con un tono amenazador, “¿Crees que no tengo cien maneras de hacerte decir la verdad?”

Marisol se encogió de hombros, imaginando que las “cien maneras” de Antonio probablemente no estarian lejos de la

cama…

“¡Rodrigo!” confeso, resignada.

*¿Cómo que te encontraste con él?” Antonio frunció el ceño.

“¡No tengo ni idea!” Marisol extendió sus manos en un gesto de inocencia, “Él me pasó un pañuelo, intercambiamos algunas palabras y eso fue todo.”

*¿Unas cuantas palabras?” insistio Antonio con voz grave.

“Cuatro o cinco, tal vez, Marisol se encogió de hombros.

Antonio frunció el ceño aún más. “Exactamente cuantas?”

Marisol, irritada por su interrogatorio, lo miró con fastidio. “Oye. Antonio, ¿no podrías ser un poco más justo? ¿Es que solo los oficiales pueden encender fuegos y los ciudadanos no pueden siquiera encender una vela? Ademas, ¡Rodrigo y yo no estábamos de la mano!”

Al escuchar esto, Antonio mostró una sonrisa juguetona y tocó la nariz de Marisol “Sigues negando tus celos.” Marisol

iba a contestar, pero fue interrumpida por un beso apasionado de Antonio, que la tumbó en la almohada.

Su boca estaba llena del sabor de él, y entre sus respiraciones entrecortadas, escuchó su voz ronca cerca de sus labios. “Tu eres la diferente.”

 

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