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Dulce Disparo al Jefe Cachorro Enamorado Capítulo 617

Capítulo 617

Después de pasar tres dias completos encerrada en casa, el plazo para el viaje de negocios finalmente había llegado, y lo que Marisol tenla que enfrentar, Inevitablemente, se presentaba ante ella.

Muy temprano en la mañana, Marisol tomó el metro para ir al trabajo, luchando para abrirse paso entre la multitud con una mueca de incomodidad. Mientras caminaba hacia el edificio de El Canal, su mano se deslizó inconscientemente hacia su cuello, encontrándose con la nada. El collar que nunca solia abandonar su cuello, había desaparecido sin dejar rastro.

Ella se había dado cuenta esa misma mañana al cambiarse de ropa y, a pesar de haber buscado por toda la casa, no logró encontrarlo.

Preocupada y recordando los caóticos eventos de la última semana en Colombia, Marisol no pudo evitar pensar que estaba teniendo un año realmente desafortunado, hasta consideró la posibilidad de visitar a un adivino para que le echara las cartas.

“Marisol, finalmente apareces!” exclamó su colega Gisela, corriendo hacia ella tan pronto como entró en El Canal. “Déjame advertirte, el jefe editor está furioso y creo que tu regreso no augura nada bueno. Durante los días que estuviste de viaje, en cada reunión nos habló de ti como un mal ejemplo. ¡Parece que te estaba esperando solo para ajustar cuentasi”

“¡Lo sé!” Marisol asintió con una expresión de quien va al campo de batalla. “¡Vamos, subamos!

Al entrar a la oficina y apenas vislumbrada por el rabillo del ojo, Marisol escuchó la voz aguda del editor en jefe.

“Marisol, ven aqui inmediatamente!”

Resignada, corrió hacia él. El editor en jefe, un hombre de cuarenta y cinco años con una evidente calvicie, agarró la cámara que ella le extendió y de inmediato se enfureció, haciendo que los pocos cabellos que le quedaban se erizaran.

“¡Marisol! ¿Qué te dije antes de irte? ¡No trajiste ni una sola noticia y además rompiste la cámara! ¿Para qué has vuelto?”

“Jefe, déjeme explicarle. Yo… tuve mis complicaciones“, empezó Marisol con expresiones vivaces y una narrativa colorida. “Las agencias de viajes corruptas siempre están en guardia contra nosotros. Me las vi y me las deseé para burlarlos y al final me atraparon. Pero siempre recordé sus palabras, jefe: “Mientras yo esté, la cámara está segura. Luché con uñas y dientes, pero no pude contra ellos, todos hombres grandes y fuertes. Y jefe, usted no tiene idea, estuve atrapada en la hosteria, sin poder salir, incluso me amenazaron con romperme el brazo al irme. ¡Ay, incluso ahora siento un dolor en el corazón…!”

Al finalizar, Marisol se llevó las manos al pecho con una expresión de dolor y, al inclinarse, le guiño el ojo a su colegal

más cercana.

Gisela, captando la indirecta, exclamó exageradamente: “¡Ay Marisol! ¿Estás bien?”

Una hora después, Marisol estaba sentada en un pasillo de un hospital privado.

Todavía podia sentir un zumbido en sus oidos por los gritos del editor en jefe, pero agradecia su astucia y su habilidad para improvisar, ya que gracias a su rápido pensamiento, habia logrado evadir la incesante irritabilidad del jeje. El susto que se llevó al verla agacharse hizo que el mismo le diera un permiso para ir al hospital a revisarse.

En la sala de espera de cardiologia, rodeada de otros pacientes, Marisol bajo la vista hacia el formulario de registro en su mano. Al pasar sus dedos sobre el texto, se detuvo en el nombre del médico.

¿Antonio Pinales?

Masticó un par de veces, sintiéndolo vagamente familiar, pero sin poder recordar con claridad.

Justo en ese momento, su nombre resonó en el altavoz y una enfermera salió al pasillo. Sin prestarle mucha atención, Marisol se apresuro a seguirla.

La enfermera la llevó a una consulta especializada, que aunque tenia una apariencia más imponente que la de un médico normal, había algo diferente.

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Capitulo 617

Especialmente el joven médico sentado detrás del escritorio, vestido con su bata blanca.

Al encontrarse con esos ojos picaros, Marisol se quedó petrificada.

¡No puede ser!

Marisol pensó que debió haber revisado el horóscopo antes de salir de casa.

Con incredulidad, apuntó con el dedo hacia el médico, y mientras temblaban sus labios, murmuró: “No me digas que eres tú otra vez, desgraciado! ¡Parece que tu espiritu nunca descansa!”

Desde el enredo en la Costa de Rosa hasta Cartagena, Marisol ya se sentia completamente desafortunada, habla perdido el amor e incluso su integridad, pero jamás imaginó que al abordar el vuelo de regreso, se encontraría con él. Después de todo, la Costa de Rosa era tan grande que parecia imposible volver a verle, y sin embargo, ahí estaba, apareciendo de repente en su campo de visión.

Ahora estaba convencida de que necesitaba ver a un adivino.

Antonio estaba sentado en la silla, con un estetoscopio colgado en el cuello, en el bolsillo izquierdo de su bata blanca guardaba un boligrafo negro, muy diferente a la imagen despreocupada que Marisol tenía de él. Sus ojos, que recordaba coquetos, ahora estaban impasibles y su expresión era de una seriedad inquebrantable.

Cuando la vio entrar por la puerta, cruzó por sus ojos una fugaz sombra de sorpresa, pero fue tan breve que no reveló nada.

“Dr. Antonio, esta es la paciente número 45, aquí tiene su ficha de consulta“, dijo la enfermera con un tono muy respetuoso, dejando claro el estatus de él en el hospital.

“¿Dr. Antonio? ¿Antonio Pinales? ¿Eres el médico al que he venido a consultar?“, Marisol tenia una expresión como si se hubiera tragado una mosca, extendiendo su dedo con un temblor teatral “¿Cómo es posible que tú, un desgraciado, seas médico? ¿Y además especialista en cardiologia? No puede ser lo máximo que podrias ser es un niño rico, perdiendo el tiempo y engañando a las universitarias, ¿cómo podrías ser médico? Soy periodista, ¿dónde está la administración de tu hospital? ¿Cómo pueden jugar con la vida de los pacientes?”

Antonio se mantuvo impasible en su asiento, mirándola con sus ojos serenos.

“Señorita, ¿podría haber un malentendido? El Dr. Antonio es un especialista muy solicitado en nuestro hospital, uno de los mejores en cirugia cardiovascular, no solo aqui, sino en toda la Costa de Rosa“, intercedió la enfermera, defendiendo a su superior

“¿ÉI? ¿Estás segura de que hablas de él?” Marisol estaba muy molesta.

En su mente, la profesión de médico, al igual que la de los policias y militares, era venerable y honorable, y le resultaba imposible asociar tal profesión con el desalmado hombre que tenia delante, excepto por sus manos inusualmente atractivas y bien formadas.

Aunque vestido con la bata blanca, parecía tener cierta autoridad…

“¡Señorita, estoy completamente segura!” afirmó la enfermera con convicción, y le preguntó a su vez, “¿Acaso no viniste específicamente a consultar con el Dr. Antonio? Solo hay cincuenta citas disponibles con él cada dia!”

Marisol estaba frustrada al extremo.

¡Cómo iba a saber ella eso! Si lo hubiera sabido, no habria entrado ni muerta.

Antonio, que habia permanecido en silencio hasta entonces, golpeó la mesa con impaciencia, “Si no viene a consultar entonces puede salir por la puerta y llamar al siguiente paciente.”

En ese momento, su expresión era la de un médico serio, sus ojos coquetos estaban distantes, como si nunca la

hubiera visto antes.

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“Quién dice que no quiero consultar!” Marisol dijo entre dientes.

Si no regresaba con el informe de su chequeo, el editor en jefe seguramente la quitaria la piel, y además, había reservado una cita con un especialista, ¡qué era carisima!

Después de sentarse en la silla con un suspiro, Antonio desvió la mirada hacia la enfermera al lado, “Puedes salir por ahora, y cierra la puerta, por favor.”

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