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Dulce Disparo al Jefe Cachorro Enamorado Capítulo 515

Capítulo 515

la tarde cala y el cielo se teñía de tonos rojizos cuando un Range Rover blanco entró al viejo caserón de los Navarro.

Violeta se desabrochó el cinturón de seguridad y bajó del vehículo. Rafael ya había sacado a su hijo del asiento de seguridad y, al ponerlo en el suelo, el pequeño Nono se acercó corriendo para agarrar la mano de su madre.

Era tal y como él había dicho, necesitaba su acompañamiento para volver allí.

Pero no era sólo por esa razón, Luis también le había hecho una invitación especial a Rafael.

Tras entrar a la vivienda, Lamberto y su hija apenas se habían sentado en el sofá cuando Luis, apoyándose en su bastón, bajó las escaleras con dificultad.

Violeta se disponía a levantarse, pero Bianca, con más agilidad, ya había corrido hacia el anciano, sosteniéndolo dulcemente mientras lo ayudaba a entrar al salón, advirtiéndole con cariño que tuviera cuidado al caminar.

Ella no competiría por esa atención, simplemente esperó junto a Nono y saludaron al resto.

Después de los saludos, Luis miró a su alrededor y preguntó, “¿Melisa no vino?”

Lamberto frunció el ceño, mostrando una leve incomodidad en su rostro.

Bianca intervino en el momento justo, “Abuelo, mamá ha estado con migraña estos días, reposando en casa. ¡Espero que no le moleste!”

Al oír esto, Luis no dijo nada más y asintió, mostrando su comprensión.

La luz del atardecer se filtraba por las ventanas, pintando una escena de unidad familiar que, a los ojos de un desconocido, resultaría sumamente cálida. Sin embargo, sólo los presentes sabían que el ambiente estaba tenso.

Después de todo, Rafael había sido el prometido de Bianca.

Aunque Rafael aún sería su nieto político, la novia ahora era su otra nieta y hasta Luis se encontraba algo perdido sobre cómo continuar la conversación.

Bianca se levantó, “Abuelo, ustedes charlen, yo voy a ver a Silvia.”

Luis asintió, dándole una cariñosa palmada en la mano.

Bianca se dirigió al jardín trasero y encontró a Silvia sentada en una silla de mimbre, con el ceño fruncido y una expresión de descontento

Al escuchar los pasos, Silvia levantó la vista rápidamente y metió las manos en los bolsillos, “Bianca, escuché un coche afuera, ¿llegaron Rafael y los demás?”

“S”, le confirmó Bianca y vio cómo Silvia, molesta, pateaba unas piedras a un lado. Con una sonrisa le preguntó, “¿Qué pasa, quién ha enfadado a nuestra señorita ahora?”

“¡No tienes idea, Bianca!” Silvia empezó a exaltarse, “¡Estoy furiosa! La semana pasada intenté tenderle una trampa a Violeta, ¡y abuelo se enteró! Hoy me regañó duramente en su estudio. Nunca me habían hablado así! Además, dijo que tengo que pedirle disculpas en la cena. ¡Imaginate!”

Bianca parecía confundida, “¿Cómo se enteró el abuelo?”

“¡Obviamente fue ella quien se lo contó!” le dijo Silvia, indignada.

Bianca asintió, ocultando una sutil sonrisa de complicidad.

Silvia pateó algunas piedras más y continuó con enojo, “No entiendo cómo Rafael no mostró ni un ápice de celos, ¡simplemente se llevó a Violeta sin más! No sabes lo aterradora que fue su mirada, jcrel que iba a matarme! No entiendo cómo no le importó en lo absoluto.”

Bianca en su interior se mofó de la estupidez de Silvia.

Era culpa de ella por no seguir su consejo de drogarlos a ambos. Ahora todo su plan había fracasado estrepitosamente por su estupidez

Bianca bajó la mirada hacia las manos de Silvia, ¿Qué es eso que tenias en la mano?”-

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Capitulo 515

Al verse descubierta, Silvia dejó de ocultarlo y sacó de su bolsillo un pequeño envase de medicamento, “Es un laxante, lo compré en la farmacia y lo pulvericé. ¡Ja! Voy a encontrar a un sirviente para que lo ponga en la sopa de Violeta. Si espera una disculpa de mi, tendrá que pasar un mal rato primero.

Silvia terminó de hablar, y ella, con espiritu combativo, se frotó las manos ansiosa, como si quisiera desahogar una gran frustración.

“Chica, ya te dejo, tengo que hacer unos arreglos!” Dicho esto, Silvia se levantó de la silla de mimbre y corrió

Bianca observó cómo Silvia se dirigia hacia uno de los sirvientes, lo llevó a un rincón apartado, le entregó una cajita de remedios y le susurró instrucciones con la voz baja. Desde la distancia, Bianca miraba fijamente y de repente, mostró una sonrisa enigmática.

Cuando llegó la hora de comer, Luis se sentó en la cabecera, Violeta y Rafael se ubicaron a un lado con Nono, y los otros tres se acomodaron en frente.

Una vez que todos estaban sentados, Luis fue el primero en aclararse la garganta para hablar, dirigiendo su mirada hacia su nieta sentada al final, “Silvia, ¿no dijiste que tenías algo que decirle a Violeta? ¡Ahora es el momento de que lo

hagas’

Cuando Silvia fue nombrada por Luis, mostró una cara de reluctancia, Abuelo, ¿realmente tengo que hacerlo?”

Claro que si!” Luis frunció el ceño.

Violeta, al escuchar su conversación, se sintió confundida y miró a Luis sin entender lo que estaba pasando. Vio cómo él miraba a Silvia con desaprobación y dijo en tono severo, ¿Qué pasa contigo, niña? ¿Quieres hacerme enojar? ¿No oiste lo que te dije hoy en el estudio? ¡Vamos, rápido, no demores la comida!”

“Abuelo… Silvia frunció los labios descontenta, como si no tuviera otra opción, se puso de pie de mala gana, levantó su vaso de jugo y brindó hacia Violeta, “Lo siento, lo que pasó la última vez fue mi culpa. ¿Así está bien?”

Terminando de hablar, Silvia se sentó de golpe en la silla.

Violeta parpadeo, todavía sintiéndose perpleja y confundida, pero para Silvia parecía que Violeta estaba actuando a propósito. Después de soltar su vaso de jugo, comenzó a pedir con insistencia, “¡Sirvan la sopa, sirvan la sopa, quiero mi sopa!”

Luis suspiro y ordenó con resignación, ¡Sirvan la sopa, por favor!”

Despues de lograr su cometido, una sonrisa astuta apareció en el rostro de Silvia.

Inmediatamente, un sirviente llego con una bandeja llena de tazones de sopa y comenzó a servir a cada uno, empezando por Luis. Cuando llegó frente a Violeta, el rostro del sirviente estaba pálido y apenas podía ocultar su nerviosismo, sus manos temblaban ligeramente mientras sostenía la sopa.

La superficie del líquido temblaba con cada movimiento.

Señorita Vicleta, aquí tiene su sopa.”

Violeta también notó el movimiento en el líquido y extendió la mano para recibirlo, “Gracias.”

Justo cuando tocó el borde del tazón, la mano temblorosa del sirviente de repente perdió el equilibrio y el tazón se cayó al suelo con un crujido.

Aunque el tazón no se rompió, la sopa se derramó por completo y, quizás sintiéndose culpable, el sirviente se arrodilló en el suelo con un rostro lleno de pánico.

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