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Dulce Disparo al Jefe Cachorro Enamorado Capítulo 386

Capítulo 386

Estela fue la primera en verla, soltando una exclamación de asombro. “Violeta?”

Isabel la vio poco después, su rostro también estaba lleno de sorpresa antes de soltar una risa fria y sarcastica. Te lo dije, Estela, antes tu papá podía ceder a tus llonqueos y darte dinero, pero ahora ni siquiera te mira. ¡Debe ser esta zorra la que está metiendo clzañal ¿No se suponía que se habla ido al extranjero para vivir la buona vida? ¡No puedo creer que se dignara a regresar!”

“Violeta, viniste aqui solo para reirte de nosotros, ¿verdad?!” Estela exclamo, lanzándole una mirada llena de

adio.

Violeta se quedó sin palabras ante esa madre e hija.

Aunque la situación le parecia ridícula, decidió explicarse. “No vine aqui a propósito, fue una coincidencia,”

Estela se enfureció aún más con esa respuesta. ¡Tu

Violeta frunció el cerio ante la mano que se dirigia hacia ella.

Como habia sucedido cuatro años atrás, preferia mantenerse al margen de esas dos. Ya que Francisco las habia echado de su estudio, ella decidió que no tenía por qué esperar más y subió un par de escalones. “Lo siento, ¿me podrian dejar pasar? Necesito ver a mi papa” Dijo ella

Ambas la miraron furiosas, negándose a hacerle lugar.

Afortunadamente, la escalera era lo suficientemente ancha como para que pudiera pasar por el costado. Justo cuando estaba a punto de pasar junto a ellas, Estela bajo la mirada hacia algo en particular. “Mamá, mira su mano!”

Isabel siguió la mirada de su hija y vio el anillo de diamantes en su dedo anular brillando intensamente

¿Cómo es que tiene un anillo de diamantes tan grande? ¡Debe ser de al menos cinco quilates! ¿Acaso se fue al extranjero a ser mantenida por algún viejo rico? murmuro con envidia

Estela, sin embargo, no estuvo de acuerdo con las palabras de su madre y continuó mirando fijamente a Violeta. No será un regalo de Rafael?

“¿Y qué te importa?” preguntó Violeta, sonriendo

Estela, con el rostro contorsionado por la envidia y la ira, se abalanzó sobre Violeta, agarrándola del brazo diciendo. ¡Violeta, por qué te va tan bien ahora! Antes siempre te tenia bajo mi pie, pero ahora hasta te atreves a desfilarme a mi con la cabeza en alto. ¡No te lo mereces! Y todo esto que me está pasando es tu culpa!

“Estela. Violeta se detuvo, la miró con compasión y siguió Te equivocas, esto no tiene nada que ver conmigo Estás en esta situación porque tú misma te la buscaste. La gente siempre recibe lo que merece.

Justo cuando terminó de hablar, Violeta sintió un golpe ardiente en el rostro.

Estaba tan ocupada hablando con Estela que no se percato de los movimientos de Isabel, quien la golpeo con fuerza en

la cara. Aunque Violeta intentó retroceder, solo logró disminuir un poco la fuerza del golpe.

Violeta sintió como su rostro comenzaba a hincharse y cada pequeño movimiento le causaba dolor

Isabel se arremangó, dispuesta a seguir golpeándola y gritaba. Zorra, voy a enseñarte una lección por mi hija! Cada vez que venias aqui, solla darte una paliza. No va a ser diferente esta vez, voy a romperte la boca!”

Justo cuando estaba a punto de golpearla de nuevo, una figura grande y alta la protegió, tomando la muñeca de Isabel y arrojándola hacia atrás. Isabel cayó contra la pared, mientras Estela corria a su lado.

Violeta miró sorprendida al hombre que acababa de salvarla “Rafael, ¿cómo es que estas aqui?” Dijo ella con cara de surpresa

Fe duele preguntó Rafael, Inunciendo el ceño y mirándola con preocupación.

En sus dos pupilas oscuras, todo lo que vela era ella, y la preocupación y el dolor que había en ellas.

Violeta, temiendo que él se preocupara, lo tranquilizó y dijo. “Estoy bien…”

Pero apenas la yema de sus dedos la tocó, el dolor la hizo fruncir el ceño y chupó aire frio entre dientes.

El rostro de Rafael se oscureció aún más, y de inmediato se dirigió hacia Isabel, que aún estaba en el suelo.

Era

Cuando Violeta vio que él se inclinaba, supo lo que iba a hacer. Era como hace cuatro años, cada vez que era maltratada o humillada frente a su familia, el siempre aparecía para protegerla.

Pero esa vez, no queria seguir escondiéndose bajo sus alas. Se adelantó, tiró de la manga de su traje y dijo,

‘Rafael…

Luego camino hacia adelante y se agachó lentamente frente a Isabel.

“¡Paf!” Violeta le propinó una bofetada. El sonido fue aún más nitido que antes

Violeta habia usado toda su fuerza, y cuando bajo la mano, sus dedos estaban entumecidos. La cara de Isabel estaba mucho más hinchada, con claras marcas de cinco dedos en su mejilla.

Después de mover los dedos ligeramente, volvió a darle otra bofetada.

Isabel parecia completamente sorprendida, no podía creer que la habitualmente sumisa Violeta de repente le diera dos bofetadas. Su expresión era de asombro,

Queria devolver el golpe, pero temia una posible reacción de Rafael, que estaba detrás de ella con una cara Iría. Sus ojos eran tan frios que parecia que la estaban estrangulando, y podia asfixiarse en cualquier momento

Aunque Violeta no se giró, sabia que Rafael estaba detrás de ella como un guardián, por lo que no tenía nada que temer.

Esto es por golpearme Solo estoy devolviendo el doble! En cuanto al pasado… Se detuvo a propósito y vio el miedo en los ojos de Isabel, luego se sacudió la mano y añadió, “No quiero ensuciar mis manos contigo, asi que no voy a pelear ¡Espero que de ahora en adelante, dejes de ladrar como un perro rabioso! ¡No soy la misma Violeta a la que tú y tu hija solian maltratar

La puerta del estudio se abrió, y Francisco, que habia oído el alboroto, salió apoyándose en la pared

Al ver el caos, no necesito preguntar para saber lo que habia pasado, y enojado, grito. Ustedes dos, salgan de mi casa ahora mismo! ¡Ahora mismo!”

Las dos a las que se referia eran obviamente Isabel y Estela, las cuales ya habia echado previamente

Madre e hija se miraron y finalmente tuvieron que marcharse con resentimiento.

Al ver que Francisco estaba pálido, Violeta se acercó con cierta preocupación y dijo, “Papa, ¿estás bien ?”

“Estoy bien”, respondió Francisco, negando con la cabeza y tomando dos respiros profundos. “Solo que el alboroto de esas dos me ha subido la presión arterial

“¡Vamos a llevarte a la habitación!” dijo Rafael con voz grave.

Violeta asintió, llamó a la niñera, que estaba demasiado asustada para salir, y juntas llevaron a Francisco de vuelta a su habitación.

Rafael sugirió llamar al médico de la familia para un chequeo, pero Francisco se nego, diciendo que era un problema recurrente y que todo lo que necesitaba hacer era tomar un par de pastillas de su botella de medicina en el cajón.

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