Capítulo 32
Violeta finalmente pudo respirar tranquilamente.
Rafael la había acorralado contra la pared. Al ver que ella ya no iba a gritar, le quitó la mano de su boca, pero su otra mano seguía enroscada en su cintura.
El calor que emanaba de su cuerpo, incluso a través de la tela de su ropa, la puso en alerta nuevamente.
Alrededor de ella solo veía una hilera de urinarios. Violeta se dio cuenta de dónde estaba y se sintió extremadamente incómoda.
Se oyeron pasos en la entrada.
Desconcertada, sin saber qué hacer, sintió cómo la apretaba por la cintura y la llevaba a dentro de la cubierta del inodoro más cercano.
Al mirar por encima del hombro de Rafael, vio la puerta cerrada. Se oía el ruido del agua corriendo. Violeta estaba tan avergonzada que quería evaporarse.
No pudo evitar mirar al culpable. Sus ojos, oscuros como pozos profundos, no reflejaban ninguna luz, pero parecían absorber toda la que los rodeaba.
El corazón de Violeta empezó a palpitar con fuerza, casi cayendo en su mirada.
Intentó evitar su mirada, pero de repente, él bajó la cabeza.
Luego le dio un beso apasionado y abrumador.
Violeta no tenía dónde huir. Después de un par de segundos, su beso se volvió más intenso.
Era tan dominante que no dejaba lugar para empujarlo.
No importaba cuánto tratara de resistirse, no podía quitárselo de encima. Especialmente cuando sentía el calor que irradiaba desde su pecho, tan caliente que hizo que sus dedos se contrajeran. En su desesperación, cerró la boca con fuerza.
Escuchó un gruñido de dolor. Cuando él la soltó, un sabor metálico se extendió por su boca.
Violeta estaba nerviosa, lo miró con miedo, temiendo que pudiera hacer algo aún peor si lo enfadaba.
Pero Rafael simplemente se limpió la esquina de sus labios con el pulgar, entrecerró los ojos, mirándola con una mirada calculadora, y de repente le preguntó: “¿No quieres estar conmigo porque ya estás con él?”
“¿De quién estás hablando?” Violeta estaba confundida.
Cuando pensó en Elias, frunció el ceño. “¿Estás hablando de Elias?”
Rafael guardó silencio, sin dejar lugar a dudas.
Violeta frunció aún más el ceño, sintiendo su mirada incómoda como si estuviera perforando su piel.
“Responde a mi pregunta. ¿Si o no?” Rafael la instó a responderle.
Violeta levantó la cabeza, desafiando su mirada. “Señor Castillo, no importa si es sí o no, es asunto mío. ¿Qué tiene que ver contigo?”
“Sí o no?”
Rafael repitió la pregunta, con un tono de voz claramente más profundo.
Violeta miró hacia otro lado, rehusándose a responder. Al instante, sintió que la fuerza que aplicaba en su cintura
aumentaba.
Fue levantada del suelo, y el cuerpo grande y amenazador del hombre se acercó, en una posición embarazosa y sugerente, especialmente en ciertos lugares donde sus cuerpos estaban muy pegados.
Violeta estaba asustada.
No se sabía cuándo la gente de afuera se había ido. Todo estaba en silencio, excepto el sonido de su garganta tragando saliva.
Rápidamente negó con la cabeza. “¡No!”
“Menos mal eres inteligente.” Rafael se echó hacia atrás.
Violeta se puso de pie, asustada.
Parecía satisfecho con su respuesta, el ceño fruncido de Rafael se relajó un poco. Sacó un cigarrillo de su bolsillo como costumbre.
Encendió el cigarrillo y exhaló una nube de humo blanco. “Violeta, aquellos que me provocan no pueden escapar de mi tan fácilmente.”
Mirando la puerta que se cerraba de nuevo, Violeta no se atrevió a moverse.
Si alguien la veía salir del baño de hombres con Rafael, ¿qué pensarian?
Tuvo que esperar, hasta que estuvo segura de que no había ningún ruido afuera, se agachó y salió con las mejillas rojas.
Desafortunadamente, justo cuando salió, se encontró con un cliente masculino que estaba a punto de entrar. La miró varias veces, como si hubiera visto un fantasma.
¡Esto era el colmo!
Finalmente, de vuelta en su mesa, Violeta sintió que sus manos estaban sudando.
Elias ya estaba impaciente. “¿Por qué tardaste tanto? ¿Te caíste en el baño?”
“No…”
“¡Tu cara está muy roja!”
“¡Eh!” Violeta se sintió incómoda. “Accidentalmente entré al baño de hombres…”
“¡Jajaja!” Elias se rio a carcajadas.
Violeta estaba aún más avergonzada, desvió la mirada hacia la ventana, el gerente del restaurante estaba despidiendo a los clientes de manera atenta.
Mirando a Rafael, mordió su labio.
¿Qué quiso decir con su última frase?