Capítulo 18
Justo en ese momento, por reflejos agarró su cinturón para no caerse.
En ese momento, debido a su fuerza, el cinturón se había salido bastante de la hebilla de metal, y los pantalones también se habían aflojado, mostrando el borde de sus calzones…
¿Qué estaba haciendo?
Ay, ¡qué vergüenza!
La cara de Violeta se había enrojecido como un tomate.
“Recuerdo que alguien dijo que esperaba que no nos volviéramos a ver, ¿y ahora estás agarrando mi cinturón?”
“Fue un accidente…”
Violeta soltó el cinturón, sintiéndose avergonzada, balbuceando, “Lo siento…yo…”
Había caido en la bañera y estaba empapada, especialmente su camisa blanca. Después de mojarse, ya no ocultaba nada, revelando su sujetador rosa y el borde de encaje.
Rafael recordó esa noche, parecía ser la misma prenda que él había arrancado….
Algo en su pecho empezó a agitarse. Su garganta se sentía seca y gruñó, “¡Sal!”
Si ella no se iba, no podía garantizar lo que iba a pasar.
“¡Sí, sí… ya me voy!” Violeta también estaba avergonzada.
Después de intentar levantarse durante un rato, finalmente logró salir de la bañera.
No se atrevió a quedarse ni un segundo más y salió corriendo como un perro con la cola entre las patas.
“¡Vuelve!”
Violeta se giró y vio una toalla volando hacia su cabeza.
La cogió y siguió su mirada hacia abajo, inmediatamente se tapó con la toalla. “Gra… gracias.”
En el momento en que se cerró la puerta de la habitación, se oyó el sonido del agua de ducha en el baño.
En el pasillo, Estela caminaba con sus tacones altos de 8 pulgadas sobre la alfombra, llevando su bolso exclusivo de Lady
Di. Aceleró el paso, seguida de cerca por Raúl, el asistente de Rafael de muchos años. “Señorita, el Señor Castillo está descansando y no quiere que nadie lo moleste…”
Estela ignoró su advertencia y continuó su camino.
Al doblar la esquina, se detuvo repentinamente al ver a una mujer envuelta en una toalla saliendo de la habitación de Rafael…
Era… ¿Violeta?
¡Otra vez ella!
Al día siguiente, Violeta fue enviada al comedor después de limpiar las habitaciones de los huéspedes. Mientras colocaba los utensilios, escuchó a una señorita malcriada reprendiendo con disgusto en la mesa de al lado, “¿Cómo pueden trabajar así? ¿No ven esta mancha tan grande en el plato? ¿Cómo se supone que pueda comer así?”
Incluso si no miraba a donde se oían los gritos, Violeta sabía quién era.
No esperaba que incluso Estela estuviera en este crucero. La razón de que había venido ahí era obvia.
Violeta apresuró su trabajo, no quería ser descubierta. Planeaba ir a otra área, pero Estela la llamó, “¡Tú, ven aquí!”
“Señorita, ¿necesitas algo?” Violeta tuvo que acercarse a regañadientes.
“¡Cambia todo esto por platos y cubiertos limpios!”
“De acuerdo, lo cambiaré de inmediato.”
Violeta asintió, apilando los platos y cubiertos para retirarlos. Cuando fue a tomar el cuchillo, Estela levantó a propósito el codo y el cuchillo cayó al suelo.
Violeta tuvo que agacharse para recogerlo.
Pero justo cuando agarró el cuchillo, un zapato de tacón lo piso.
“Lo siento mucho, ¡no lo vi!” Estela parecía muy arrepentida.
Violeta apretó su mano.
Aunque se movió rápido, le había pisado su meñique. Su dedo no estaba rojo, pero le dolía.
Violeta miró la satisfacción en los ojos de Estela, pero no podía reaccionar.
Si se producía un conflicto en ese momento y el encargado se enteraba, le descontarían el dinero que había ganado con tanto esfuerzo.
Frunció los labios y soportó el dolor mientras recogía el cuchillo. Sacó nuevos utensilios del armario y los cambió uno por
uno.
Estela, que estaba sentada en la silla con los brazos cruzados y una expresión de reina, de repente se levantó con una sonrisa en los ojos.
No hacía falta adivinar quién venía.