Capítulo 1777
Orson aún conservaba en sí aquel sutil aroma de menta y tabaco que tanto hechizaba a Jimena.
El corazón de ella se ablando instintivamente por un momento, pero luego recordó la historia entre Orson y Priscila, y se puso a la ofensiva de inmediato, empujando a Orson con ira: “¡Orson, quita tus sucias manos de mi!”
Después de apartar a Orson con tanta fuerza, Jimena retrocedió varios pasos por la inercia.
Orson dio un paso hacia atrás, mirándola con ojos tristes. Tragó saliva, y con dolor le dijo: “Jimena, ya hice la prueba de paternidad con el niño, todavía no es seguro que sea mío. Ya conoces a Priscila, esa mujer es astuta y manipuladora, ¿quién sabe qué estará tramando ahora?”
Jimena, devastada, soltó una risa fría: “No importa si el niño es tuyo o no, jel hecho de que tuviste algo con ella es indiscutible!” Al pir esto, Orson mostró una mirada de sufrimiento y rápidamente intentó explicarse: “Estaba borracho esa noche. Si hubiera estado en mis cabales, jamás habría pasado nada entre nosotros. Y además…”
Orson hizo una pausa y continuó: “Además, ¿no me habías perdonado ya por ese error?”
Jimena bufó, cruzándose de brazos y con enojo dijo: “¡Quién dijo que te había perdonado!”
“Si no me has perdonado, ¿por qué aceptaste casarte conmigo?” preguntó Orson.g2
“¿Aún tienes el descaro de preguntar? ¿No has estado presionándome todo este tiempo, utilizando a mi madre para que me case contigo?” En su enojo, Jimena soltó esas palabras sin pensar.
Orson quedó herido por sus palabras y murmuró: “¿Te presioné?”
Jimena respondió con un resoplido: “¿No lo hiciste?”
Orson sonrió amargamente, asintió y dijo: “Si, te presioné…”
Bajo la cabeza, mostrando una imagen de completa desolación.
Jimena, viendo esto, se dio cuenta de que había sido demasiado dura con sus palabras. Su ímpetu disminuyó un poco y quiso decir algo para consolarlo, pero recordando la situación en la que se encontraban, mordió su labio y se endureció el corazón, sin ofrecer palabras de consuelo. Respiró hondo y pasó por su lado sin mirarlo, presionó el botón del ascensor que ya estaba en laˆ planta baja, entró cuando se abrió la puerta, pulsó el botón de su piso y luego apretó frenéticamente el de cerrar puertas, queriendo poner una barrera entre ella y Orson.
Orson se quedó de espaldas a Jimena, y solo cuando oyó el ascensor subir se volvió.
Vio los números cambiar en la pantalla del ascensor y frunció el ceño, frustrado se llevó las manos al cabello.
Había llegado antes y planeaba ir a la casa de Jimena. Al acercarse a la puerta y cuando estaba a punto de tocar, escuchó dentro la voz de queja de Jacinta diciendo: “¿Cómo es que Jimena y Orson aún no han vuelto? ¡Espero que no haya pasado otro contratiempo!”
Orson se detuvo en seco, sabiendo que Jimena aún no había vuelto.
Por la hora, debería haber llegado antes que él, ¿por qué no estaría en casa? Seguramente no quería volver.
Orson tampoco tenía las fuerzas para enfrentarse a Jacinta y decidió esperar abajo, justo para encontrarse con Jimena.
Pensó que podrían comunicarse y planear juntos cómo enfrentar a Jacinta, pero Jimena parecía haber cerrado su corazón, no queriendo hablar más con él.
El ánimo de Orson cayó profundamente, sintiéndose perdido y sin saber qué hacer.
Jimena llegó a casa, abrió la puerta y vio a su madre y a su padre sentados alrededor de la mesa del comedor, ambos con el semblante tenso y el gesto severo. Al verla, Jacinta y Martín se pusieron de pie al unisono.
La actitud era de quien se preparaba para una gran confrontación con Jimena. Ella retrocedió asustada, diciendo repetidamente: “Mamá, cálmate, déjame explicarte todo primero.”
“¿Qué vas a explicar? ¡Saca lo que tienes que sacar!” Jacinta extendió su mano hacia Jimena con seriedad.
Jimena, confundida, miró la mano de su madre y preguntó: “¿Qué cosa?”
“¿Qué más podría ser sino un certificado de matrimonio?” afirmó Jacinta con convicción.