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¡Domesticame! Mi pequeña y gran Elia 1706

Capítulo 1706

Elia entendió que Cecilia estaba enfrentándola directamente.

Ya estaba comprometida con Asier y aun así no dejaba de verla como una espina en el ojo.

Manteniendo una sonrisa diplomática, Elia dijo: “Desde pequeña he tenido que valerme por mi misma, luchando por la vida y tuve que asumir la responsabilidad de criar a cuatro niños sin haber terminar la universidad. Luego, cuando crecieron, volví a estudiar tres años más, obviamente sin mucho tiempo libre. ¿Cómo podría compararme con esas jóvenes de familias ricas que nacieron con una cuchara de oro en la boca y nunca les ha faltado de nada?”

La respuesta de Elia fue un buen contraataque a las burlas de Cecilia, con dignidad pero sin soberbia, y cualquiera que entendiera el trasfondo, podría percibir la amargura en sus palabras.

Asier frunció ligeramente las cejas, casi imperceptiblemente, y dirigió una mirada profunda hacia Elia, con un destello de luz en sus ojos.

Elia nunca mencionó los tres años que pasó cuidando de él, lo que había retrasado su carrera. Pero esa frase sobre “regresar a estudiar después de que los niños crecieron” tocó el corazón de Asier.

Durante esos tres años, Elia había estado cuidándolo, lo que había retrasado sus propios pasos hacia el éxito profesional.

Sin embargo, nunca alardeó de ese hecho delante de él.

En cambio, Cecilia, que no lo había cuidado ni un solo día y que se había escondido en el extranjero durante su accidente, regresando solo cuando él estaba a punto de despertar, le dijo sin remordimientos que ella habia sido quien lo cuidó durante tres años, robándole el mérito a Elia.g2

Frente a la discreción y humildad de Elia, la actitud egoísta de Cecilia se hacía más evidente.

Pero esa misma discreción y humildad de Elia, era lo que más lo enfurecia a Asier.

Asier desvió la mirada hacia los stands con calma.

Cecilia, asfixiada por las palabras de Elia, rápidamente miró hacia ella, lista para replicar, pero luego vio la forma en que Asier miraba a Elia, con una profunda intensidad en su mirada que claramente mostraba su renuencia a dejarla ir.

Esa mirada húmeda y penetrante de Asier, como una espada afilada, se clavó en el corazón de Cecilia provocándole un dolor agudo.

Ella se quedó sin aliento por un momento, tardando varios segundos en recuperarse y tragando la ira provocada por Elia, dijo: “Si tu madre hubiera sido honesta, no habria terminado sin marido y tu habrías tenido un padre desde tu nacimiento.”

Con esa frase, Cecilia culpaba a la madre de Elia de todos los sufrimientos de su hija y, de manera indirecta, insinuaba que Elia era una bastarda sin padre.

El corazón de Elia dio un vuelco, sus ojos se fijaron en Cecilia, la atmósfera se volvió insostenible y estaba lista para responder.

Asier abrió una botella de agua y se la pasó a Cecilia, con una voz baja y magnética dijo: “El clima

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está seco, cuida tu garganta, mejor habla menos.”

Cecilia, sorprendida y encantada, no esperaba que Asler le abriera una botella de agua y se la entregara personalmente, y además, esas palabras significaban que se preocupaba por ella.

El corazón de Cecilia, que había sido golpeado, de repente se llenó de alegría, y con un alre complaciente tomó la botella de agua de las manos de Asler, diciendo con delicadeza: “Si, haré lo que dices, no hablaré más.”

Después de eso, tomó un gran sorbo de agua.

El furioso fuego en Elia, al ver la actitud de Asler, se apagó como si le hubleran echado un balde de agua fria, no solo extinguiendo su ira, sino también enfriando su corazón.

Ella entendía demasiado bien lo que Asier estaba haciendo: proteger a Cecilia para evitar que se sintiera mal por sus palabras.

Mientras que Cecilia le había dicho cosas desagradables a ella, no le quedaba otra que atribuirle a la mala suerte: su bienestar era algo que tenía que manejar por si misma.

Elia tragó toda su humillación, bajó la mirada y no dijo nada más.

La temperatura parecía haber caldo súbitamente unos grados. Elia sintió un frío que empezó en la planta de los pies y se extendió por todo su cuerpo, haciéndola estremecerse.

Apretó las manos sobre la silla para mantener su estabilidad y evitar temblar, ya que eso haría que la situación fuera aún más ridicula para los demás.

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