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¡Domesticame! Mi pequeña y gran Elia 1655

Capítulo 1655

Jimena estaba borracha, caminando tambaleante mientras cantaba a viva voz.

Las luces de neón se derramaban sobre ellas, y los semáforos iban pasando uno tras

otro.

Atravesando la opulencia de la ciudad y el frío de la noche.

De repente, las sombras que bañaban a Jimena y Elia con su luz de neón se oscurecieron, y hasta su visión quedó eclipsada.

Elia y Jimena sintieron que algo no andaba bien y, al levantar la vista, vieron a un hombre de aspecto brusco con un tatuaje de dragón en el brazo que les bloqueaba el camino.

La mirada del hombre era feroz y su rostro estaba surcado por una barba espesa, la imagen típica de un matón.

Ese rostro intimidante les resultaba extrañamente familiar.

Con los ojos nublados por el alcohol, Jimena señaló al hombre que les obstruía el paso y, tambaleándose, dijo: “Amigo, estás en nuestro camino“.

Dimas agarró su mano y con un tirón la apartó de Elia, haciéndola chocar contra su brazo rechoncho.g2

Jimena estaba asqueada y listo para luchar cuando Dimas la atrajo hacia él,

aprisionando su cuello con su brazo.

“¿Qué haces, suéltala!” Elia, asustada por la acción de Dimas, recuperó la sobriedad de golpe y le advirtió mientras intentaba recuperar a Jimena.

Dimas sonrió con desdén y dijo: “La última vez se escaparon y encima me trajeron a un hombre que me repugna. Esta vez, no tienen escapatoria“.

Al decir esto, Dimas atrajo a Elia hacia él con su otra mano.

“¡Ah, suéltame!” El grito de Elia fue seguido de forcejeos desesperados.

Pero la fuerza de Dimas era inmensa, demasiado para que ella pudiera resistirse.

Rápidamente, Dimas arrastró a Elia y Jimena hacia una furgoneta.

Las lanzó al interior y las ató de pies y manos con cuerdas que ya tenía preparadas, y les selló la boca con cinta adhesiva.

Atadas de espaldas la una a la otra, con la cinta apretada en sus bocas, no podían

Capitulo 1655

hablar.

Jimena ya estaba bastante sobria y se retorcía intentando gritar por ayuda.

*Elia sentía el terror de Jimena y se debatía con igual desesperación, pero las cuerdas no

cedian, y ella no podía liberarse.

El vehiculo corría por la carretera asfaltada. La ventana abierta dejaba entrar el viento que desordenaba el pelo de Elia y hasta arrancó la peluca de Jimena.

Al llegar a un pequeño motel, Dimas estacionó y se dispuso a bajar a las dos mujeres, pero al ver que una de ellas era calva, se disgustó.

Dimas tenía una obsesión con el cabello hermoso y detestaba la calvicie.

Al ver que Jimena estaba calva, le repugnó y escupió: “Mierda, es una calva, me arruina el ánimo“.

ay

Dimas la arrastró fuera y la empujó hacia la calle diciendo: “Vete tan lejos como puedas y no me fastidies más“.

Jimena tropezó y casi cae, pero logró estabilizarse justo a tiempo.

Miró atrás con urgencia y vio a Dimas arrastrando a Elia hacia el motel.

Elia estaba aterrorizada y se resistía, inclinándose hacia atrás e intentando plantar los pies en el suelo, pero Dimas la empujaba con brutalidad.

El delgado cuerpo de Elia no era rival para la corpulencia de Dimas.

Apenas resistió unos segundos antes de ser arrastrada a través de las puertas del motel.

Jimena miraba aterrada, su cuero cabelludo hormigueaba de miedo. Estaba a punto de correr a salvar a Elia cuando, tras dos pasos, se detuvo en seco

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