Capítulo 1487
Parecía que Orson realmente se había enamorado de Jimena.
De otro modo, un mujeriego como él nunca perdería el tiempo con una mujer casada.
Pero qué ironía, destinados a encontrarse, pero no a estar juntos.
Orson agarraba el volante con fuerza, acelerando a fondo por la carretera asfaltada.
Con la capota del coche abajo, el viento le revolvía el cabello hacia atrás, pero no lograba refrescar su mente febril.
A pesar de saber que Jimena ya era esposa de Daniel, no podía evitar preocuparse por ella, temiendo que una conmoción cerebral no tratada adecuadamente pudiera dejar secuelas.
Solo quería verla bajo el pretexto de llevarle un regalo, necesitaba verla alegre y saludable para sentirse tranquilo.
Era consciente de que ya había quien cuidara y protegiera a Jimena.g2
No le correspondía a él preocuparse por ella, pero no podía controlar el deseo de verla.
Y como siempre, Daniel había vuelto de hacer la compra, preparándole delicias a Jimena.
¡Daniel y Jimena realmente vivían juntos!
Tenían una vida sencilla, plena y feliz.
Orson solo era un extraño sin derecho a intervenir. Conocía bien su realidad, pero aun así, no quería cortar lazos con Jimena.
Descubrió que no poder olvidar a alguien era una agonía desgarradora.
Orson finalmente llegó a casa, y encontró a Marisa esperándole en la sala.
“Habías prometido cenar hoy con Priscila y su madre, ¿dónde te metiste?” preguntó Marisa con una mirada penetrante.
Orson quería ignorarla y se dirigió hacia las escaleras.
Furiosa, Marisa se levantó de un salto y se plantó frente a él, diciendo: “¿Esa es tu manera de tratar a tu madre? ¿Acaso no me escuchas?”
3
Con total desenfado, Orson respondió: “Creo que eres la madre de Priscila.*
Intentó seguir su camino, pero Marisa lo detuvo agarrándolo del lóbulo de la oreja: “¿Te has rebelado contra mi?”
Ella solía retorcerle la oreja sin que él se resistiera.
Esa vez, Orson, con enojo, apartó la mano de Marisa y dijo con rabia: “Ya te lo dije antes, o rompes mi compromiso con Priscila, o dejo de ser tu hijo. Si no quieres anularlo, desde ahora, ya no soy hijo tuyo. ¡Ya no me mandas!”
Marisa, sorprendida y herida, replicó: “¿Qué dices, ingrato? Si no quieres ser mi hijo, hoy mismo te desheredo.”
Tomó la escoba que estaba a un lado y golpeó a Orson en la espalda.
Orson se mantuvo firme, resistiendo sin defenderse, el dolor fisico no era nada comparado con el tormento
Capitulo 1487
que sentía en el corazón.
Al salir de Islas Verdes esa tarde, supo que nunca volvería a ver a Jimena, que no había esperanza para ellos. Perderla para siempre le dolía más de lo que jamás imaginó.
Capitulo 1488
Capítulo 1488