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¡Domesticame! Mi pequeña y gran Elia 1480

Capítulo 1480

Asier miraba a Cecilia frente a él. La pequeña niña que solia rondar a su alrededor, con el tiempo, habia crecido hasta convertirse en una mujer.

Criada por Maximiliano y Belén, una casa conocida por su amor al arte y la cultura, Cecilia había crecido para ser una joven educada, de modales finos y con un aire de gracia literaria.

Sobre todo aquellos ojos, que antes destilaban una inocencia infantil, ahora brillaban con destellos de comprensión y ternura, reflejando la elegancia de una dama de otoño.

Pero aunque Cecilia había crecido hasta convertirse en una mujer, para Asier seguía siendo una niña, y no podia verla más que como una hermana.

Asier intentaba retirar su mano de la de ella, pero apenas se estaba despertando, su cuerpo se sentía paralizado, sin fuerzas para moverse.

Ni siquiera podía sentarse, y al tratar de retirar su mano, su brazo parecía pesado como el plomo, incapaz de moverse.

“Cecilia, todavía eres joven, deberías buscar a un hombre adecuado,” le dijo Asier con voz ronca, mientras con la mirada le indicaba que soltara su mano.

Las lágrimas en los ojos de Cecilia parecieron detenerse, era como si hubiera sido golpeada por las palabras de Asier. Pero su buena educación la hizo soltar la mano de Asier y dijo. “Asier, ya no soy una niña, tengo 25 años. Muchas mujeres de mi edad ya están casadas y con hijos grandes,” le respondió con dulzura y sensatez.

Viendo que Asier iba a hablar de nuevo, Cecilia se apresuró a interrumpirlo: “Asier, acabas de despertar, estás débil. Necesitas tiempo para recuperarte. No pienses en nada más ahora, solo en sanar. g2

“Sí, Cecilia siempre piensa en todo,” intervino Benjamín, apoyándola. “Ahora que despertaste, lo más importante es que te recuperes bien. Lo demás puede esperar.”

En eso llegó el Dr. Díaz, quien después de examinar a Asier y tomarle el pulso, concluyó: “El paciente ha estado inconsciente durante tres años. Ha perdido memoria muscular y aún no recobra la motricidad completa. Con unos días de descanso y rehabilitación, poco a poco volverá a la normalidad.”

“Gracias, Dr. Díaz,” dijo Benjamin, mostrándole mucho más respeto que la primera vez que lo vio. La habilidad del médico había ganado su admiración.

Durante esos tres años había gastado fortunas en varios doctores sin encontrar cura para Asier, pero el Dr. Diaz, sin cobrar un centavo, había conseguido lo que parecía imposible.

Benjamín no podía menos que respetar al Dr. Diaz.

“No hay de qué. El paciente ya está casi recuperado. Con la rehabilitación adecuada, estará bien. Yo ya no vendré,” dijo el Dr. Díaz a Benjamín antes de marcharse con su maletín de medicinas.

Su trabajo con Asier había llegado a su fin.

Después de despedir al Dr. Díaz, Benjamín se acercó a Asier y le preguntó: “Asier, ¿hay algo que te apetezca comer?”

Asier negó con la cabeza y dijo con su voz aún ronca: “Sólo quiero estar solo un rato.”

Benjamin se detuvo por un momento, sabía que Asier estaba afectado por lo de Elia.

Pero él no iba a ceder, ni a ofrecer una sola excusa por ella.

Capitulo 1480

“Te dejaré solo entonces. Si necesitas algo, solo avisa. Habrá alguien esperando afuera,” dijo Benjamín, y tras un gesto a Cecilia, ambos salieron de la habitación.

Una vez fuera de la habitación, Cecilia preguntó a Benjamín intrigada: “Abuelo, ¿realmente vas a dejarme tomar el crédito por lo que hizo Elia? Cuando Asier se recupere, todo saldrá a la luz. Los sirvientes de la Villa Serenidad saben que fue Elia quien lo cuidó.”

Cecilia había colaborado con Benjamín diciendo que ella había estado al cuidado de Asier por pura presión, las circunstancias no le habían permitido pensar mucho y ante el dilema que Benjamín fe presentó, no tuvo más opción que enfrentarlo.

“Sigue cuidando de Asier, yo me encargaré del resto,” dijo Benjamín con voz grave y una mirada aguda a

Cecilia.

Entonces, Benjamín convocó a todos los sirvientes de la Villa Serenidad y con una seriedad cortante les dijo: “Durante estos tres años que Asier ha estado inconsciente, ha sido Cecilia quien lo ha cuidado con sus propias manos, alimentándolo, lavándolo, haciéndose cargo de todo. Repito, ha sido Cecilia quien se ha encargado de Asier, y nunca Elia ha aparecido por la Villa Serenidad. El que se atreva a soltar la lengua, que se olvide de seguir viviendo en la Capital.”

Fabio miró a Benjamín con sorpresa y dijo: “Pero señor, Elia ha trabajado duro y sin quejas…”

“¡Fabio, se te descuentan tres meses de sueldo! Si quieres que tu familia pase hambre en el futuro, sigue hablando“, la mirada de Benjamín, feroz como la de un halcón, se clavó en Fabio con una autoridad impresionante.

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