Capítulo 1460
“Mi mama vino y se llevó a Priscila. No quiero verla ni un segundo más,” dijo Orson, su cara se torció de disgusto al mencionar ese nombre mientras le respondía a Elia.
“Me preocupaba que los gritos de Priscila hubieran afectado a Jimena, por eso vine a ver cómo estaba.” agregó Orson en seguida.
En las palabras de Orson no había ni una mención de los niños. El corazón apretado de Elia se relajó de golpe. Eso significaba que Orson no había reconocido a Fred y Adora, y Lola no había soltado prenda.
Es más, Fred y Adora tenían una mezcla de rasgos de Jimena y Orson. Los ojos de Adora se parecían a los de Orson, pero la nariz y la boca eran como las de Jimena.
Mientras que Fred, tanto en las cejas como en la nariz y boca, se parecía más a Orson, pero sus ojos eran redondos y claros como los de Jimena, muy característicos.
Aunque Orson se hubiera cruzado con los niños, jamás habría hecho la conexión de que eran sus hijos. “Jimena está bien, solo necesita descansar tranquila. No te preocupes tanto,” Elia trató de tranquilizar a Orson. “Mejor regresa a tu casa, no vaya a ser que tu prometida se ponga celosa de nuevo y venga a armar un escándalo.”
Dicho eso, Elia se dispuso a irse.
Orson la detuvo, su habitual aire de bravucón y desenfado se había tornado serio y ligeramente preocupado: “Elia, cuando me comprometí con Priscila, fue bajo presión.”g2
Quería explicarle a Elia que no le gustaba Priscila en lo más mínimo, no quería que lo siguieran vinculando a ella.
Parecía que si lograba que Elia entendiera, Jimena también comprendería sus sentimientos cuando despertara.
Después de todo, Elia y Jimena eran las mejores amigas y no había secretos entre ellas.
Cuando Jimena despertara, Elia seguramente le pasaría el mensaje.
“No importa si fue bajo presión o no, el hecho es que ya tienes una relación con Priscila. Sé un hombre responsable y cuídala,” dijo Elia, y se marchó con su botella de agua.
Orson, que había albergado una pizca de esperanza, sintió como si su corazón fuera apuñalado con las palabras de Elia.
¡Jimena le había contado todo a Elia! Cómo se habría sentido al despertar y verlo en la misma cama con Priscila, seguramente se hubiera sentido herida y despreciada.
Cuando Jimena los vio juntos en la cama, su furia fue tal que abandonó el hotel en el acto.
Aquella vez, había lastimado a Jimena, destruyendo cualquier afecto que pudiera tener hacia él.
Con la respiración pesada, Orson volvió a la habitación de Jimena y, al ver que no solo estaba Elia sino también una mujer llamada Floria cuidándola, se sintió más tranquilo y decidió marcharse.
“Disculpe, ¿en qué habitación está Jimena?”
Justo cuando Orson salía de la habitación, vio a un hombre alto y delgado, con lentes de montura dorada y un aire de urgencia preguntando a una enfermera por la habitación de Jimena.
Orson lo reconoció inmediatamente: ¡era Daniel!
Al ver a Daniel, la irritación de Orson explotó: se acercó y lo agarró del cuello de la camisa furioso. “¡Ven
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conmigo!”
Daniel intentó resistir, pero al ver que era Orson, bajó la mano y lo siguió.
Al final del pasillo, Daniel dijo: “Señor Salcedo, ¿puede soltar mi camisa ahora?”
Sin decir palabra, Orson le lanzó un puñetazo en la cara a Daniel, sus ojos airados temblaron en las comisuras.
Con voz baja y furiosa dijo: “¡Daniel, qué clase de esposo eres! Jimena tuvo un accidente y ha estado en el hospital durante un día y una noche y tú apenas apareces. ¿No te preocupó que no regresara a casa por la noche?”