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¡Domesticame! Mi pequeña y gran Elia 1448

Capítulo 1448

Elia y Floria ya se habían dado la vuelta cuando escucharon las palabras del doctor Díaz, y sus pasos se detuvieron en seco.

Elia repasó las palabras del doctor en su mente, y su corazón, que había estado hundido, comenzó a latir furiosamente. Se giró bruscamente hacia él, sin poder ocultar su emoción, y preguntó: “doctor Diaz, ¿usted quiere decir que…?”

Floria también miraba incrédula al doctor Díaz y preguntó: “¿Usted aceptó?”

“¿Qué más iba a ser? ¿Acaso mis palabras eran una invitación a desayunar?” El doctor Díaz, con las manos cruzadas detrás de la espalda, respondió con desenfado.

“¿Pero por qué?” Floria no entendía, si hace un momento el doctor Díaz ya había rechazado su solicitud, diciendo que él aún no era su maestro.

“Me busco problemas a propósito, me gusta que la gente me critique.” Tras decir eso, el doctor Díaz entró en la casa.

Floria y Elia intercambiaron una mirada confusa.

Ambas no lograban descifrar el pensamiento del doctor, y se quedaron parpadeando en señal de asombro.

Desde siempre, el temperamento de los genios ha sido peculiar.g2

Imposible de predecir.

Elia le preguntó a Floria: “¿Entramos?”

“Ya que estamos en la puerta, ¿vamos a irnos así nomás?” Floria respondió, y tomando del brazo a Elia, la llevó hacia el interior.

Cuando Elia le hizo esa pregunta a Floria, estaba buscando su opinión, queriendo saber si aún deseaba aprender medicina con el doctor Díaz.

Elia podía ver que Floria y el doctor Díaz no se llevaban bien, siempre acababan discutiendo cada vez que hablaban.

Si Floria decidía abandonar, Elia no quería forzarla.

La noche anterior, camino a la Capital, Elia le había explicado a Floria la verdadera razón por la que quería que tomara al doctor Díaz como maestro: si cumplían con las dos condiciones impuestas por el doctor, él aceptaría salir de su retiro para tratar la enfermedad de Asier.

Floria había entendido la intención de Elia.

Pero si Floria realmente no quería, Elia definitivamente no la presionaría.

Para su sorpresa, Floria no dudó en llevar a Elia al interior de la casa del doctor.

La casa del doctor Díaz estaba muy ordenada, pero se sentía fría y desolada, sin rastro de vida

cotidiana.

Cuando entraron, el doctor éstaba en el baño, lavándose los dientes y la cara.

Elia y Floria se quedaron paradas en medio de la sala, sintiéndose un poco incómodas, hasta que el doctor Díaz salió del baño y, al verlas paradas, les dijo: “¡Siéntense! ¿Para qué se quedan ahí paradas? No esperarán que yo las atienda, ¿verdad?”

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Lo que quería decir era que se sintieran como en su propia casa, sin formalidades.

Elia y Floria se miraron y fue Floria quien tomó la iniciativa, llevando a Elia del brazo hacia el sofá para sentarse sin más preámbulos.

“Doctor Díaz, ¿cuándo empezamos con el aprendizaje?” Floria preguntó con impaciencia.

“No me llames doctor Díaz, mejor dime viejo“, dijo él.

Floria y Elia se miraron y se quedaron en silencio.

Ella nunca hubiera imaginado que el doctor Díaz, con una personalidad tan excéntrica y complicada, tendría esa extraña preferencia de que le llamasen viejo.

Además, apenas pasaba de los cincuenta, todavía no estaba en edad de ser considerado viejo.

Pronto, el doctor Díaz regresó de su habitación con un traje elegante, el tejido negro con reflejos azules era discretamente lujoso.

Con el pelo peinado hacia atrás, la imagen severa y retorcida se transformó en una de profundidad artística.

Al ver su seriedad, Elia y Floria se sentaron rectas y atentas.

“Floria, ven aquí“, dijo el doctor Díaz.

Floria se levantó y Elia seguía sentada, hasta que la mirada del doctor Díaz se posó sobre ella diciendo: “¿Y tú qué? ¿Vas a quedarte ahí sentada como una tonta? Ven y haz de anfitriona.”

Elia se dio cuenta de que esas palabras eran para ella y, nerviosa, se levantó rápidamente.

Capítulo 1449

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