Capítulo 1361
Jimena sintió un vuelco en el corazón y rápidamente desvió la mirada, incapaz de resistir más la mirada de Asier.
Ese hombre era demasiado intimidante, incluso un segundo de contacto visual era suficiente para que Jimena sintiera que su corazón se saldría del pecho del susto.
Apurada, puso en marcha el coche y se alejó a toda prisa.
Había pensado en regresar para ayudar a Elia, pero ahora estaba claro que su presencia solo causaría más problemas.
Asier, aunque siempre se mostraba frio e insensible con Elia, nunca la había lastimado de verdad.
A lo sumo, la había dejado exhausta en la cama después de una noche de pasión esas eran cosas entre ellos dos.
Asier no le haría daño a Elia.
Si Jimena insistia en quedarse, solo distraería a Elia, dificultando que manejara a Asier.
Así que lo mejor era marcharse.g2
Jimena condujo lejos del lugar.
Elia regresó a la casa y se puso a ayudar a tía Josefina a desgranar mazorcas de maíz.
De repente, escuchó el sonido de un motor en el patio y aguzó el oído. Efectivamente, un coche entraba. ¿Jimena volvió?
Elia corrió afuera esperanzada, tenía tantas cosas que contarle a Jimena. Quería, como en los viejos tiempos, compartir una cobija y susurrarse secretos en la oscuridad.
Al salir, al ver el Rolls-Royce negro estacionado, la sonrisa en su rostro se congeló.
Giró sobre sus talones para regresar a la casa.
“Elia!” La
La voz grave y magnética de un hombre resono detrás de ella, cargada de una autoridad innata.
Elia se detuvo, su respiración se volvió errática y su calma se transformó en agitación.
Su corazón se hundió, dolió y se sintió como si una abeja le hubiera picado, era un dolor agudo y punzante.
Sus manos colgando a los lados se apretaron, y respiro profundamente.
A su alrededor, la temperatura del aire comenzó a caer y una brisa fría rozó sus mejillas mientras el aroma familiar de sándalo de Asier se colaba entre sus fosas nasales.
Sin necesidad de mirar atrás, Elia sabía que Asier se había acercado, su presencia fria y dominante dificultaba su respiración.
“Este último mes, estuve de viaje de negocios en el extranjero y apenas regresé esta mañana”, le explicó Asier con su voz baja y magnética junto al oido de Elia.
No era que no quisiera venir, ni que la hubiese olvidado, mucho menos que no extrañara a los niños.
Después de regresar del Pueblo Sauri, su abuelo le había asignado mucho trabajo en el extranjero.
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Lo que debía ser un trabajo de tres meses, él lo comprimió en uno, trabajando horas extras todos los
días.
Una vez terminado, regresó a su país y vino directamente aquí.
Sabía que su abuelo estaba preocupado por su insistencia en ver a Elia, queriendo que se fuera y la
olvidara.
Pero, ¿cómo podría olvidar a alguien que ya tenia un lugar en su corazón en tan poco tiempo?
Al oir la explicación de Asier, la respiración de Elia sé volvió dolorosa. Sin girarse, le respondió con voz fría: “Los niños todavía no han vuelto del jardín de infantes, espera un momento.”
Dicho esto, dio media vuelta y camino hacia la casa.
Había dicho antes que si Asier queria ver a los niños, podía hacerlo en cualquier momento.
Ella no impediria que él los viera.
Pero no quería tener más que ver con él.
Atribuyó su visita a su deseo de ver a los niños y nada más.
Elia apenas habia dado unos pasos cuando su muñeca fue apresada por una mano aspera con callos, tal como antes, la sensación áspera era como una corriente eléctrica tocando la delicada piel de Elia, un doloroso hormigueo.
Elia intentó soltarse instintivamente: “¡Señor Griera! ¡Por favor, mantenga la distancia conmigo!”
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