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¡Domesticame! Mi pequeña y gran Elia 1337

Capítulo 1337

Las lágrimas que acababa de reprimir, una vez más comenzaron a caer torrencialmente.

El corazón le dolia intensamente, una sensación de asfixia inundaba su ser, y la última persona que queria ver en ese momento era Asier.

Asier notó que las manos de ella temblaban al intentar empujarlo, su cintura, ya de por sí delgada, parecía aún más frágil y temblorosa.

Era como una hoja llevada por el viento, que en cualquier momento podría ser arrastrada.

Asier sentía una profunda pena, pero no la soltó. Rodeó su cintura con sus brazos y la atrajo hacia su pecho, abrazándola con fuerza, dejando que su barbilla descansara en la coronilla de ella, exhalando un aliento cargado de tristeza “No me rechaces, déjame abrazarte.”

Elia intentaba seguir empujándolo, pero los brazos de él eran fuertes y firmes, y su cuerpo, ya de por sí débil y menudo, no podia moverlo ni un ápice.

La respiración cálida y poderosa de Asier le rociaba la cabeza, y ella podia oler claramente el familiar aroma a sándalo que emanaba de él, esa fragancia que se había incrustado en su corazón noche tras noche.

La voz baja y ronca de Asier, llena de melancolía y compasión, insistia en mantenerla entre sus brazos.

ΕΙ cuerpo tembloroso de Elia percibia la robusta pasión de su pecho, la definición muscular de su fuerza, y el latido firme y constante de su corazón.g2

Era un pulso que parecia llevar al unisono el dolor de su propio corazón.

Elia se tenso, cada célula de su cuerpo temblaba agudamente.

Quería empujarlo, no quería que la tocara, pero su cuerpo, conocedor de su proximidad, anhelaba su abrazo.

El corazón de Elia dio un vuelco, aterrada por ese deseo de ser abrazada por él.

Levantó una mano temblorosa para empujarlo: “Vete, te lo suplico, no luches conmigo por los niños, ellos son todo lo que tengo…

Al escuchar su voz temblorosa y humilde, el corazón de Asier se sintió como si un objeto afilado lo hubiera golpeado con fuerza, causándole un dolor sordo.

Él la había herido profundamente en el pasado, y ahora ella era extremadamente cautelosa con él.

Asier, con la respiración pesada y controlada, no le dijo nada.

Elia pensó que él no estaba dispuesto a ceder, y se resistió con aún más fuerza, enderezándose y tratando de empujarlo: “Asier, no tengo nada más, ¿puedes dejarme en paz?”

Su respiración era entrecortada, su voz débil y sin fuerza, estaba desesperada, se sentia impotente.

¿Dejarla en paz?

Esas palabras se clavaron en el corazón de Asier, desgarrándolo poco a poco.

Ella aún pensaba en huir de él.

La respiración de Asier era dolorosa, su voz grave y ronca revelaba su desolación: “¿Por qué no me dijiste antes que no eras la hija de Gabriel?”

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Si solo le hubiera dado otra razón, cualquier razón que no fuera que algún día él la dejaria ir, por absurda

que

fuera, él habría elegido creerla.

“No hay ninguna razón, si debo contártelo o no es asunto mio,” le dijo Elia con firmeza.

“Claro, contármelo o no es asunto tuyo, y querer casarme ayuntamiento y nos casamos,” le dijo Asier con la voz áspera.

oes asunto mio. Mañana vamos al

La soltó, dejó de abrazarla, y en la oscuridad, sus ojos oscuros y profundos miraban seriamente a Elia.

“¿Qué?” Elia estaba sorprendida por sus palabras: “¿Asier, estás loco?”

¡Él había llegado en medio de la noche a su cama para proponerle matrimonio!

¿Solo porque no era la hija de Gabriel?

“Si estoy loco o no, mañana lo sabrás,” le dijo Asier, sus ojos profundos siempre fijos en Elia.

En la oscuridad de la noche, aunque no podía ver claramente su rostro, podía ver sus ojos cristalinos brillando, como el collar de diamantes que una vez le regaló.

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