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¡Domesticame! Mi pequeña y gran Elia 1275

Capítulo 1275

Era la señora Rosalinda quien me ayudó con el desayuno. Además, también pienso que el desayuno de aquí es más sabroso,” dijo Ramiro con una sonrisa en los labios, su mirada fija en Elia. Aunque sus labios dibujaban una sonrisa, en el fondo de sus ojos se vislumbraba una sombra de tristeza.

Ramiro, siendo un hombre adulto, ¿cómo no iba a entender la insinuación en la llamada que Rosalinda

le había hecho a Elia?

Había pasado la noche con Asier.

A pesar de que ya sabía que Elia y Asier habían compartido la intimidad y que tenían cuatro hijos juntos, el darse cuenta de cerca lo que habia pasado entre ellos, generaba en Ramiro una indignación que no podia disipar.

“Si, le ayudé con su desayuno porque tiene dificultades para moverse. Toma asiento, yo te traigo algo para comer,” dijo Rosalinda, a punto de levantarse.

“Mamá, tú quédate, yo voy por la comida,” contestó Elia.

Dicho esto, se dirigió hacia el área de autoservicio, mientras Rosalinda se sentaba de nuevo, suspirando: “Quién sabe cuándo acabará esto.”

Por su parte, Ramiro intentó consolaria: “Algún día encontraremos una solución. Vamos, señora,

comamos.”

Ramiro tenía una sonrisa cálida.g2

Mientras hablaba, tomó un huevo y comenzó a pelario, quitando la cáscara con cuidado.

Rosalinda asintió, mordisqueando una empanada, y ambos siguieron comiendo en silencio.

Aunque ninguno mencionaba el tema de su conversación, ambos sabian sin necesidad de palabras de qué estaban hablando.

Elia y Asier estaban destinados a no tener un futuro juntos, y aunque sabían que no tendrían un final feliz, su relación era más apasionada que la de muchos amantes.

Era eso lo que más preocupaba.

Elia llegó con un tazón de atole y un poco de pepinillos encurtidos.

Rosalinda miró sorprendida lo que Elia estaba comiendo y dijo: “¿No odiabas las comidas ácidas? ¿Cómo es que ahora te gustan?”

Elia, pinchando un poco de pepinillos con su tenedor, respondió con naturalidad: “No sé, antes no me gustaban, pero ahora si.”

“Tu gusto cambió hace cinco años cuando quedaste embarazada de los cuatrillizos. Ahora quién sabe cuántos estarán en camino,” murmuró Rosalinda.

Ramiro, sentado al lado de Rosalinda, escuchó claramente su murmullo.

Su mano se detuvo al pelar el huevo, un frio recorrió su espina dorsal, y con una mirada tierna pero llena de asombro, preguntó a Elia: “¿Estás embarazada?”

La sorpresa y el dolor se reflejaron en los ojos de Ramiro ante la afirmación de Elia.

“Si, casi dos meses,” dijo ella con naturalidad. Ya estaba embarazada durante su huida a W junto a Ramiro, pero en aquel momento no lo sabía.

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Capitulo 1275

Ante la confirmación de Elia, la desilusión en los ojos de Ramiro se hizo más evidente.

“Señor Ramiro, ¿quieres algo de beber? Voy a traerte algo,” ofreció Rosalinda, notando el cambio en su ánimo y tratando de aliviar su incomodidad.

Ramiro bajo la mirada y dijo: “No, gracias.”

“Señor Ramiro, ¿en tu familia no han pensado en presentarte a alguien?” Elia ya había pasado por un dolor inmenso, había visto a Sergio caer desde un edificio frente a sus ojos.

No podía vivir esa agonía de nuevo.

Ramiro era un buen hombre, y ella no queria arrastrarlo al infierno.

El rechazo silencioso era la forma más definitiva de decir no.

Ramiro forzó una sonrisa y dijo: “No.”

“Dėjame pensar si conozco a alguien que podria ser adecuado para ti,” propuso Elia, y luego preguntó; “¿Qué piensas de Jimena?”

Rosalinda rio: “Esa niña tonta, ¿acaso Jimena no estaba enamorada de aquel hombre de apellido Salcedo?”

“Ella y Orson ya no tienen nada, no seguirán adelante. Es mejor que encuentre a alguien adecuado antes de que se involucre más,” dijo Elia sin pelos en la lengua.

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