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¡Domesticame! Mi pequeña y gran Elia 1221

Capítulo 1221

Ramiro respiraba con dificultad, el dolor era insoportable y su cuerpo temblaba levemente. Miró hacia Asier y Elia.

Asier abrazaba a Elia, besándola con una pasión dominante, mientras que Elia sostenia suavemente las mejillas de Asier, correspondiendo a su beso.

Los dos estaban absortos en su mundo, besándose con intensidad, sus respiraciones entrelazadas; el aliento pesado de Asier se mezclaba con el suspiro delicado de Elia, tan fuerte que cualquiera podia escucharlo claramente.

Al presenciar esta escena, el cuerpo de Ramiro, que ya temblaba, se tensó aún más, y una chispa de furia apareció en la profundidad de sus ojos tranquilos.

Aprieta los dientes, resistiendo la rigidez de todo su ser

“Señor Ramiro, parece que se ha lastimado la mano, ¿le llamo a una ambulancia?” El mesero, viendo la mano de Ramiro colgando inerte, expresó su preocupación.

La mirada del mesero se mantenía baja, sin atreverse a mirar a Asier y Elia, quienes seguian fundidos en su beso.

El aura fría y la ferocidad que Asier habia emitido hace un momento, habían asustado al mesero hasta el punto de que no se atrevía a mirarlo directamente, domo si hacerlo fuera una ofensa que podría costarle una muñeca rota.

Ramiro, con el cuerpo helado y el semblante oscuro, observaba fijamente a Asier y Elia, que seguían besándose apasionadamente. Su mirada temblaba con una paciencia forzada, sin responder a las palabras del mesero.g2

El mesero, al ver que Ramiro parecia estar mal, penso que el dolor le impedia hablar. Sacando su telefono móvil con ansiedad, decidió llamar a emergencias sin esperar su aprobación.

Elia habia besado a Asier repentinamente con la intención de disipar su ira, pero no esperaba que él respondiera con tal dominio, atrayéndola hacia su pecho y besándola con intensidad, un gesto que estaba lleno de deseo de posesión.

No fue hasta que Elia se sintió débil que Asier finalmente la soltó

Ella, sin fuerzas, se apoyo en el pecho firme de Asier, quien con su gran mano en su espalda, la sostenia en sus brazos.

Aunque el beso había sido apasionado y lleno de deseo, la mirada que Asier lanzó a Ramiro después fue fría como el hielo, como si el calor de aquel beso no hubiera tocado su mirada ni un poco.

“¡Cuidese!” Asier dejó caer esas palabras, levantó a Elia en sus brazos y, con pasos largos y firmes, abandonó el restaurante.

Ramiro se quedó sentado en el suelo, apoyado contraluna silla, con la única mano buena apretada en un puño.

Miraba al frente, mordiéndose los dientes, conteniendo la angustia y la furia que le quemaban por dentro.

Un destello de resolución cruzó por el rabillo de su ojo

Las heridas que había sufrido no eran en vano.

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Con tal de que Elia pudiera ver claramente quién era Asier, qué tan brutal y despiadado eran

n sus métodos, y cuán frío e insensible podía ser entonces valia la pena cada herida recibida.

En su tiempo en el país W, Ramiro había provocado a Asier a propósito, para que Asier ordenara a sus guardaespaldas atacarlo. Aunque Ramiro era habilidoso y los guardaespaldas no deberian haber podido herirlo fácilmente, él no se defendió ni se resistió.

Lo había hecho para que Elia viera claramente cómo había sido golpeado por Asier, cuán extremos y frios eran sus métodos.

Ahora, era lo mismo.

Si Asier actuaba personalmente, el efecto seria aún mejor.

Como él había dicho, ¿Asier no se sentia seguro frente a Elia, temiendo que ella pudiera enamorarse de

otro?

Eso era porque, si Elia sentia una barrera hacia Asier, habría distancia entre ellos.

Eso era exactamente lo que Ramiro quería.

Aunque su objetivo se habia cumplido, la intensa escena del beso entre Asier y Elia aún lo había impactado, haciendo que su corazón se llenara de una intensa rabia y opresión.

Parecía entender lo que Sergio había sentido antes de morir. Realmente era insoportable!

Asier, llevando a Elia en brazos, camino rápidamente hacia el coche, la acomodo dentro y luego se sentó

a su lado, su cuerpo entero se inclinó sobre ella, su pecho firme la presionaba hasta no dejar pasar el aire, su aliento frio cala sobre su rostro: “¿Qué travesura estás pensando ahora, eh?”

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