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¡Domesticame! Mi pequeña y gran Elia 1219

Capítulo 1219

Pero allí estaba él, con una expresión seria y una mirada llena de preocupación. En el fondo de sus ojos amables, también flotaba una tristeza similar a la de ella.

Fue entonces cuando ella se dio cuenta de que Ramiro no era de los que se burlan de los demás. La muerte de Sergio también había sido un duro golpe para él.

Elia se secó las lágrimas y trató de calmarse. Una vez que su emoción se estabilizó un poco, miró a Ramiro y le dijo: “Lo de Marina no es algo que yo pueda decidir, y no solo me afecta a mí. Asier se quemó la pierna, y él quiere responsabilidades.”

Elia cambió el tema. Ramiro habia hablado del amor de Marina por Sergio, y hasta mencionó que Sergio había luchado en el extranjero por ella. ¿No era acaso para que ella entendiera a Marina y la perdonara? Desafortunadamente, la decisión no estaba en sus manos.

Ramiro apretó la taza que sostenía, frunció el ceño y luchó internamente, hasta que finalmente habló: “¿Podrías hablar con Asier? Solo tú tienes voz y voto frente a él…”

Justo en ese momento llegó el camarero a servir la comida, y lo que trajo fue ceviche y sopa de pescado, bien condimentado y jugoso.

El plato que el camarero llevaba era tan caliente que, al rozar la mesa, no pudo evitar soltarlo y el jugo se derramo, corriendo rápidamente hacia las piernas de Elia.

“¡Ay!” Elia se levantó de reflejo, intentando limpiarse rápidamente la sopa caliente de las piernas.g2

“Lo siento mucho, señorita, no fue a propósito, de verdad lo siento…” El camarero, al ver que había quemado a alguien, se apresuró a disculparse, casi llorando.

“¡Elia!” Ramiro también se preocupo, se levanto instintivamente, apoyando su pierna herida en el suelo, sintiendo un dolor agudo, y se sentó de nuevo en la silla.

Pero sin pausar ni un segundo, agarró su bastón y, a pesar de cojear, se apresuró a llegar al lado de Elia, inclinándose para revisar su muslo.

Ella llevaba una falda de oficina que le llegaba a las rodillas y el jugo había caido sobre la tela negra, dejando una mancha oscura visible.

La sopa recién sacada del fuego debía estar muy caliente.

Ramiro, preocupado por si Elia se había quemado, con una preocupación que le hacia olvidar las apariencias, levantó la falda de Elia para ver si su muslo estaba quemado.

Al levantar el borde de la falda negra, quedó al descubierto el muslo suave y esbelto de Elia, su suave piel, ligeramente enrojecida por la quemadura, como un loto saliendo del agua.

Al verlo, el corazón de Ramiro se agitó como si hubiera sido golpeado.

Elia, que estaba preocupada por si la lesión en la pierna de Ramiro se había vuelto a abrir, no se habia dado cuenta de sus acciones.

Cuando se dio cuenta, Ramiro ya había levantado su falda y sus ojos, normalmente dulces, ardian intensamente mirando su pierna.

El corazón de Elia se apretó y dio un paso atrás precipitadamente, justo cuando una voz fría y penetrante llegó desde lejos.

12.54

¿Qué están haciendo ustedes dos?”

A medida que la voz se acercaba, la atmósfera se tornaba turbulenta, como si estuviera siendo invadida, y el lugar entero comenzaba a sentirse inquieto.

Esa voz era demasiado familiar para Elia. Al escucharla, su corazón dio un vuelco y se giró rápidamente hacia la fuente del sonido.

Una alta y oscura figura avanzaba hacia ellos, emitiendo una frialdad mortal con cada paso.

Asier, con el rostro sombrio como una noche tormentosa, imponía miedo.

Los ojos de Elia se abrieron de par en par sin tiempo para reaccionar. Asier se acercó rápidamente, agarró la muñeca de Elia y la arrastró hacia él, luego cogió la mano de Ramiro y la tiró con fuerza, aplastándola contra la mesa.

Con tal fuerza, Ramiro no tenía ninguna posibilidad de resistirse.

Asier mantenía presionada la mano de Ramiro, las venas de su dorso se marcaban, y su rostro agudo y

angular se volvía tan frio como el hielo.

“Si no puedes controlar tus manos, entonces se acabará para ellas.

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