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¡Domesticame! Mi pequeña y gran Elia 1175

Capítulo 1175

El chofer, al escucharla, soltó una carcajada y no volvió a hablar.

Jimena tenia planeado dirigirse a la empresa, pero al pasar cerca de una reserva ecológica, notó que habla gente cuidando ovejas.

Un grupo de corderos blancos pacificamente pastaban en el prado verde, creando una armonia de colores entre el verde exuberante y el blanco puro, como nubes blancas flotando sobre un campo de hierba..

Esa imagen de calma y desconexión del mundo tocó su corazón y Jimena, apresurada, le pidió al chofer que detuviera el auto.

Ella bajo del coche cerca del parque de la reserva ecológica.

Camino despreocupada hasta donde estaban las ovejas y los corderitos, éstos se acercaron a ella, no parecian tener miedo a las personas. Uno de ellos moto su cabeza contra sus piernas, mordisqueó un poco de hierba y volvió a frotarse contra ella.

Jimena, incapaz de resistirse, se agacho para acariciar la cabeza de uno de los corderitos. Su lana era suave y al tocarla, ese contacto suave le daba algo de consuelo a su corazón dolorido.

La pastora, una mujer de piel tostada con una sonrisa cálida, se acercó y le dijo: “Tienes un aura muy bondadosa, a las ovejitas les gustas mucho.”

La pastora tenia un aspecto sencillo y sincero.g2

Jimena se volvió hacia ella y una sonrisa amarga cruzó su rostro. “Las ovejas son afortunadas, viven sin preocupaciones. Con tener

pasto están contentas.”

*Pero cuando crecen, se venden y se convierten en el plato principal de los humanos. Su felicidad radica en no pensar demasiado y disfrutar del momento,” comentó la pastora.

Esas palabras resonaron en Jimena, quien tuvo una revelación.

El sufrimiento humano viene de pensar demasiado y de olvidarse de valorar el presente.

Al disfrutar el aqui y ahora, uno puede ser verdaderamente feliz.

Con una nueva comprensión, la sonrisa de Jimena se aligero y le dijo a la pastora: “Gracias, ya no me siento tan mal.”

*¿Agradecer? Si ni siquiera sabia que estabas triste,” dijo la pastora con una risa franca.

Jimena se quedó pensativa por un momento y luego sonrió, bajando la mirada, Era cierto, el dolor y la alegría de la gente no siempre se comparten. ¿Cómo iban los demás a saber de su dolor?

Lo que había dicho la pastora era simplemente una realidad inmutable.

Jimena se quedó un rato más en el campo, disfrutando de la compañia de los corderitos.

El sol comenzó a arder con más fuerza y el césped se calentó.

Se refugió bajo la sombra de un gran árbol para protegerse del sol

Luego llamó a Elia.

En ese momento, Ella estaba en el hospital, acababa de terminar su desayuno y estaba descansando en la cama cuando recibió la llamada de Jimena.

*Jimena, dentro de poco alguien te llevará tu carro, dijo Elia. La noche anterior habia tomado el carro de Jimena, que probablemente todavia estaba aparcado a un lado del camino cerca del cementerio.

Planeaba llamar a una grúa para que lo recogiera.

“No hay prisa, solo queria hablar contigo, dijo Jimena.

Elia notó un cambio en la voz de Jimena, que sonaba más madura y no tan vivaz y abierta como de costumbre.

Cuando Jimena se ponía seria era señal de que algo la afectaba.

Elia, que era su mejor amiga y la conocia bien, preguntó con preocupación: “¿Qué pasa? ¿Tuviste una pelea con Orson?”

El corazón de Jimena se hundió nuevamente y tras un breve silencio, respondió: “No, es que me mordió un perro y me siento mal por

eso.”

Elia se alarmó y preguntó con angustia. ¿Qué? ¿Te mordió un perro? ¿Te pusiste la vacuna antirrábica?”

Capitulo 1176

Capítulo 1176

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