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¡Domesticame! Mi pequeña y gran Elia 1155

Capítulo 1155

Elia echó un vistazo por el espejo retrovisor a aquel carro tras ella, y para asegurarse de no estar equivocada, deliberadamente giró en la próxima intersección.

El otro coche, que iba justo de frente, también cambió de rumbo, y no dudó en seguir su ejemplo pasándose el semáforo en rojo.

Al ver eso, Elia se puso en alerta y aceleró el paso de su vehículo.

Ella aumentó la velocidad y el carro detrás hizo lo mismo; no era una simple coincidencia, la estaban siguiendo abiertamente.

Recordando su secuestro en el pasado, Ella comenzó a sentirse nerviosa y no se atrevió a detenerse. Apretó aún más el acelerador, intentando deshacerse de ese coche que lo perseguía.

Pero sus habilidades al volante no eran las mejores, y no podía despistar al otro carro

Sin darse cuenta, habia llegado a una carretera rural. Lo que antes era una vía concurrida, ahora sólo mostraba a Elia y su perseguidor.

Consciente del entorno, Elia se sintió aún más inquieta.

Pensando en su próximo movimiento, el otro carro aceleró, se puso delante de ella y se giró de forma brusca, bloqueando su camino.g2

El carro de Elia seguia lanzándose hacia adelante. A punto de chocar, ella aspiró una bocanada de aire frio y piso el freno con todas sus fuerzas.

Los neumáticos chirriaron contra el pavimento, soltando un olor a quemado justo antes de detenerse completamente.

El cuerpo de Elia se inclinó hacia adelante por la inercia y luego fue retenido por el cinturón de seguridad

Se sacudió violentamente y se detuvo, mirando hacia adelante con el corazón palpitante y la respiración

agitada.

Del carro negro, se bajó una persona vestida con una minifalda de cuero y una camiseta negra ajustada que revelaba una figura seductora.

Elia reconoció a la persona: jera Marina!

Era ella quien la seguia.

Marina camino hasta la puerta del conductor y tocó el cristal.

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Elia no salió del carro, sino que bajo la ventanilla, aún con el susto en el cuerpo y dijo enojada: “Marina, ¿te das cuenta de lo peligroso que es lo que estás haciendo?”

Marina, con un gesto desafiante, le hizo señas para que saliera y dijo: “Baja, necesito hablar contigo.”

Con esa actitud arrogante y la oscuridad de la carretera, Elia no iba a salir. Respondió con seriedad: “Di lo que tengas que decir y no me hagas perder más tiempo, tengo que volver a casa”.

“Si no sales, le prendere fuego a tu carro,” amenazó Marina sacando un encendedor del bolsillo de su falda. Encendió la llama e inclinando la cabeza, hizo estallar una burbuja de chicle, dejando caer la mano como si fuera a prender el neumático del carro de Elia.

“¡Estás loca, Marina!” exclamó Elia, estaba nerviosa y apresurada, no tuvo más remedio que abrir la

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Capitulo 1155

puerta del carro.

No sabía qué locura tenía Marina en la cabeza, pero no queria arriesgarse. Si ella prendia fuego al carro, ni tiempo tendría para escapar.

Al ver que Elia bajaba, Marina apagó el encendedor y mastico de nuevo el chicle, con un semblante sombrio le dijo: “¿Sabes dónde estamos?”

Elia había conducido sin rumbo en su nerviosismo, ¿cómo podria saberlo? Así que respondió: “¿Por qué me seguías de esa forma? ¿Qué quieres decirme?”

Marina señaló hacia la oscura y espesa selva y dijo: “Alli, ¿no lo reconoces?”

Elia miró hacia donde señalaba Marina. Los árboles altos y la jungla profunda no permitían ver nada más que oscuridad, y una sensación invisible de miedo la embargaba.

Elia retiró la vista, frunció el ceño y preguntó con cautela: “¿Qué tiene de especial un bosque?”

Marina soltó una risa burlona y respondió: “Ahi es donde se encuentra el cementerio de Sergio, ¿acaso

no te acuerdas?”

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