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¡Domesticame! Mi pequeña y gran Elia 1149

Capítulo 1149

Marisa, que seguía afuera escuchando a escondidas, se sonrojó hasta las orejas al oír los sonidos que

venian del baño.

Orson y la Jimena, resulta que realmente habían empezado a… en el baño.

Dios mío, los jóvenes de hoy en día son tan apresurados, tan desinhibidos, pensó ella.

Y Jimena hasta se quejaba de que Orson no ponía suficiente fuerza.

Marisa no pudo seguir escuchando, se puso tan colorada que tuvo que taparse la cara y alejarse rápidamente de la puerta de la habitación.

En el baño, con los esfuerzos combinados de Orson y Jimena, finalmente lograron arreglar el desastre

con el cabello de Jimena.

Ella se levantó rápidamente del suelo, ansiosa por salir.

“Espera un momento, aprovecha y báñate, yo me voy,” le dijo Orson.

Jimena detuvo sus pasos, se giró y vio a Orson apoyándose en el suelo para levantarse, frunciendo el ceño y aguantando el dolor.g2

Después de ponerse de pie, pasó por su lado, salió del baño, cerró la puerta y luego fue hasta la puerta de la habitación para cerrarla también.

Ahi dentro del baño, Jimena se quedó escuchando el sonido de la puerta principal cerrándose con llave, sabiendo que era Orson quien la había cerrado para evitar que la abuela Salcedo o Marisa volvieran a

escuchar a escondidas.

Jimena se quedó en el baño, con el corazón acelerado, aun sintiendo el calor de haber estado en el mismo baño que Orson, no podía evitar sentirse avergonzada.

Escuchaba atenta a cualquier ruido exterior, había oído los pasos de Orson caminando, pero después de un rato no hubo más sonido.

Se relajó un poco y pensó en simplemente salir y marcharse, pero su ropa estaba empapada y lucia

desaliñada.

¿Cómo podría salir de esa forma y enfrentarse a la abuela y al abuelo Salcedo? Además, no podría cumplir con el acuerdo que tenía con Orson.

Decidió que ya que estaba ahí, lo mejor era quedarse.

Jimena apretó los dientes y tomó una decisión. Cerro con llave la puerta del baño, se quito la ropa y se dio una ducha con agua tibia, luego se puso una bata de baño que encontró por alli.

La bata era enorme, le quedaba como un vestido y seguramente era de Orson.

Después de vestirse con la bata, salió del baño y vio a Orson sentado en la cama. Él ya se había cambiado los pantalones; antes llevaba pantalón de vestir y ahora tenía unos shorts casuales que dejaban a la vista la mitad de sus piernas bien definidas. Su torso seguía al descubierto, sin camisa.

Al verlo, el calor que había disminuido un poco en Jimena, resurgió al instante, se puso roja como un tomate y rápidamente se dio la vuelta para irse.

“Jimena, ven aqui un momento,” la llamó Orson.

Jimena se detuvo, pero no se giró, y dijo nerviosamente: “¿Para qué me llamas? Tengo que ir al cuarto

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de invitados…”

“Tengo una herida en la espalda, ¿puedes ayudarme a ponerme un poco de pomada?” dijo Orson.

Jimena se quedó paralizada por un momento, recordando que él se habia lastimado la espalda al intentar atraparla y, como resultado, se había golpeado contra el suelo.

Después de todo, si él estaba herido, era, en parte, por ella.

Jimena respiró hondo, lo pensó un poco y finalmente se giró hacia él.

¿Quién le iba a mandar si era por ella que él estaba lastimado?

Era su responsabilidad ayudarle con la medicina.

Jimena se volvió y se acercó a él, viendo su torso desnudo, su respiración se volvió un poco entrecortada y su corazón comenzó a latir de forma irregular.

Orson, al verla acercarse, giró su espalda para mostrarle: “¿Está muy mal? ¿Se ve la herida?”

Jimena no se acercó demasiado, se quedó a un paso de distancia, bajó la mirada y dijo: “No se ve muy mal, pero hay un moretón grande…”

Orson la miró de reojo, sonrió de manera picara y dijo: “Normalmente pareces muy valiente, pensé que estabas deseando irte a la cama conmigo. No me esperaba que fueras una tigresa de papel.”

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