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¡Domesticame! Mi pequeña y gran Elia 1123

Capítulo 1123

Vicente se acercó a Asier, quien observaba cómo Elia se alejaba con paso firme y le dijo. ¿Así que has enfadado a tu novia, eh? ¿No vas a correr detrás de ella para consolarla?” dijo con una mezcla de burla y simpatia mientras se paraba a su lado.

“Cuando dijo que eras su maestro, parecía que se llevaban bien. ¿Qué pasó? ¿Ahora que ganaste, ella se hace la desentendida? ¿Es que las mujeres siempre cambian de opinión tan rápido? Cuéntame, para que ya me olvide de esto del amor de una vez por todas.”

Mientras hablaba, Vicente le dio un ligero golpecito en el brazo a Asier y lo miró con curiosidad.

Asier se giró hacia él con una mirada penetrante, como si el viento frío que soplaba llevara consigo toda la intensidad de su descontento.

Vicente sintió la presión de su presencia y rápidamente levantó tres dedos en señal de rendición. “Olvida lo que dije, no he dicho nada.”

Asier le lanzó una mirada de reojo con una mirada afilada y luego se alejó con grandes zanjadas.

Vicente suspiró aliviado y se acarició el pecho murmurando para si mismo, “Le encanta provocar, pero se acobarda enseguida. Si tuviera agallas, no se echaría para atrás.”

Quería enterarse de los chismes de Asier, pero estaba claro que no sería tan sencillo averiguarlos.

El campo de golf era extenso y Elia habia caminado durante varios minutos antes de finalmente llegar a la entrada. Habia un umbral elevado en la puerta y ella bajó la mirada para calcular su paso.g2

De repente, escuchó un grito de dolor a su frente.

Estaba tan concentrada en el umbral que no vio a la persona que estaba delante de ella, a la cual había golpeado sin querer con su pie. Y para colmo, esa persona estaba apoyada en muletas, con una pierna evidentemente lesionada, y justamente había sido esa pierna la que Elia había golpeado.

Rápidamente levantó la vista y se disculpó, “¡Lo siento tanto, no fue a propósito…!”

Con un pie todavia dentro del umbral y el otro fuera, se dispuso a ayudar a la persona que había golpeado sin querer, pero al reconocer su rostro, su sorpresa se transformó en alegría: ¡Ramiro, eres tú!”

Mientras hablaba, ya estaba sosteniendo su brazo, temerosa de haberle causado un dolor que lo hiciera caer al suelo otra vez.

Al oír esa voz familiar, Ramiro también la miró y una sonrisa de alivio iluminó su rostro apacible: “Elia, ¡qué coincidencia encontrarte aqui!”

“Es verdad, es una gran coincidencia,” dijo Elia, aun sujetando su brazo. Su mirada se desvió hacia abajo y notó la muleta que sostenía y su pierna enyesada, ligeramente elevada para no tocar el suelo.

“Tu pierna…” Elia se quedó sin aliento por un momento, la culpa teñía sus palabras.

El dia que Asier la encontró con el niño y los llevó en helicóptero, ella había oido cómo los

guardaespaldas de Asier golpeaban a Ramiro.

Su pierna debía haber sido herida entonces por los hombres de Asier.

“Lo siento, todo es mi culpa, dijo Elia, su rostro reflejando remordimiento. Si no le hubiera pedido a Ramiro que la ayudara a escapar, él no estaría en esa situación.

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Pero Ramiro, con una sonrisa serena y reconfortante, le aseguró, “No te preocupes, con el tiempo sanaré. No te culpes, o todo lo que hice perderá su sentido.”

“Ten la seguridad de que no me quedaré al lado de Asler por siempre. Encontraré la manera de alejarme de él,” le prometió Elia con firmeza.

Apenas terminó de hablar, sintió un cambio en el aire, como si algo o alguien invadiera su espacio, trayendo consigo un frío intenso.

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