Capítulo 1089
En aquel momento, Elia estaba sola en la habitación del hospital, ya había terminado su tratamiento intravenoso por el día y sus manos estaban libres por fin. Estaba apoyada en la almohada y mirando fijamente al techo, intentaba conciliar el sueño, pero le resultaba dificil.
De repente, escuchó ruidos cerca de la puerta. Después de todo lo que había pasado, sus sentidos estaban en alerta máxima. Miró hacia la entrada, inquieta, y preguntó: “¿Quién es?”
La puerta se abrió y la luz tenue del pasillo se filtró en la oscura sala, iluminándola parcialmente. Una silueta alta y distinguida se detuvo en la entrada, vestida con un traje negro hecho a medida, pantalones del mismo color y una camisa que resaltaba su porte imponente y elegante.
Aunque no había dicho una palabra, la presencia de aquel hombre irradiaba una intensidad que se podia sentir incluso a distancia.
Al ver el rostro de Asier, un hombre de rasgos finos y bien definidos, Elia contuvo la respiración y su corazón empezó a latir con fuerza.
¿Qué hacía él allí a esas horas?
Recordando cómo le había agarrado la barbilla con enfado durante el día, Elia apretó las sábanas con nerviosismo.
Asier avanzó hacia la cama sin encender la luz. Su presencia opresiva se hacia cada vez más palpable y Elia se quedó sin aliento, observándolo con cautela mientras la sombra se inclinaba sobre ella, envolviéndola con su amplio pecho.g2
Asier extendió la mano hacia ella y, en un acto reflejo, Elia giró la cabeza para evitar su contacto.
Hubo una breve pausa antes de que Asier mirara fijamente a Elia y con un gesto natural levantó su barbilla obligándola a mirarlo. Él estudió su mandibula con intensidad, pasal el pulgar por la piel magullada.
La textura áspera de su dedo, cargada de calor, rozó la piel dolorida de Elia, provocando de ardor.
Elia preguntó con la voz tensa y llena de recelo: “Asier, ¿qué pretendes hacer ahora?”
Al oir sus palabras cargadas de desconfianza, los ojos de Asier se entristecieron, la miró di los ojos y preguntó con voz grave: “¿Te duele?”
Elia se sorprendió, esperaba otro arranque de locura, pero en cambio, el le preguntaba con su dolia.
Ella sabia muy bien a qué se refería, ¿acaso él no era consciente de la fuerza que había usado
Con una mirada irritada, Elia le respondió: “¿Por qué no lo pruebas tú mismo y averiguas si duele
Asier se detuvo un instante y luego tomó su mano.
Elia intentó soltarse ya que asustada como un cervatillo: “¿Qué estás haciendo?”
Sin embargo, Asier, con determinación, levantó su mano y la colocó sobre su propia mandibula, diciendo con una voz ronca y baja: “Aprieta, usa toda tu fuerza para que yo también lo sienta.”
Elia abrió los ojos de par en par, su mano estaba siendo forzada a apretar su mandíbula.
El insistió: “Hazlo con fuerza!”
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Capítulo 1089
Elia parpadeó un par de veces y sintió la mandibula bajo sus dedos, era sólida y varonil.
La fuerza que emanaba de él podría romper sus propios dedos sin que él sintiera el menor dolor.
Intentar hacerle daño en un acto de justicia solo le traería más sufrimiento a ella.
Elia retiró su mano con fuerza y dijo: “Vete, quiero dormir.”
“¿No quieres verme?” preguntó Asier.