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¡Domesticame! Mi pequeña y gran Elia 1061

Capítulo 1061

Ella sabia que si continuaba asi, tarde o temprano se volvería loca.

Pero no podía decirle eso a Asier.

Después de pensar, Elia lo miró a los ojos y le dijo: “Si hubieras sabido que estoy embarazada desde el principio, ¿me habrías propuesto matrimonio? Si te casas conmigo, no me iré.”

Lo miraba con sus ojos claros y serios, y su pregunta estaba llena de sospechas.

Y así, la pelota estaba en su cancha.

Ella sabía muy bien que él nunca se casaría con ella. Asier le había advertido más de una vez que no soñara con convertirse en la señora Griera, porque estaba fuera de su alcance.

El abuelo Benjamin también le habia advertido que una chica rural como ella nunca seria suficiente para Asier, que él tenía que casarse con una dama de alta sociedad, alguien a su nivel.

Si ella podía quedarse a su lado, era gracias a la suerte de tener sus cuatro hijos.

Incluso si ella no fuera la hija de Gabriel, ¡Asier nunca se casaria con ella!g2

Ella preguntó a propósito para ocultar sus verdaderos pensamientos y evitar que Asier la presionaral

más.

Viendo los ojos claros y serios de Elia y escuchando la pregunta que planteó, Asier frunció el ceño, y sus rasgos bien definidos se tensaron repentinamente.

También habia pensado en casarse con ella, la primera vez que se enteró de que ella era la mujer que lo había salvado con su cuerpo hace cinco años, había pensado en llevarla a casa para conocer a sus padres y hablar de matrimonio.

Pero luego descubrió que era la hija de Gabriel, la hija del hombre que más odiaba en su vida, ¡y por asociación, también la despreciaba! Casarse con ella se había convertido en algo imposible.

Más tarde, cuando supo que había dado a luz en secreto sus cuatro de hijos, también pensó en casarse con ella.

Pero fue entonces cuando se enteró de que ella era la mujer por la que su sobrino Sergio no podia dejar de pensar, con quien había tenido una relación de dos años, hablando incluso de matrimonio y amor

mutuo.

Aunque se habían separado por un malentendido hace cinco años, sus corazones seguían unidos. Cada vez que Elia y Sergio se encontraban, Asier se sentía incómodo y lleno de ira.

Las palabras de su padre seguían sonando en su mente.

Su padre le había dicho: “Asier, nunca te cases con una mujer que no te tenga en su corazón, o terminarás como yo.”

Cada vez que se despertaba de una pesadilla, recordaba la trágica muerte de sus padres en un accidente de auto.

Los profundos ojos de Asier se clavaron en los ojos serios de Elia, y su mirada profunda estaba cubierta por una espesa oscuridad, como un agujero negro, insondable.

Después de unos segundos de contacto visual, no respondió directamente a su pregunta, solo dijo con una voz baja y cuidadosa, “debes tener hambre, ¿qué te gustaría comer?”

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Capitulo 1061

Elia volvió en sí, guardando la esperanza indebida en sus ojos, y dijo: “Con un poco de caldo de pollo estaré bien.”

No le importaba que no hubiera respondido a su pregunta, actuó como si no fuera importante, pero la decepción en su corazón era tan pesada como una piedra, pesada y profunda.

Después de hablar, Asier sacó su teléfono y llamó a alguien.

Pronto, alguien trajo el caldo de pollo, y Elia se sentó para comer.

“No te muevas, solo abre la boca.” Asier sostenia el tazón, servia el caldo y lo llevaba a la boca de Elia, insistiendo en alimentarla él mismo.

Elia se sintió frustrada, solo tenía dolor de estómago, no estaba incapacitada, todavia podia comer por sí misma.

Pero Asier era tan dominante y autoritario que no pudo decir nada, simplemente abrió la boca y comió el caldo que él le ofrecia.

Asier mostraba una paciencia poco común, cucharada tras cucharada, con movimientos ni rápidos ni lentos, la alimentaba con ternura.

El sol entraba por la ventana, bañando a ambos en su luz, creando un ambiente de paz y tranquilidad.

Por un momento, Elia tuvo la ilusión de verse a sí misma en la vejez, enferma en el hospital, con Asier sentado a su lado cuidandola.

Los pensamientos de Elia volaron lejos.

Una voz ruidosa y exigente irrumpió en la habitación: “Asier, sal de ahí y explicame, a quién pertenecen las pastillas anticonceptivas que encontré en la villa!”

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