Capítulo 1053
Elia observó cómo la silueta de su madre desaparecía en la distancia, bajó la mirada y se giró hacia el baño, pero entonces se encontró con la penetrante mirada de Asier, tan filosa que parecía capaz de
atravesar su carne.
Los párpados de Elia temblaron, su respiración se corto y rápidamente apartó la vista. “Voy niños”, dijo, desviándose del camino al baño hacia las habitaciones de los pequeños.
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Asier no intentó detenerla. Ella fue abriendo las puertas de los dormitorios uno a uno, y al ver qi los niños dormian plácidamente, comprendió lo agotados que estaban después de un día y una noche de ajetreo.
Contemplando sus dulces y serenos rostros, Elia no quiso despertarlos. Cerró suavemente las puertas y salió de puntillas.
Pero al darse la vuelta, chocó contra el pecho cálido y firme de Asier. Retrocedió instintivamente, pero la puerta detrás de ella le impidió moverse más. Asier la atrapó por la cintura, acercándola a su cuerpo, y la temperatura de su piel le quemaba.
“Es hora de saldar nuestras cuentas”, dijo Asier con una voz fria, y de repente la levantó en brazos.
Elia soltó un grito, aferrándose a su cuello por instinto. La presencia de Asier era abrumadora, sus brazos fuertes y seguros. Incluso su frialdad parecía envolverla por completo.
Asier camino rápidamente hacia el dormitorio principal, cerró la puerta con el pie y depositó a Elia en la cama. Su amplio pecho la oprimía y sus ojos oscuros y fríos la miraban desde arriba
Escapaste del hotel para irte con Ramiro? ¿Cuándo empezó todo entre ustedes?”g2
Elia y Liuva Gallardo le habían dado una bebida con drogas, ¡y ella había dejado el hotel dejándolo ardiendo de deseo para que Liuva tomara su lugar!
El pensamiento de que había huido para irse con Ramiro, llevándose a sus hijos, encendia la ira de Asier como un volcán a punto de erupcionar.
“No es cierto, solo quería hacer un viaje…”, balbuceo Elia, sintiendo su corazón temblar bajo su intensal mirada.
¿Cómo podía pensar que había algo entre ella y Ramiro?
Jamás sabría que la verdadera razón por la que quería alejarse era su asfixiante deseo de controlarla y poseerla.
Sus actos crueles y despiadados la aterraban.
Era capaz de empujar a su propio sobrino a la muerte, ¿qué no se atrevía a hacer?
Todo lo que ella quería era una vida libre con sus hijos, ¿era eso tan malo?
Pero no podía decirle eso a Asier. Él la había advertido innumerables veces que no pensara en huir o las consecuencias serian terribles.
Incluso las personas a su alrededor sufrirían.
Si se mantenia firme en que solo había ido de viaje, él no tendría argumentos para acusarla de huir.
La mirada de Asier se endureció, y su presencia se volvió aún más amenazante.
Con el rostro tenso, agarró el mentón de Elia y entre dientes amenazó: “Si no va a decir la verdad con
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esa boca, sería mejor que la mordiera.”
“Yo, eh…” Elia intentó hablar, pero sus labios fueron sellados por un beso violento.
El beso de Asier era dominante y feroz, desprovisto de cualquier calor, tan frio que casi congelaba su aliento.
No era solo un beso, era una mordida, y Elia sintió sus labios adormecidos y doloridos, su expresión se torció de dolor mientras intentaba empujarlo con sus manos: “Mm, no… ¡Ah…!”
Pero sus palabras de rechazo nunca llegaron a ser pronunciadas, pues sus labios fueron desgarrados
por los de él.
